El blog de Ariel Jerozolimski en The Times of Israel
Al tratar de registrar la atmósfera en tiempos de la pandemia por el Coronavirus, queda confirmado el sentimiento que estamos viviendo tiempos históricos.
Justo al lado de mi casa encuentro a dos vecinos conversando activamente pero sentados a varios metros el uno del otro, hasta de modo más estricto aún de lo exigido por las reglas.
A la entrada de la aldea árabe Isawiya veo una ambulancia de Magen David Adom con sus paramédicos vistiendo equipo protector, a los que se había llamado para evacuar a un paciente sospechoso de haber contraído Coronavirus. Esperan que la Policía de Fronteras los escolte dado que no tienen permiso de entrar solos a la aldea debido a que en el pasado hubo incidentes de pedreas a ambulancias de Magen David Adom.
La carretera Begin que conecta el norte y sur de Jerusalem está tranquila.
En la ciudad, algunos habitantes caminan disfrutando el tiempo agradable y las calles están vacías y en silencio absoluto.
En la Ciudad Vieja veo a dos hombres a los que el Coronavirus no impide llegar a la puerta de Iafo (Jaffa) para alimentar a las palomas aún en la singular situación actual.
Veo a un hombre y un niño que no pierden ni un segundo en su actividad deportiva y siguen saltando en el lugar, mientras policías revisan sus cédulas de identidad para confirmar si están autorizados a entrar a la zona bajo restricciones de movimiento, por las cuales se permite ingreso únicamente a residentes locales.
Mujeres árabes hacen fila para entrar al correo, llevando la mascara hoy obligatoria, lo cual combinado con su hijab tradicional, hace que únicamente se vea sus ojos.
Luego de pasar junto a las tiendas cerradas del Bazar árabe, llego al Santo Sepulcro, donde encuentro a un sacerdote católico fuera de la Iglesia cerrada, mirando el cielo...quizás estaba buscando una respuesta.