Cultura

Mis lecturas de junio

Libros de junio

Llegó el frío, y con él, el mejor plan: un buen libro, un café caliente y una manta. Junio fue también mes de relecturas para el taller (que no listé acá), y de algunos comienzos que merecen su reseña cuando los termine. El punto más alto de mi jornada, mi cumbre emocional, mi clímax existencial: ponerme el pijama y meterme en la cama a leer. El resto del día, puro trámite.


Acá van los libros que sí leí este mes:

Temporada de ballenas de Tamara Silva Bernaschina

 Temporada de ballenas fue un regalo para mis sentidos. No solo porque está impresa en mi color favorito —el azul, ese que calma y desarma al mismo tiempo—, sino porque la novela entera es una experiencia sensorial.

La autora, Tamara Silva Bernaschina, tiene apenas 24 años y es uruguaya. No sé cómo explicarlo mejor: lo que hace con las palabras es impresionante. Esta es su primera novela, pero ya se siente como si llevara toda una vida escribiendo. La leí de un tirón, con esa mezcla rara de placer y conmoción, como cuando uno escucha un tema que no entiende bien por qué lo emociona tanto, pero lo deja en loop.

Me encantó la incursión en el mundo de los abuelos, y que la bisabuela Pocha estuviera operada del corazón, como si la medicina de Montevideo fuera una especie de magia que la había salvado. Todos iban a visitarla con esa mezcla de asombro y cariño, como si estuvieran ante un milagro

La estructura del libro es fragmentada, no sigue un orden cronológico, va y viene entre la niñez y la adultez, entre el miedo y la ternura, como el agua: a veces mansa, a veces brava, pero siempre en movimiento. Tiene páginas enteras sin texto, que funcionan como pequeñas pausas, respiros. Y una prosa ágil, fuerte, que te sacude.

Hay escenas que todavía no me puedo sacar de la cabeza: el padrastro dejando un rastro de polvo por la casa, como una babosa gigante y triste; el terror al mar abierto, a perderse en el agua sin que nadie pueda encontrarte; los arroyos que inspiran devoción pero también esconden peligros.

Se nota que Tamara viene de la poesía, y también que leyó a las mejores: Mariana Enriquez, Schweblin Es como si tomara un poco de todos y los hiciera pasar por su propio filtro: una mirada desde los márgenes, desde la infancia, desde el cuerpo.

Lo más hermoso es que todo eso está ahí, en este librito azul que parece simple pero guarda capas y capas de sentido. Como el agua misma, que parece inofensiva y esconde mundos enteros.

No puedo esperar a leer Larvas. Sé que la chiquilina está recorriendo España, y eso nos muestra que nada de espera para publicar. La recomiendo.

El peregrino de León Uris

Leí El Peregrino porque me interesaba leer una ficción ambientada en la época del Mandato Palestino. Me atrapó desde el principio porque gira en torno a la relación entre un líder judío de un kibutz y un jefe árabe de una tribu cercana. Lo que más me llamó la atención fue cómo se muestra la mentalidad clánica de las comunidades musulmanas, con un peso muy fuerte de la tradición y el honor.

La historia la cuenta Ismael, el hijo del jefe árabe, Ibrahim al Soukori. A través de sus ojos vemos cómo la familia tiene que exiliarse a Jordania tras la creación del Estado de Israel. Ibrahim es un personaje muy fuerte: religioso, respetado, incluso un poco fanático, pero con los pies en la tierra. Es amigo de Gideon, uno de los primeros judíos en establecerse cerca de su aldea, y cree de verdad en la posibilidad de convivir en paz entre los dos pueblos.

Pero el libro no es ingenuo: también muestra cómo el fanatismo puede terminar destruyendo todo, incluso desde adentro, cuando uno de sus propios hijos toma un camino radical.

La novela va y viene en el tiempo, empieza en los años 40 pero te lleva a los 20, a los 50, y así. Pero está tan bien escrita que no te perdés. Los personajes están llenos de matices, nada es blanco o negro. Me gustó que se siente bien documentada, sin ponerse pesada. La recomiendo.

Una guía en el arte de perderse de Rebecca Solnit

“El arte de perderse” fue uno de esos libros que me llegaron justo cuando necesitaba bajar un cambio. Empieza hablando de Pésaj, de la libertad, y de a poco se va metiendo en temas mucho más personales: los vínculos, los recuerdos, la relación con la naturaleza y con los animales (hay tortugas, pájaros, hasta música country), y cómo muchas veces nos perdemos… en serio, o en sentido figurado.

Lo escribe Rebecca Solnit, y no, no es autoayuda ni espiritualidad. Son ensayos que se leen como si alguien muy sabio y sensible te estuviera contando cosas mientras caminan juntos. Reflexiona sobre perderse como un acto de entrega, como una forma de entenderse mejor, de mirar la vida sin mapas ni respuestas inmediatas. Escribe con calma, pero te sacude.

Me encantó cómo mezcla recuerdos propios con historia, arte, música y momentos cotidianos. Todo está atravesado por ese deseo de detenerse y mirar hacia adentro, de aceptar que a veces no saber a dónde vamos también es parte del viaje. Y que perderse no es un error, sino una forma de encontrarse.

Ideal para leer despacio, con subrayador en mano, y dejarse llevar.

La muerte viene estilando de Andrés  Montero

Leí La muerte viene estilando y quedé encantada. Es el segundo libro que leo de Andrés Montero —el primero fue El año que hablamos con el mar, que me fascinó— y este no se queda atrás. Tiene algo que me toca: la forma en que escribe es sencilla pero profunda, con frases que se te quedan dando vueltas en la cabeza.

No sabría decir si es una novela o una serie de cuentos, porque los personajes se cruzan, se repiten, y todo gira en torno a un pueblito al sur de Chile, con sus silencios, su campo, su mar, sus muertos y sus fantasmas. Pero no fantasmas de miedo, sino de esos que nos siguen porque dejamos cosas sin resolver. Todo está atravesado por la muerte, pero no como algo trágico necesariamente, sino como algo que empuja las historias, que da sentido a lo que se cuenta.

Me encantó el personaje de Martín, que vuelve después de la muerte de su padre y se instala en otro lugar, buscando algo distinto, pero sin olvidarse del pasado. Hay madres, hijos, peones, patrones, duelos a muerte que se retrasan por el mal tiempo, hombres que se tratan de usted aunque estén por matarse, y ese lenguaje lleno de respeto que ya casi no se escucha.

Lo terminé con esa sensación rara de cuando un libro te acompaña y sabés que lo vas a extrañar. Montero escribe con sabiduría, con ritmo, con belleza, y hace que quieras subrayar todo. Es un libro que habla de la muerte, sí, pero sobre todo habla de la vida.

 

Janet Rudman
(01 Julio 2025 , 12:34)

Ultimas Noticias Ver más

Esta página fue generada en 0.0777919 segundos (12694)
2025-07-01T18:20:12-03:00