Ana Jerozolimski / Directora Semanario Hebreo JAI

Editorial

La nueva vergüenza de la ONU se llama Venezuela


El régimen de Maduro elegido para el Consejo de Derechos Humanos

 

Deberíamos estar curados de espanto, porque no es la primera vez que el organismo internacional creado para proteger  a la comunidad de naciones después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, traiciona los principios de su propio origen. No es la primera vez que no solo ampara a regímenes dictatoriales y asesinos sino que hasta los coloca en puestos que deberían estar reservados para las democracias respetuosas de sus ciudadanos.  La nueva aberración, es la elección de Venezuela, por amplia mayoría, como miembro del Consejo de Derechos Humanos.

La Venezuela de Maduro, un régimen no democrático ni en origen ni en práctica diaria, tendrá ahora el tupé de presentarse formalmente como quien puede dictar moral a los demás. Socava desde hace años los derechos humanos de los venezolanos y celebra ahora su “victoria” en la ONU.

El problema central es que elegirlo para un marco de este tipo, es una forma de ampararlo, de envalentonarlo, lo cual pone en riesgo a los venezolanos a los que gobierna.

Maduro está en el Consejo en buena compañía: Mauritania-un país en el que hay medio millón de esclavos-, Libia (que en el pasado ya fue expulsada del Consejo)  y Sudán son los otros nuevos miembros. Ya han estado en el Consejo también Afganistán, Arabia Saudita, Pakistán, Somalia, Nigeria y Qatar, todos ellos países en los que, entre otras violaciones de los derechos humanos, hay leyes contra los homosexuales, por dar sólo un ejemplo.

Las democracias son una minoría en la ONU, lo cual por cierto no es culpa del organismo internacional sino de los países miembros. Pero el problema es que ello hace posible que regímenes que violan sistemáticamente los derechos humanos, se vean protegidos por la supuesta legitimidad internacional que da el organismo mundial.

En comisiones de la ONU, en marcos cerrados y profesionales, hay no poco trabajo serio. Pero en los marcos como la Asamblea General y el Consejo de Derechos Humanos, la situación es vergonzosa. Ello se manifiesta a varios niveles. 1) Eligiendo, como ahora, a regímenes violadores de los derechos humanos, como miembros de instancias que deberían ser justamente las que los condenen.

2) Absteniéndose de condenar a quienes deberían ser el motivo central de preocupación de la ONU.

3) Dedicando las energías centrales a condenar a Israel, dedicándole sesiones especiales en debates que lo colocan en el banquillo de acusados constantemente, sin condenar jamás a los terroristas que le atacan.

 

La vergüenza no comenzó ahora. Lo de Venezuela no hace menos que agravar lo ya conocido. El problema no es que se le haya dado una inmerecida victoria a Maduro, sino el mensaje de desamparo que eso transmite a los venezolanos y a todas las víctimas de violaciones de derechos humanos en el mundo de hoy.

Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(18 de Octubre de 2019)

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