Fuente: elespectador
Por Marcos Peckel
Pareciera que en el debate que se está dando por la mal llamada “primavera latinoamericana”, se estuviera perdiendo una noción básica de lógica “pambeleana”: no es lo mismo una dictadura que una democracia. Ejemplo elocuente de esa “confusión” es cuando se acusa al secretario general de la OEA, Luis Almagro de “usar un rasero diferente” en los casos de Chile y Bolivia. Cae por su propio peso que es diferente, no tiene nada que ver con izquierda o derecha, sino con el hecho de que Chile es una vibrante democracia y Bolivia iba camino a la dictadura de Evo Morales, siguiendo el camino de su mentor, Hugo Rafael Chávez Frías.
Cuando la calle se moviliza en una democracia existen los mecanismos para enfrentar el descontento popular dentro de los causes constitucionales. Incluso cuando existen designios de desestabilización la democracia tiene las herramientas para responder. Dichos mecanismos no existen en las dictaduras por lo que la respuesta a la calle no es otra que la represión. Extraño que no se hubiera usado el término “primavera” cuando estallaron las protestas en Nicaragua y Venezuela, reprimidas a sangre y fuego, sino cuando lo hicieron en Chile y Colombia, muestra del maniqueísmo que pareciera haberse tomado las “ondas hertzianas”, las redes sociales y columnas de opinión.
El término primavera fue acuñado por primera vez en las protestas de 1968 en Praga contra el régimen comunista las cuales acabaron aplastadas por los tanques soviéticos. Revivido el término para las protestas que estallaron en Europa Oriental durante la perestroika que dieron al traste con medio siglo de dictaduras comunistas y desembocaron en regímenes democráticos. La palabreja volvió a resurgir durante las manifestaciones en el mundo árabe a comienzos de la década, las cuales han tenido resultados opuestos, cataclismicos en algunos casos, con las excepciones de Túnez, cuna de la primavera, donde se estableció la democracia y Marruecos y Jordania donde sus monarquías abrieron espacios a la participación política.
Las por los “chalecos amarillos” agitadas calles francesas se calmaron, aunque aún con esporádicas escaramuzas, gracias a que la democracia ofrece caminos diversos a concertar con el descontento. Situación similar se dio en Ecuador con el presidente Lenin Moreno admitiendo las demandas de los indígenas y trabajadores frente al recorte de los subsidios al combustible.
Hablando de dictaduras, no se había secado la tinta de la destemplada carta enviada a este diario por el embajador de Irán en Colombia, Mohammad Ali Ziaei, en respuesta a una columna mía en la que acusaba a Teherán de ayudar a reprimir las protestas en Iraq y Líbano cuando estallaron las mismas en su país. La respuesta del régimen ha sido la de cualquier dictadura: brutal represión, bloqueo informativo y desconexión total del internet en el país. Entretanto el “gobierno usurpador de Israel”, término en que el embajador se refiere a Israel - que dirá la cancillería- constituye la más robusta democracia en la región.