Por Juan Carlos Do Santos
Fuente: www.abc.com.py
No siempre un recorrido en bus puede ser capaz de mantener la atención total del viajero sobre cada uno de los lugares por el que va pasando y menos aún si gran parte del recorrido transcurre en una zona absolutamente desértica.
El Valle del Jordán puede ser la excepción. Este accidente geográfico es uno de los atractivos turísticos más importantes y variados para quienes visitan Israel en cualquier época del año, al encontrarse repleto de sitios naturales, impresionantes paisajes así como íconos culturales e históricos de las primeras civilizaciones humanas.
El valle ocupa una franja de cien y poco más de kilómetros que transcurre en el lado de Israel y sigue en paralelo a la frontera con Jordania, con el bíblico río del mismo nombre como protagonista por arriba y el encuentro de las placas sirio-africana por debajo, lo que ha elevado el terreno a consecuencia de intensas actividades sísmicas del pasado e incluso en el presente, por cuya consecuencia abundan lugares donde fluyen aguas termales, algunos de ellos ya conocidos y aprovechados por los ingenieros al servicio del rey Herodes el Grande, hace más de dos mil años.
Un zigzagueante río que nace una montaña nevada en pleno desierto recorre 360 kilómetros, da vida a dos “mares”, aunque desaparece en el último y es protagonista en varios pasajes del libro más leído de la historia humana. Es el río Jordán, que riega al valle del mismo nombre siendo además una fuente inagotable de hechos históricos, lugares legendarios y paisajes que combinan la dura soledad del desierto de Judea con las maravillosas playas del Mar Muerto, que combina el blanco de la sal con el color naranja de varios minerales.
Iniciado el recorrido en la zona norte del país cerca de su lugar de nacimiento, el Monte Hermón, el Valle del Jordán se torna apacible y muestra una abundancia natural única en todo el Medio Oriente cuando atraviesa la región del Hula o Jule en la parte baja de los Altos del Golán, una zona de pantanos y lagunas, con una fauna compuesta por animales nativos.
Miles de diversas especies de aves migratorias utilizan este paraje como lugar de paso cada año entre Europa y Asia, mientras los habitantes de la zona se dedican a la agricultura, la ganadería y la producción de vinos.
La riqueza de la flora y fauna del “viejo Hula” la convirtió en una estación de paso obligado para las aves migratorias que se trasladaban entre Europa y África, y era considerada la biósfera más rica del Levante. (ABC Color, 8 de abril de 2018)
Siguiendo el recorrido del río que hace de frontera entre Israel y Jordania, el delgado cauce de no más de 30 a 40 metros de ancho, da lugar a un majestuoso lago rodeado de un lado por acantilados.
El Mar de Galilea
Aunque en realidad el Mar de Galilea es un lago y de hecho es más conocido en esta zona del mundo como el lago de Tiberíades en honor al Emperador Romano, este enorme espejo de agua dulce es el lugar donde han quedado registrados sucesos bíblicos muy destacados del cristianismo.
Por ejemplo, es el lugar donde Jesús encontró a algunos de quienes serían luego sus apóstoles. La expresión “Sígueme y te haré pescador de hombres” era el mensaje enviado a un pescador del Mar de Galilea.
Es también el mismo lugar donde, siempre según los relatos bíblicos, el enviado de Dios caminó sobre las aguas para ayudar a sus apóstoles pescadores que desesperados pedían auxilio durante una tormenta.
Poco antes de llegar al mar de Galilea, se puede visitar el lugar del bautismo de Jesús, a orillas del río Jordán, donde varias congregaciones cristianas brindan el mismo servicio a los creyentes que llegan al lugar y se puede observar a grupos de personas siendo bautizadas en el mismo río y de la misma manera en que Juan El Bautista realizaba el sacramento.
La sinagoga de Capernaum y el “Pez de San Pedro”
En la parte noreste del lago, se encuentra Capernaum y la ruina de la sinagoga donde Jesús llevó a cabo una parte importante de su ministerio. De hecho este antiquísimo poblado judío es nombrado en el Nuevo Testamento como la “Ciudad de Jesús” y se encuentra “resguardada” por un monasterio franciscano y otro ortodoxo griego. En 1968, dos monjes franciscanos reanudaron las excavaciones en la zona, hallando la casa del apóstol San Pedro y otras construcciones más de la época en que Jesús realizaba sus prédicas en esta parte del mundo.
Varios restaurantes están dispuestos a orillas del lago y sin dudar el plato más solicitado por los turistas es el llamado “Pez de San Pedro”, una combinación de vegetales de la zona con la preparación frita de una especie conocida como musht, cuyo nombre deriva del parecido de su aleta dorsal a un peine (musht, en árabe).
Al ver el paisaje y la abundancia actual de la zona, es posible comprender el motivo por el cual Jesús decidió dejar Jerusalén y refugiarse en los alrededores del Mar de Galilea, especialmente en Capernaum para comenzar su tarea.
A un costado de las ruinas de la sinagoga y el templo bizantino, cerca de unos frondosos árboles, aún se conservan grupos de rocas utilizadas como asientos y dispuestas en círculo de manera que quien desee hablar queda en el centro.
Apenas unos pocos kilómetros y ya el recorrido ha dejado ver varios de los lugares más emblemáticos rodeados de exuberante vegetación pero a medida que nos dirigimos al sur, el paisaje comienza a cambiar.
Jericó, la Ciudad de los Dátiles
Un oasis siempre verde en el Valle del Jordán. La ciudad de Jericó se encuentra a 800 metros sobre el nivel del mar y es considerada la ciudad más antigua habitada continuamente en el mundo, desde hace aproximadamente diez mil años.
Los arqueólogos aún no han logrado ubicar las antiguas paredes que fueron derribadas por Josué, quien conquistó Jericó tras cruzar el río Jordán.
Como hecho bíblico resaltante que une a Jerico con la historia del judaismo en el Valle del Jordán, se puede mencionar que fue en este lugar que el profeta Elías fue llevado a los cielos por una carroza de fuego.
En los alrededores de esta ciudad-oasis se han hallado construcciones del Neolítico (7.000 AC) así como restos de un piso mosaico de una sinagoga del siglo VI DC.
El desierto al mediodía
El paisaje compuesto por bosques y grandes extensiones de cultivos ya desaparece del horizonte e incluso ya nos alejamos del río Jordán a medida que el desierto empieza a mostrar su grandeza pero al mismo tiempo, una abrumadora soledad. El color verde de las praderas del valle van dando paso a elevaciones rocosas blancas y grises salpicadas con innumerables grutas y cavernas naturales.
Algún que otro beduino montado a camello, solo o como parte de una caravana, decora el paisaje una vez que el Valle del Jordán se convierte plenamente en un territorio árido, desértico y rocoso.
Hay promesa de detenernos al regreso para montar en los camellos y dar un breve paseo en los alrededores de un “oasis moderno”, una estación de servicios al costado de la carretera.
Eventualmente, las plantaciones de dátiles transforman el color del horizonte, pero el desierto nuevamente absorbe todo lo que lo rodea apenas dejamos de lado a las datileras.
Ya estamos en pleno desierto de Judea, más árido que el propio Sahara pero sin las características dunas de arenas, solo rocas y rocas, asemejando a un paraje lunar.
No se puede notar a simple vista rastro de alguna forma de vida pero el guía se encarga de advertir que es una zona donde abundan las serpientes pequeñas y los insectos, aunque para verlos habría que salir a buscarlos entre la arena y la piedra.
Y el río Jordán creó al Mar Muerto
De un momento a otro, todo a nuestro alrededor toma un tinte de color azul. Es el reflejo del Mar Muerto que se ubica a la izquierda de la carretera mientras el bus viaja hacia el sur.
No podemos decidirnos si observar el intenso color azul de las aguas bordeado por blancas playas, pero no de arena sino de sal, adornado por elevaciones montañosas en el horizonte jordano o prestar atención a la narración del guía que señala a las cuevas donde fueron hallados los Rollos del Mar Muerto a mediados del siglo pasado.
Finalmente la voz de Saúl, nuestro guía en este viaje gana nuestra atención, sobre todo por los detalles muy pintorescos de la manera en que ese tesoro tan valioso de la cultura humana pudo llegar a manos expertas para ser cuidadosamente guardados en el Santuario del Libro, en el Museo de Israel en la ciudad de Jerusalén.
Geográficamente ya hemos dejado el Valle del Jordán y ahora seguimos la costa del Mar Muerto, siempre con rumbo al sur y el guía sube la apuesta por ganar nuestra atención a medida que avanzamos teniendo a la izquierda al Mar Muerto y a la derecha a las Cuevas de Qumrán.
El hallazgo accidental más importante del siglo XXI
“Cuando tira la piedra, escucha un sonido hueco”, comienza diciendo Saúl, al iniciar el relato de cómo accidentalmente fueron hallados en 1947 por unos pastores de cabras los rollos del Mar Muerto, un grupo de pergaminos redactados por integrantes de una secta llamada Esenios, rival del poder religioso que controlaba al país desde Jerusalén.
Los esenios tomaron la decisión de retirarse a las montañas para vivir como nómadas en las cuevas de Qumrán, el lugar por donde el autobús que nos trasladaba a un día de playa iba pasando raudamente.
También Saúl parece acelerar el relato pero luego se enfoca en detalles muy interesantes de la historia. Los pastores se dan cuenta que su descubrimiento puede ser importante y siguen escarbando dentro de la cueva.
Finalmente logra rescatar cuatro jarrones de arcilla que contenían una infinidad de pergaminos protegidos por un rollo de cuero. El pastor toma los jarrones y se dirige a Belén, a la Iglesia de la Natividad, donde lo comercializa rápidamente por 6 dólares cada jarrón.
Un monje cristiano de Belén paga sin dudar los 24 dólares al pastor al notar la antigüedad del manuscrito redactado en hebreo y arameo pero días después lo pone en venta por 1.500 dólares cada jarrón a través de anuncios en los periódicos durante dos semanas.
Los anuncios no tuvieron el efecto deseado pues nadie llamó y finalmente fue levantado al quedarse el monje sin dinero para seguir pagando las publicaciones.
Sin embargo semanas después, el rumor de que en Belén un monje estaba ofreciendo el libro de Isaías llega hasta los oídos del anciano profesor Eleazar Sukenik, director de la cátedra de Arqueología de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
El profesor Sukenik tras muchos intentos logró contactar al monje y acordaron reunirse para concretar la venta el 30 de noviembre de 1947.
Negociando en una zona de guerra
Quizás Sukenik y el monje desconocían la agenda internacional de aquel entonces o simplemente fue por mala fortuna pero un día antes del encuentro pactado, el 29 de noviembre de 1947 durante una Asamblea de la recién creada Organización de las Naciones Unidas en Nueva York, se vota la partición del Mandato Británico y se crean los Estados de Israel y Palestina.
El ambiente en la región era peor a un volcán en erupción. Los árabes estaban en pie de guerra contra los judíos por no estar de acuerdo con la decisión tomada en Nueva York.
Pero absolutamente indiferente a esa situación, el profesor Sukenik se prepara para viajar a Belén, una ciudad de población mayoritariamente árabe y cuando abre la puerta para salir, su esposa pregunta a donde iba. El profesor le responde simplemente que se dirigía a Belén a comprar algo.
Ella le dice que estaba loco, que en Belén se estaban matando árabes y judíos y que casi toda la región estaba con un clima de guerra. Tras esto, le cierra la puerta pero continúan discutiendo por lo que su esposa decide llamar al hijo, Yigael Yadin, quien sería luego Jefe de Estado Mayor de la Fuerza de Defensa de Israel y que años más tarde lideraría las excavaciones que desenterraron la Fortaleza de Masada, a orillas del Mar Muerto.
El hijo llega y dice “Papá, no puedes ir a Belén, te van a matar” y Sukenik cede ante la súplica del hijo; “Hijo, si tú me lo dices, no voy a ir a Belén, mejor me voy a trabajar a la oficina de la Universidad”.
Tras eso, el profesor sale de su casa, toma un taxi y se marcha a Belén con 6 mil dólares en el bolsillo.
Llega a la Ciudad del Pesebre y se encuentra con el monje de la Iglesia de la Natividad, paga por los primeros cuatro libros y regresa a Jerusalén.
En ese momento, el equipo de arqueólogos se da cuenta que podrían llegar a encontrar muchos textos más en las cuevas y organizan una expedición para excavar en Qumran, donde finalmente hallan todos los libros de la Biblia excepto uno, el de Esther.
Las excavaciones no solo hallaron otros manuscritos sino que también restos de salas de reuniones, comedores, cocinas, lavanderías, cisternas y hasta un cementerio, todos ellos de la era del Segundo Templo de Salomón, en la zona donde los Esenios desarrollaban sus actividades tras abandonar Jerusalén.
La firma de Juan El Bautista
El hallazgo había sido impresionante. Textos con más de 2.000 años de antigüedad que mostraban a la sociedad de aquel entonces como lectores y escritores de libros religioso iguales a los de hoy, en idioma hebreo y arameo, así como un registro de las personas que integraban el grupo.
Uno de ellos era Johana Ben Zacharias, “Juan, hijo de Zacarías” más conocido como Juan El Baustista.
Los Esenios conformaban una secta integrada por sacerdotes que indignados por la corrupción de sus pares de Jerusalén, se habían retirado a vivir como nómadas en el desierto. Finalmente, cuando Tito y sus legiones romanas llegaron a Jericó, todos huyeron de Qumran dejando sus rollos en vasijas en las cuevas cercanas.
Una parte importante de los Rollos del Muerto y las vasijas de arcillas que las contenían se encuentran resguardadas en el Santuario del Libro en Jerusalén, bajo una cúpula que es regada de manera permanente para simular las mismas condiciones de humedad en la que fue mantenida dentro de las cuevas de Qumran a pocos metros del Mar Muerto por casi dos mil años.
Continuaba Saúl con la historia del descubrimiento de los rollos del Mar Muerto, cuando tras una pronunciada curva, el paisaje que rodeaba a la carretera lo obliga a cambiar de tema.
Las elevaciones rocosas salpicadas por infinidades de cavernas se alejan y dan paso a un paisaje saturado de datileras y otras especies de plantas, algo muy parecido a lo que vivimos cuando comenzamos el recorrido en la zona norte del valle pero con el Mar Muerto ahora como compañía.
El rey Salomón le canta al amor en Ein Gedi
Y de nuevo un lugar con historias maravillosas: ingresamos al oasis de Ein Gedi, donde el rey Salomón se inspiró y escribió hace tres mil años, “El Cantar de los Cantares”, uno de los libros sagrados del conjunto de libros de la religión judía pero también era el mismo lugar donde creaban un producto que enloquecía a las mujeres de la alta sociedad romana de aquellos tiempos esplendorosos del Imperio europeo, el perfume de Bálsamo.
Quienes vivían en Ein Gedi poseían el secreto de la preparación del Bálsamo, que era transportado hacia Roma en largas caravanas de mercaderes, convirtiendo al oasis a orilla del Mar Muerto en uno de los lugares más prósperos del mundo antiguo por un largo tiempo.
Un mensaje tallado en piedra hace miles de años por algún sabio preocupado por el futuro de su oasis dice “Maldito aquel que descubra nuestro más valioso tesoro”, en referencia al secreto de la preparación de tan apreciada mezcla.
Famosa por sus manantiales y cascadas con exuberante vegetación tropical, el oasis de Ein Gedi es perfecto para el íbice, una cabra salva con enormes cuernos curvos y los ocasionales leopardos que deambulan libremente por la reserva natural y el spa Hamei Ein Gedi es famoso por sus aguas termales minerales con propiedades únicas.
La obra maestra del rey Herodes, el Grande
La próxima parada de este fabuloso recorrido, que inició cerca de una triple frontera entre Siria, Líbano e Israel, es la Fortaleza de Masada, cuya historia en particular mereció un artículo propio, debido a lo complejo del Palacio y la densidad de los hechos por el cual es conocida una de las obras maestras del Rey Herodes, El Grande o El Constructor, como es conocido en la historia del pueblo judío.
Tras dejar Masada y sus casi 500 metros de altura, es momento de disfrutar de la playa y que mejor que el Mar Muerto a 435 metros por debajo del nivel del mar para hacerlo.
Flotando en el “Mar de Sal”
Descrito como “El Mar de Sal” en el Génesis, las aguas del Mar Muerto contienen 30% de magnesio, sodio, calcio, cloruro de potasio y otras sales que lo hacen el cuerpo de agua con el mayor contenido de sales del planeta.
Todos estos minerales son extraídos y refinados en plantas de procesamiento en la zona y posteriormente utilizados con fines agrícolas e industriales.
No ingresen al agua con ninguna cadena, anillos, aretes o cualquier clase de joya, está condenada a desaparecer si lo hacen”, fue la primera indicación antes de llegar a la playa, que ahora se torna de un intenso color naranja debido al alto contenido de minerales que posee, en especial azufre.
La siguiente indicación de Saúl fue mucho más simple: evitar que el agua toque nuestros ojos y con más razón evitar que llegue a nuestra boca. En los primeros instantes tomamos con mucha seriedad la advertencia pero el correr de los minutos la confianza le jugó una mala pasada a varios. Aunque se reconocen propiedades curativas al agua del Mar Muerto y al barro que lo rodea en algunos sectores, no es nada agradable sentir la presencia extremadamente salina en los ojos y la boca.
Es hora del regreso
Tras casi dos horas de flotar y flotar en las densas y muy saladas aguas del Mar Muerto, el cansancio nos ha vencido a todos por lo que es hora de salir e ir a las duchas para sacarnos de encima algo parecido a una emulsión aceitosa antes de cambiarnos, volver al bus y emprender el regreso a Beit Berl, una comunidad universitaria a mitad de camino entre Jerusalén y Tel Aviv y muy próxima a Kfar Saba, una importante ciudad ubicada en el centro de Israel.
El paseo sobre camello prometido a la ida, ha sido postergado porque la noche avanza velozmente en el desierto y ya completamos el recorrido de un extremo a otro del Valle del Jordán, una de las joyas turísticas de la nación hebrea.
El Valle del Jordán forma parte de un conflicto territorial, como muchos otros en el Medio Oriente, pero el actual Primer Ministro de Israel, Benjamín Netanyahu prometió (como parte de su última campaña electoral) anexarlo definitivamente al territorio de Israel, algo que ya ha sucedido en la práctica.
Este hecho generó protestas en los países árabes, como era de esperarse, pero nadie duda que tarde o temprano el Valle del Jordán será integrado de manera oficial como parte del país, independientemente de quien finalmente sea nominado como Primer Ministro.
De hecho, todas las obras de infraestructuras como carreteras, puentes y demás, han sido financiadas y construidas por Israel desde hace décadas.
La seguridad nacional es un buen motivo para hacerlo y la zona es de vital importancia para la supervivencia misma de la nación hebrea. Es una de las condiciones que ha sido siempre discutida, negociada pero nunca acordada en todas las propuestas de paz que usualmente aparecen para resolver el conflicto palestino – israelí.
De igual manera, mientras este conflicto se resuelve, el Valle del Jordán sigue intacto aguardando a quienes deseen conocer una mezcla de paisajes tan diverso y de paso aprender de sus lugares históricos o disfrutar de su gastronomía.