Israel

El desafío de la reconciliación

El Foro de Familias Israelíes y Palestinas prepara para un futuro de paz.

En medio de las agitadas discusiones entre israelíes y palestinos acerca de cómo solucionar el conflicto entre las partes, hay un elemento que va más allá de la fórmula concreta que sea adoptada eventualmente de común acuerdo: la solución política no alcanzará para vivir en paz. Esta será clave para intentar pasar la página, pero la hostilidad volverá a estallar, si no hay también una reconciliación a nivel humano entre las partes.

Esta es la lógica que llevó en 1995 a la creación del Foro de Familias Israelíes y Palestinas, conocido también en inglés como The Parents Circle. Se trata de un marco  compuesto por aproximadamente 700 familias de ambos pueblos, que perdieron a un ser querido , de primer grado, en el marco del conflicto. Y lo central: consideran que mediante su esfuerzo de diálogo, acercamiento, humanización del otro, sientan las bases para minimizar las probabilidades de que otros sufran lo que ellos ya han padecido.

La iniciativa fue en su momento de Itzjak Frenkental, cuyo hijo Arik había sido secuestrado y asesinado por Hamas.

Rami Elhanan, que es hoy el Director del Foro, perdió a su hija Smadar , de 14 años, en un atentado suicida en el centro de Jerusalem el 4 de setiembre de 1997.Había ido con dos amigas a comprar los libros de estudios para las clases que estaban por comenzar. Dos terroristas detonaron las cargas explosivas que llevaban consigo, en medio de la gente, matando en total a cinco civiles y dejando a numerosos heridos. “Lo primero en lo que uno piensa, es en vengarse por este dolor indescriptible que te invade”, me dijo Rami en la primera entrevista que le realizamos años atrás. “Luego, uno analiza y comprende que eso no llevaría a nada y que por cierto no nos devolvería a nuestra princesa, a Smadar”, agrega con una amarga sonrisa.

Tampoco David, el hijo de la israelí Robi Damelin ,muerto por disparos de un palestino cuando montaba guardia en Wadi Haramía en Cisjordania, volverá ya con vida a casa. Ni el de  Bushra Awad, su amiga palestina, que murió en un enfrentamiento con soldados israelíes.  Pero ambas sienten que están unidas por el máximo dolor de haber perdido lo más precioso y con ello a cuestas intentan explicar a otros que nada justifica un desgarramiento tal.

 

Robi Damelin con un compañero palestino del Foro.

 

“Es muy fuerte ver cómo se da el proceso de reconciliación”, nos dice Robi. “La primera vez que nos encontramos, Bushra sólo me daba la espalda. No quería ni oir israelíes. De a poco, se convirtió en parte de mi familia”. “Robi me mostró la foto de su hijo, yo le mostré la del mío y terminamos llorando juntas”, contó Bushra.De hecho, del peor día de sus respectivas vidas, nació la semilla de una amistad dedicada al esfuerzo de la reconciliación.

 

Uno de los posters del Foro, para concientizar sobre la importancia de su mensaje de convivencia.Roni Hirshenzon (derecha) y un compañero palestino del grupo.

 

De ambos lados habrá quienes discuten esta iniciativa, analizando por cierto las responsabilidades políticas de cada uno respecto de la situación del conflicto. Del lado palestino sostienen que no hay paralelismo posible, ya que los palestinos viven bajo ocupación. Del lado israelí se retruca que numerosos atentados precedieron a la ocupación y que no se ha llegado aún a su fin por el terrorismo y no por otras razones.

Pero en el Foro, los amigos israelíes  y palestinos- tal cual se llaman unos a otros- aunque no ocultan en absoluto sus posturas políticas contra la ocupación, resaltan que lo central es pensar en la reconciliación después de un eventual acuerdo.

Este marco humano tan singular, cuyos miembros saben en carne propia qué significa la falta de paz, está co-presidido por israelíes y palestinos y todo se lleva a cabo en absoluto equilibrio e igualdad.

Para mí, uno de los símbolos del grupo es Aaron Barnea, nacido en Argentina y radicado en Israel desde 1958. La tragedia que lo llevó a sumarse al foro fue la caída de su hijo Noam en 1999 en Líbano, cuando servía en la unidad anti explosivos de las Fuerzas de Defensa de Israel , muriendo él mismo por una carga detonada a su paso por Hizbala que lo observaba de lejos. Lo que acrecentó el profundo dolor fue el hecho que Noam estaba por terminar su servicio militar. Tan solo cinco días después de su muerte, iba a volver a la vida civil.

 

Aaron Barnea. Perdió a su hijo Noam en Líbano.

“Cuando vinieron a casa del ejército a notificar que Noam había caído, junto al desgarramiento que eso significó, llegó el mandato de nuestro propio hijo”, cuenta Aaron por centésima vez. “Entre sus pertenencias, sus comandantes nos devolvieron un pin que llevaba en el uniforme, y que decía ´salir del Líbano en paz´. lo cual yo tomé como instrucción de lucha por una salida de territorio libanés y más allá de ello, como un compromiso para con la paz y el diálogo”.

Aaron defiende esta causa aclarando que lo hace “como sionista que soy, convencido de nuestros derechos y por ende, también del derecho de los palestinos a su Estado, para que todos podamos convivir en paz”.

He entrevistado a Aaron en repetidas ocasiones. En julio-agosto del 2014, cuando Israel estaba librando una guerra contra Hamas en Gaza y cohetes disparados desde la vecina Franja palestina caían en ciudades de Israel, Aaron me recibió en su casa y analizaba la reacción del mundo, furioso . No por minimizar las muertes del lado palestino, sino por la ceguera que a su criterio hacía que muchos parecieran aliarse con un grupo terrorista que usaba a su propia población como escudo para atacar a la población civil israelí.

Y con la misma energía con que me habló en ese momento, aunque con la voz más calma, nos habló tiempo atrás en la puerta del colegio secundario “Katzir” en su ciudad, Holon, antes de entrar a conversar con los alumnos sobre la actividad del Foro y el por qué de su lucha.

Con él entraban su compatriota Ben Kitri, cuya hija Yael murió en un atentado con explosivos años atrás, y dos amigos palestinos, Ashraf Abu Ayyash y Muhamad Al-Baw. Siempre van juntos, israelíes y palestinos que perdieron a seres queridos, a explicar y mostrar que se puede aspirar juntos el logro de la paz.

Ashraf perdió a su padre cuando tenía 6 años. Su familia intentó trasladarlo al hospital de Hebron cuando se sintió mal  , pero el auto se atascó en un puesto militar de seguridad, donde el soldado de guardia no lo dejó pasar. Le dio un ataque al corazón durante la espera y Ashraf aún recuerda “la última vez que me abrazó”. Cuando él , que era el tercero de los hijos varones, quería salir a tirar piedras a los soldados que veía en los caminos, su madre, que quedó viuda a los 27 años, y sus hermanos, lo frenaban: “nos alcanza con una tragedia, no queremos perder a nadie más”. Hoy, toda la familia participa en el Foro.

Ben Kitri había concebido la  venganza. Ya estaba pensado dónde iría a matar palestinos, al sentir que su mundo se había desmoronado con la muerte de su hija. En cuestión de días entendió que a Yael no la recuperaría con ello y que sólo causaría a otros su mismo dolor. Entonces pasó a la alternativa: dejarse morir. Así nomás, quedarse en la cama hasta que simplemente, la vida le salga del cuerpo, tal cual nos dijo. Hasta que recibió una llamada de una desconocida que le contó que había perdido un hijo y lo invitaba a un grupo de diálogo con palestinos .

Creyó que era una locura, dijo “no gracias, yo no soy un hombre de paz” y colgó. Pero la curiosidad pudo más. Hoy es uno de los destacados miembros del Foro.

Cada uno con su tragedia a cuestas.Cada uno con su convicción y su matiz.

Las actividades que el Foro ha realizado desde su creación, han sido múltiples, siempre destinadas a la educación y a la interacción social que aporte al común entendimiento. Hasta han donado sangre juntos como señal del destino que une a ambos pueblos en esta pequeña y conflictiva tierra disputada.

“Para mí, lo central son los encuentros en los que un israelí y un palestino, dialogan durante hora y media con alumnos del onceavo y doceavo años de estudios”,  cuenta Aaron Barnea.

 “ En estas circunstancias "descubren" los jóvenes la humanidad del otro y esto humaniza a la otra parte”. Un elemento central en esto es que al cumplir los 18 años, los jóvenes israelíes deben, por ley, comenzar su servicio militar obligatorio. La esperanza es que tengan en mente, cuando se hallan en el terreno, también lo que vivieron al escuchar juntos a un israelí y un palestino que perdieron un hijo o un hermano y están convencidos de que la respuesta pasa por la reconciliación.

Aaron, Ben, Muhamad y Ashraf se abrazan a la salida del secundario donde acaban de hablar.  Analizan las preguntas duras de algunos, el interés de muchos, la sorpresa de todos. “Esto aporta, sin duda, por más difícil que sea a veces escucharnos”, resume Ben. “Valió la pena”, afirman todos.”Siempre vale la pena”.

Tomamos una foto de los cuatro y pensamos  que ninguno de ellos, que hoy se sienten unidos por el corazón, habría elegido encontrarse en este foro, al que nadie quisiera pertenecer.

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