En ocasión del 25 Iortzait, conmemorado el 3 de Tamuz, cumplo con el pedido de Jana de compartir algunas anécdotas que siguen resonando conmigo décadas luego de haber ocurrido.
Impresionante
Una de las costumbres instituidas por el Rebe fue dedicar largas horas los días domingo para recibir a miles de hombres, mujeres y niños - sin distinción; todos podían llegar y todos tenían que esperar en la fila - para darles una bendición por el éxito y entregarles un flamante billete de un dólar para ser destinado a beneficiar a un tercero. Muchas veces la gente aprovechó la oportunidad para consultar brevemente con el Rebe sobre algún tema importante para ellos, pidiendo su consejo y/o bendición.
En cierta ocasión se le acercó un hombre muy activista en su comunidad quien había estado con el Rebe unos quince años antes. Al aproximarse, el Rebe le preguntó sobre el tema del cual habían conversado en esa reunión. El hombre quedó boquiabierta. ¿Cómo es posible que el Rebe lo haya recordado? Habían transcurrido quince años desde aquella reunión durante los cuales nunca tuvieron contacto y el Rebe había atendido a cientos de miles de personas con sus problemas. ¿Cómo era posible que lo recordara?
“Rebe! You are amazing!” dijo.
“What benefit will your community have from the fact that I am amazing?” respondió el Rebe.
Esto expresa una de las grandes virtudes del Rebe. No estaba interesado en impresionar a nadie con su grandeza, sino con la grandeza de quien tenía delante de él. El Rebe siempre buscó inspirar y desafiar a cada uno a lograr su potencial máximo. Buscó crear líderes, no seguidores.
Cincuenta centavos
Me viene al recuerdo la anécdota de un amigo uruguayo quien fue a Brooklyn a visitar al Rebe en uno de esos días domingo. Había una larga fila de espera. Polo se puso en fila a esperar su turno. Dado que había tanta gente encargada por el Rebe con la tarea de ayudar a un tercero, se encontraban presentes siempre quienes querían darle a la gente la oportunidad para cumplir con la misión… Había todo un grupo de gente necesitada que lograba cubrir sus necesidades económicas gracias a las donaciones que recibían de la gente que esperaba a ver al Rebe o al salir de su encuentro.
Mi amigo no estaba acostumbrado a esto y cuando se le acercó una mujer pobre para pedirle ayuda, metió la mano en el bolsillo y le dio un billete de USD20.
Sus colegas, al notar la generosidad de Polo se le acercaron uno por uno a probar su suerte. A cada uno le dio un billete hasta que llegó la última a quien le dio todo lo que había quedado en su bolsillo: USD 0.50.
La mujer, algo decepcionada, mira las dos monedas en la palma de su mano y le dice: “Señor, ¿por solo cincuenta centavos usted quiere ir a ver a mi Rebe?”
La mujer tenía razón en algo. El Rebe era su Rebe. No solo el suyo; también el suyo. Cada judío del mundo pudo sentir - y con razón - que el Rebe era “suyo”. El Rebe no solo se preocupaba de cada uno que entró en su órbita - ¿y quién puede decir que quedó afuera? -, sino se ocupaba. Cada uno pudo - y todavía puede - tener un vínculo personal, un vínculo que lo inspire, motive, guíe y desafíe. Depende nada más de las ganas de cada uno lograrlo.
Como lo expresara el Gran Rabino Yisrael Meir Lau Shlitá poco después del fallecimiento del Rebe: “El Rebe no tuvo hijos, pero dejó millones de huérfanos”.
Besar la Mezuzá
Una de las grandes revoluciones del Rebe es el imperio de Shlujim que estableció. Hoy hay más de 5.000 Shlujim en más de 100 (!) países ocupándose de las necesidades de sus respectivas comunidades. El Rebe fue pionero en esta visión, copiada hoy por muchas organizaciones y corrientes quienes lograron entender y valorar la visión del Rebe.
Cuando en el año 1985 el Rebe nos mandó a roji y a mí al Uruguay, poco después de nuestro casamiento, para fundar el Centro y las actividades de Jabad en el Uruguay, había unos 100 Shlujim que participaban en el encuentro anual en Brooklyn.
¿Cuál es, exactamente, la función de un Shelíaj del Rebe? ¿Cuál sería nuestra responsabilidad en el Uruguay?
El primer Shabat luego de haber arribado a Montevideo, al entrar a la sinagoga, recibí la respuesta. Se me acercó un hombre mayor - desconocido - y me empezó a abrazar y besar.
Lo miré con curiosidad intentando entender el motivo de su acercamiento tan efusivo.
“Tengo familia en Madrid,” me dijo Leibel. “Hay una comunidad judía mucho más pequeña que la montevideana. El Rebe hace tiempo había enviado su representante a Madrid. Me pregunté siempre ¿Por qué no mandó nadie a Montevideo? ¿Será porque entiende que no hay que vivir en Montevideo? ¿Debería yo irme? Siempre vivía con inseguridad. Cuando me enteré que el Rebe mandó un Sheliaj a Montevideo, suspiré con alivio. Sentí que el Rebe había colocado una Mezuzá a Montevideo. Entonces... ¡estoy besando la Mezuzá!”
¡Vaya enseñanza de bienvenida! Desde entonces tuvimos claro que nuestra presencia aquí tiene un objetivo importante: cuidar el bienestar de la comunidad uruguaya de acuerdo a nuestra máxima capacidad.
Con la alegría se puede todo
En el año 1988 la festividad de Sucot empezó el día lunes. Habíamos encargado los juegos de los Arbaat Haminim necesarios para la celebración. Nuestro proveedor los mandó por DHL y estaba programado para que la encomienda llegue el viernes, con tiempo suficiente como para entregarlos antes de empezar la festividad. Por alguna razón se demoró el envío y no se lo pudieron entregarnos el viernes. Nos prometieron que el lunes a las 8.00 hs. lo podríamos recoger en su oficina en Ciudad Vieja.
El lunes de mañana, siendo ya el primer día de la festividad, me fui caminando al centro con unos jóvenes para retirar el paquete. Grande fue nuestra desilusión cuando al llegar nos informaron que el paquete estaba todavía en el aeropuerto de Carrasco.
¿Qué hacer? No pudimos viajar hacia Carrasco por ser día de fiesta. ¡Todas las comunidades dependían de nosotros por los Arbaat Haminim y en unas horas empezaría la Tefilá, ¡¿y?! ¿Qué hacemos?
Me acordé que el Rebe había hablado extensamente durante el año anterior, 5748, que las letras hebreas que conforman el año 5748 forman las palabras Tismaj y Tesamaj, o sea “alegrate” y “alegra” a otros. “Los desafíos podemos superar más exitosamente por medio de la alegría,” enfatizó el Rebe.
“¿Será esa receta aplicable también para este año? ¡Probemos!” pensé.
Le dije al encargado: “Si a las 8.30 no tenemos la encomienda aquí, verá algo que nunca vio en su vida.”
Dicho y hecho. A las 8.30 no había comienda así que los cuatro jóvenes y yo nos pusimos a bailar y cantar sin parar en la vereda en la puerta de DHL. A la media hora llegó el gerente y nos dijo: “Bailan y cantan muy lindo. ¿No les molestaría hacerlo en la esquina en vez de en la puerta nuestra?”
“Bailaremos y cantaremos aquí mismo hasta que nos entregan la encomienda como nos habían prometido,” respondí.
Hizo alguna llamada, volvió y nos dijo: “Los entiendo. Tienen razón. Les prometo que antes de las 10.30 la tendrán en la dirección que me indican.”