Mundo Judío

MiSinai

Compartimos con nuestros lectores MiSinai de esta semana.

No. 60
Ekev
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LA BATALLA: ENTONCES Y AHORA

Por Naftali Silberberg

La Torá no es un buen libro de historia. A veces se omiten eventos históricos significativos, mientras que incidentes aparentemente triviales se relatan extensamente. Y para hacer las cosas aún más confusas, la Torá tiene la tendencia de contar los eventos fuera de orden cronológico.

Esto es debido a que la Torá, a pesar de que se presente en forma de historia, no es para nada un libro de historia. Cada episodio bíblico es de hecho un “evento de actualidad”, aplicable a nuestras vidas diarias. Por lo tanto la Torá relata solo historias cuyos mensajes son perpetuos, e incluso esas historias están “editadas”, dejando solo los detalles que son pertinentes a su mensaje eterno, presentadas de una forma que transmita el mensaje en una forma óptima.

Por lo tanto, estudiar Torá sin explorar el texto por los mensajes pertinentes es ignorar el alma de la Torá. Por ejemplo cuando nos sentimos abrumados y desbordados por los problemas de la vida, miramos a Noaj por inspiración. Cuando estamos enfrascados en un combate con el mal, tanto sea tentaciones internas u oposición externa, leemos la historia de Iaacov y Esav, y aprendemos cómo reaccionar. La historia del Éxodo nos enseña como tratar con la esclavitud a nuestros impulsos, naturaleza o adicciones. 

El Libro de Devarim está repleto de descripciones de Moshé de la próxima conquista de la tierra de Canaán, y su aseguramiento de que los Israelitas serían exitosos en la batalla. Lo siguiente está tomado de la lectura de la Torá de esta semana, es una de las muchas afirmaciones de Moshe sobre el tema:

“Quizás pienses: ‘Estas naciones son más numerosas que yo, ¿cómo haré para expulsarlas?’, ¡no les temas!... No te quiebres por ellos, pues el Señor, tu D-os, está contigo, es un D-os grande y temible.” (Devarim 7:17-21)

Moshé se estaba dirigiendo a una nación que estaba acostumbrada a los milagros como nosotros a la naturaleza. Con Moshé al mando, los israelitas recién habían conquistado los dos poderosos reinos de los emoritas y bashanitas, Su dieta diaria consistía de maná del cielo y agua que fluía de una roca. Pero Moshé sintió su temor e inquietud, y sintió la necesidad de darles confianza. Ellos eran conscientes que una vez que entraran a Canaán, se deberían valer por si mismos. D-os no mandaría diez plagas sobre los cananeos, ni Moshé estaría allí para manipular la naturaleza a voluntad. Y enfrentar a los 31 reinos cananeos en batalla de igual a igual era una perspectiva temible.

Y Moshé no negó que el enemigo fuera formidable. Pero les aseguró que a pesar de que la mano de D-os no estaría manifiesta en su guerra inminente, estaría de todas formas detrás de escenas, asegurando la victoria israelita. Reconociendo la importancia de la moral, Moshé inyectó confianza en los israelitas, asegurándoles que solo tenían que hacer su parte en el campo de batalla y D-os dispondría el resultado favorable.

Nosotros también enfrentamos una batalla cada día. Y frecuentemente el enemigo parece formidable e inconquistable. El maestro jasídico Rabí Levi Itzjak de Berdichev una vez se dirigió a D-os diciendo: “Señor del Universo, Tú has puesto todas las tentaciones físicas ante nuestros ojos, pero los beneficios espirituales y recompensas por seguir Tu voluntad están relegadas a los libros de estudio. ¡Es injusto! Invierte la situación. Serena nuestros ojos con un aprecio por la espiritualidad, y consigna todos los beneficios materiales y placeres a los estantes de la biblioteca. ¡Mira entonces cuánta gente va a pecar!”

Sería tonto subestimar la batalla que enfrentamos diariamente, y quizás no tengamos los medios para tener éxito solamente por nuestros propios poderes. Pero, Moshé nos ordena recordar que no estamos solos en el campo de batalla. D-os quiere que luchemos y trabajemos, y cuando lo hacemos, Él personalmente garantiza nuestra victoria.

“El Señor tu D-os expulsará a esas naciones de tu presencia poco a poco...” (Devarim 7:22)

La batalla es lenta; no nos convertimos en personas espirituales de la mañana a la noche. Pero con persistencia, determinación y ayuda de Arriba, eventualmente nos volveremos los individuos espirituales y refinados que tanto deseamos ser.

 

LA FUENTE DE NUESTRO ÉXITO

[Advirtió Moshé al pueblo judío: “Cuidado, no sea que] digas para ti mismo, ‘es mi propia fuerza y el poder de mi mano lo que ha acumulado esta riqueza para mí.’” (Devarim 8:17)

Los hijos suelen superar a sus padres de muchas formas, a pesar de haber heredado de ellos sus habilidades y talentos. La razón por la que los hijos manifiestan capacidades que sus padres no parecen poseer es que esos talentos se hallaban latentes en los padres y se activaron recién en sus hijos.

De manera paralela, D-os llama al pueblo judío Sus “hijos”. Él nos ha encomendado llevar al mundo a su completud, y para ello nos ha otorgado una cuota del poder a la que Él ha renunciado. En función de esto, cuando logramos acercar en algo al mundo a su realización máxima, puede ocurrir que erróneamente atribuyamos este logro a nuestro propio poder.

En previsión de esto, la Torá nos recuerda que, así como los hijos deben a los padres sus poderes superiores ya que fue de ellos que los heredaron, también nosotros debemos recordar que todo el poder del que disponemos para alcanzar grandes logros en este mundo lo debemos a D-os.

Hitvaaduiot 5743, vol. 4, pág. 1857-1859.

Deuteronomio (Devarim) 7:12 – 11:25

En la tercera sección del libro Deuteronomio, Moshé pronuncia su segundo discurso de despedida al pueblo judío. Exhorta en él a observar incluso los que parecieran ser mandamientos menores, aquellos que —en sentido figurado— una persona podría llegar a pisar con el talón (éikev, en hebreo). Luego continúa su repaso de los acontecimientos ocurridos durante los cuarenta años de travesía del pueblo judío por el desierto, enfatizando las lecciones por aprender de estos.

RABÍ SHIMON HATZADIK (SIGLO III AEC)

Por Nissan Mindel

Hijo de Honio, nació en el año 3585 de la creación del mundo. Fue Cohen Gadol y dirigente de la nación, como así jefe religioso y presidente de la Keneset Haguedolá. En su tiempo dicha Keneset Haguedolá compuesta de 120 miembros, se transformó en Sanhedrin de 71 miembros.

No existieron en la historia muchas personalidades como Shimon HaTzadik. Supo dirigir al pueblo con gran sabiduría no sólo en asuntos religiosos, sino también en sus necesidades materiales. Consiguió construir la gran fortaleza de Jerusalén para proteger a la ciudad contra sus enemigos. También se ocupó de efectuar las reparaciones del Bet Hamikdash. Shimon HaTzadik fue un verdadero pastor que amó al pueblo y propagó la enseñanza de la Torá.

En el Pirke Avot, Rabi Shimon HaTzadik cita un gran principio: "El mundo se establece sobre tres pilares: "la Torá, el Servicio Divino y la práctica del bien". Shimon HaTzadik fue el primero de los Tanaim y remitió a sus sucesores la Torá Oral recibida de sus predecesores.

EL TEMOR A D-OS

El temor a D-os es una mitzvá muy liberadora. Hay dos fuerzas que impulsan a las personas para que actúen en este mundo: el amor y el temor. Las cosas menos importantes de la vida son aquellas que menos amas y menos temes. Las cosas más importantes son aquellas que más amas y más temes.

Con amor, uno se plantea sus objetivos a alcanzar. Con temor, uno fija sus limitaciones. El que tiene miedo de fracasar, obviamente, no corre ningún riesgo. El que les teme a los demás se destierra de su propio yo. El que le tiene miedo a la vida no tiene espacio para respirar.

La Torá nos libera al dictaminar que hay una sola cosa a la hay que temer ni al fracaso, ni a los demás, ni siquiera a la muerte . A lo único a lo que tenemos que tenerle miedo es a Aquel que está más allá y dentro de todas las cosas, Aquel al que llamamos D-os.

¿Qué es el temor? Puede que sea un miedo muy simple a que “si hago esas cosas que a Él no le gustan, las consecuencias no serán nada buenas”. O para aquel que es sensible al innato amor a D-os que tiene en su alma, el temor sea el miedo a la separación de ese vínculo y de esa unidad, igual que un niño pequeño que tiene miedo de separarse de sus padres. Para aquellos que contemplan la infinita grandeza de D-os y las maravillas de Su creación, el miedo conlleva una sensación de temor y asombro, que afecta espontáneamente todos los sentidos y que eleva la vida a un nivel absolutamente nuevo.

A veces, “temor reverencial” es la expresión más acertada; otras, será “asombro”. Sin embargo, en todas las formas en que se manifiesta el temor, hay un denominador común: la conciencia de la existencia de una realidad que se encuentra más allá de la realidad de la persona y que define y determina todo lo que hace. De esa manera, cada forma que toma el verdadero temor a D-os es un escape de los límites del propio ego; entonces, uno queda absorbido dentro de algo muchísimo más grande: un escape que el más grande amor es incapaz de suministrar. Porque el amor nos habla acerca de la naturaleza de aquel que ama, mientras que el temor, la reverencia y el asombro son exclusivamente de Aquel, que es quien inspira dicho temor.

¿Y qué pasa si no se tiene esa sensación de asombro o de reverencia o, incluso, de temor? En ese caso, cada día puede hacerse de un tiempo para reflexionar acerca de la relación con D-os para volverse plenamente consciente de Su imponente y afectuosa presencia. Y una vez que esa conciencia encuentra un lugar fijo en el corazón, todo lo que se realiza sale bien y se hace con alegría y con placer. Entonces, se puede decir que uno es libre.

MiSinaí es una publicación de Jabad Uruguay. Pereira de la luz 1130, Montevideo.
Artículos extraídos de www.Jabad.org.uy y www.Chabad.org, publicados con permiso.
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