En la explosión suicida murieron 15 civiles
Era un día de vacaciones de verano en Israel. Aquel 9 de agosto del 2001, cerca de las 14.00 horas, la pizzería “Sbarro” de Jerusalem, en la concurrida esquina Iafo y King George, estaba atiborrada de gente. El terrorista lo sabía, por eso fue en ese momento a detonarse, llevando varios kilos de explosivos escondidos en una guitarra. Quien lo guió para hacerlo, quien preparó todo el terreno, la terrorista Ahlam el-Tamimi-que hoy vive en Jordania, habiendo sido liberada de prisión en el marco del intercambio por Guilad Shalit en el 2011- lo sabía. Estudió todo de antemano y llegó a la conclusión que a esa hora, tendría el mayor caudal posible de víctimas, especialmente mujeres y niños.
Fue uno de los peores atentados de aquellos años, en la segunda intifada palestina contra Israel.
Cada víctima tenía su historia, cada uno una tragedia, como la de la familia
Schijveschuurder, de la cual murieron los padres y tres de sus hijos, quedando varios huérfanos.
Y también está la historia de Tzvika Golombek que a los 26 años murió en la explosión, pocos días antes de su planeada boda. Los padres ya habían llegado de su casa en Karmiel, en el norte de Israel, a Jerusalem, para reunirse con Tzvika y su novia Naamám, a fin de coordinar los últimos detalles del casamiento. En medio de tanta alegría, se les cayó el mundo encima al enterarse que Tzvika era uno de los muertos.
El padre de Tzvika, Efraim Golombek, nació en el pueblo Castillos en Rocha, Uruguay, y su madre, Sarit, llegó de Ucrania. La familia vive desde hace 45 años en la ciudad de Karmiel. El dolor sigue allí y no desaparecerá jamás. Pero también se sigue viviendo y empujando hacia adelante.
Los Golombek tienen una hija de 42 años, sicóloga, y tres nietos, el mayor de 11 años, mellizas de 9 y la menor de 3.
Efraim Golombek se radicó en Israel en 1972 cuando tenía casi 27 años. En Castillos había trabajado en la enseñanza. En Israel cursó seminario de maestros, trabajó durante casi 30 años en contabilidad en la compañía del agua “Mekorot” , mientras su esposa se desempeñaba como maestra. “Hasta que el atentado nos tocó y nos cambió la vida”- nos dijo Efraim años atrás. “Nos movió todo 360 grados. Todo cambió”. Lo que no cambió es su deseo, que afirma es el deseo de toda una generación: “Dejar a nuestros hijos y nietos un Israel en paz y prosperidad para todos”. Así lo afirma Efraim hoy, al cumplirse 18 años del atentado en el que perdió a su hijo mayor.
P: Efraim ¿en qué cambia la vida al perder a un hijo como ustedes perdieron a Tzvika?
R: Ante todo, en la relación con la gente que nos rodea. Hoy salimos mucho menos que antes. A mi me gusta cantar, me gustaba bailar. Ibamos a “shirá betsibur”, cantos israelíes. Pero hoy ya casi no lo hacemos. Mi señora casi no sale.Si tenemos una fiesta o casamiento de alguien muy cercano, amigos o familias, sí. Si no, no vamos. También paseamos menos, aunque con el tiempo nos volvimos a abrir un poco. Es un proceso. Lentamente hacemos todo lo posible por volver a lo que fue, pero es imposible. Es como dijo mi hija: éramos cuatro, la casa sigue estando, pero ahora nos falta una pared. Ya no es la misma casa. Creo que los cimientos son fuertes y que por eso nosotros vamos a seguir, porque es lo que decidimos: seguir adelante. Tenemos la hija, tenemos nietos y creemos que eso es lo que tenemos que hacer.
P:Los nietos ocupan, supongo, un lugar clave en vuestras vidas...Años atrás me habías contado que viajan una vez por semana a Kfar Saba, donde vive vuestra hija, desde el norte.
R: Claro que si. Para nosotros esas horas que estamos ahí, son salud neto, pura. Nos da fuerza y todo el entusiasmo y ánimo para poder seguir.
P: Creo que sería bueno honrar la memoria de Tzvika contando cómo era él, para que también otros lo conozcan.
R: Tzvika era un estudiante brillante. Estaba cursando Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas en la Universidad Hebrea de Jerusalem. Pensaba terminar el Master y el Doctorado y quedarse en el mundo académico dando clases. Pensaba especializarse en el tema de dictaduras en América Latina. Viajó durante un año en Sudamérica y allí aprendió español ya que en casa hablábamos hebreo.
P: Pero aprovechaba el tiempo para muchas otras cosas también ¿verdad?
R: Así es. En sus 26 años hizo muchísimo. Trabajó con jóvenes en situación de riesgo en el marco de la Municipalidad de Jerusalem.Todos los años hay un acto allí, ya que se dio su nombre a una pieza en el instituto y nosotros donamos una beca en su nombre a un estudiante. En la escuela en la que él estudió en Karmiel hay una pieza a su nombre en la biblioteca. En nuestro barrio hay además un monumento muy grande en su memoria. El recuerdo está siempre en nosotros, en nuestra mente y en nuestro corazón.
P: ¿Alguna vez habían temido que algo sucediera?
R: Teníamos temores porque sabíamos que ya había habido atentados en Jerusalem, donde él estudiaba, en ómnibus y otros sitios, que era un lugar delicado. Apenas pasaba algo, mi mujer lo llamaba y le dejaba un mensaje “Tzvika, llamanos, avisanos que estás bien”. Pero yo no...No tuve esa corazonada de que algo malo iba a pasar. No lo sentí.
P: Recuerdo que hablamos cuando se debatía en el 2011 si liberar o no terroristas de Hamas a cambio del soldado Gilad Shalit. Tú no estabas de acuerdo .
R: Así es. En su momento quise encontrarme con la familia Shalit que vive cerca de Karmiel, pero la oportunidad no se dio. Probablemente yo hubiera hecho lo mismo que ellos, exigir que se salve a mi hijo a cualquier precio. Pero la moneda tiene dos caras. Yo pagué un precio muy alto y sé lo que es. Pero por un lado está el precio emocional, personal y por otro, el interés personal. ¿Qué pasa si esta gente, con la experiencia que tienen de cometer atentados,vuelve a hacerlo al salir de prisión? No creo que los liberados vayan a ser pacifistas mañana o pasado, sino que van a entrar nuevamente al mundo de la actividad terrorista y van a preparar atentados. El precio es muy alto y es difícil de pagarlo. Y como hasta ahora no se determinaron ciertas condiciones, parece que esto va a seguir así en un futuro cercano y lejano. Tratarán de secuestrar más. No es fácil...
P: ¿Tu condición de padre que perdió a su hijo influye, te parece, en tu opinión?
R: Por supuesto que si. Influye. Si fuera una victoria tras la cual podamos decir “los soltamos pero ahora ya no va a haber más muertes, más atentados”, es otra cosa. Pero esa no es la situación. Esta gente sigue sin reconocernos...
P: Y lo decís Efraim, siendo un hombre de centro izquierda, o de izquierda realmente, el partido Meretz.
R: Así es. Y yo no cambié de ideología. Sigo creyendo que un acuerdo de paz entre los palestinos y los israelíes es lo mejor que puede pasar .Sigo creyendo que un estado palestino al lado de Israel es la solución. Pero hoy la discusión no es ideológica. Estamos tratando de disputar un pedazo de tierra, dos entidades étnicas y culturales que no se reconocen. Es un problema muy serio, pero no de derecha e izquierda, porque ellos no son de izquierda y nosotros no somos todos de derecha. La pregunta es quién va a estar en este pedazo de tierra.
P: ¿Cuál es tu respuesta?
R: Ellos quieren que nosotros no estemos. Y nosotros, por lo menos parte de la población de Israel, queremos que ellos estén y también nosotros, que cada uno tenga una parte.
P: ¿Ves el fin del conflicto?
R: No sé....Hoy no soy optimista. El liderazgo de Hamas no nos reconoce.Yo estaría dispuesto inclusive a hablar con Hamas para llegar a un acuerdo pero parece que las condiciones no se dan..Hoy soy mucho más pesimista que antes.
P: ¿En qué Israel van a crecer tus nietos?
R: Esa es la gran pregunta. Espero que vivan en un Israel en paz.