Queridos amigos, con gran preocupación o con resignación, estamos presenciando un rebrote inusitado de antisemitismo.
. Somos muchos los que nos preocupamos ante tal realidad, recordando lo vivido por nuestros ancestros y muy especialmente, el recuerdo imborrable de la Shoá. También habrá otros que se encojan de hombros, pensando que no pueden hacer nada y siguen su vida tranquilamente, olvidando el tema.
Lo primero que debemos tener en cuenta es que nosotros podremos olvidarnos del peligro que esto encierra, pero los antisemitas, jamás se olvidan.
Ya hemos explicado en comentarios anteriores, cómo y porqué, el mundo entero ve este resurgir, por lo que lo daremos por sabido, para pasar directamente a la consulta formulada en este titular: ¿Podemos hacer algo?
Quiero ser muy categórico en responder: Sí, no sólo podemos, tenemos la obligación de hacer algo. Aquí, debemos aclarar muchas cosas, queda claro que NINGUNO de nosotros tiene la capacidad de solucionar el problema en su totalidad, pero igualmente categórico, afirmo que cada uno puede hacer algo y ese algo, finalmente, podrá marcar la gran diferencia.
No podemos seguir guardando silencio cuando nos enfrentemos a personas que tranquilamente, despotrican y demonizan todo lo relacionado con Israel, aduciendo que ellos no son antisemitas, sino que están a favor del “pobre pueblo palestino” que sufre las consecuencias de la ocupación israelí.
Este argumento no lo podemos aceptar ya que está categóricamente demostrado que eso es la nueva cara del más brutal antisemitismo. Se empieza por Israel, para seguir, de inmediato, a la grotesca demonización de todo lo relacionado con los judíos, retrayéndonos a tiempos que creíamos largamente superados.
El problema surge para aquellos que, queriendo hacer algo, no se encuentran capacitados para hacerlo. Sin entrar a ver culpables, cada uno puede y debe enfrentarse a la realidad y prepararse para superar esta etapa. Deberemos prepararnos APRENDIENDO.
Las herramientas las tenemos al alcance de la mano, aun cuando reiteradamente, lo desechamos aduciendo “falta de tiempo” o, lo que es peor, falta de interés. En la actualidad, con los adelantos computacionales y tecnológicos, son muy pocas las personas que no tienen un computador o un celular, aunque sea medianamente inteligente. Si tenemos tiempo para chatear sobre lo que hicimos (revelando cosas íntimas que después podremos lamentar) o sobre lo obrado por fulano o zutana, no nos estaremos haciendo el tiempo para leer los múltiples portales electrónicos, cuyo origen es de fuentes comunitarias.
Son muchísimos estos portales y los encontramos en muchos lugares y de todo el mundo, En todos los idiomas y sin mayor costo que el de nuestro tiempo y, por sobre todo, nuestro interés. Si nos dedicamos a leerlos, nos encontraremos con toda la información y argumentación, que necesitaremos para defender, por ejemplo, cuando se dice que “israelíes asesinaron a un palestino” y nosotros guardamos silencio, no aclarando que se trataba de un terrorista, al cual hube que neutralizar, para que no siguiera él, asesinando civiles israelíes.
Este y muchos otros ejemplos, se dan más frecuentemente que lo que se pueda imaginar. A diario, encontramos titulares que son una condena a los judíos, pero al leer la noticia,nada de lo informado, justifica el titular. Para el no judío que se interiorice, si es que se interesa en leerla completa, primará el titular, ya que ello fue lo primero que llegó a su cerebro, impactándolo anticipadamente, por una mentira que se transforma en una verdad absoluta.
Esto se da tanto a nivel de la prensa como en el diario vivir. Permanentemente, en conversaciones con amigos no judíos y también con correligionarios a los que no les interesa o no tienen tiempo de informarse, escucharemos estas condenas a Israel, sin que nadie alce su voz, para decir “nuestra verdad”
Ante el silencio que no desmiente estas falsas informaciones, nuestros conciudadanos terminarán por darlas por ciertas y, una vez introducido en sus mentes, sentimientos y creencias, será muy difícil convencerlos de lo contrario.
Cada día es más frecuente encontrar personas que despotrican en contra de Israel, convencidos que están actuando humanitariamente, ante la supuesta “crueldad israelí” Cuando se les hace ver la realidad, o nuestro punto de vista, asombrados manifestarán que NUNCA habían escuchado lo que nosotros les manifestamos. Incluso, en reiteradas oportunidades, afirman haber escuchado que un judío formulaba las mismas acusaciones, no sabiendo que para desgracia nuestra, son muchos nuestros “progresistas” que, cegados por el fanatismo político, no dudan en despotricar más ferozmente que el más recalcitrante antisemita. Estos son los cada vez más numerosos antisemitas inconscientes, en el sentido que ellos ignoran tal realdad o incluso, están convencidos carecer de tal prejuicio. De ahí la conocida frase: “Como voy a ser antisemita, si tengo un amigo judío y es muy buena persona”
Decíamos al inicio de este comentario, que está lejos de la capacidad de un ser humano, de solucionar el antisemitismo en su totalidad, pero si cada uno de nosotros, nos encontráramos preparados para aclarar las cosas, cada día serían más los no judíos que se enterarían de lo que realmente acontece en Israel y sus relaciones con los palestinos y es ahí donde nos cabe un papel importantísimo a cada uno de nosotros.
No pretendamos que la prensa, especialmente la chilena, informe el acontecer tal como es, sin tergiversaciones o, simplemente, sin mentiras. Lo que demoniza a Israel es lo que vende. Entones ¿Para qué decir la verdad? Deberemos ser nosotros los que nos encarguemos de revertir esto. Para ello, en primer lugar, deberemos perder el miedo al dar a conocer lo que sabemos al respecto y lógico, para estar en condiciones de hacerlo, debemos informarnos por otros medios que no sean nuestros diarios, canales de TV o radios. Eso, cada uno deberá hacerlo acorde a su compromiso y, muy especialmente, comprendiendo que si sigue cundiendo el antisemitismo como lo está haciendo en la actualidad, más temprano que tarde, nos afectará gravemente a nosotros, nuestros hijos o nuestros nietos. La historia está llena de ejemplos que demuestran esta afirmación. No esperemos tranquilamente que sean unos pocos los que alcen su voz, para defender nuestra causa. Eso no será suficiente. Llegó el momento en que cada uno de nosotros, deba asumir nuestra propia defensa. NO ESPEREMOS QUE SEA TARDE, PARA COMPRENDER LA VERDAD Y REALIDAD DE MIS AFIRMACIONES. Cuando menos lo pensemos, podríamos enfrentarnos a tener que lamentar no haber creído en la veracidad de estas palabras.
Sólo la verdad podrá salvarnos.
David ben Jaim