En comunidad

Uruguay-Israel: Cambiar la estrategia (Tercera y última parte)

Por Eduardo Zalovich

 

“La misión de AIPAC es fortalecer y ampliar la relación entre Washington y Jerusalén… Nos involucramos y educamos sobre los lazos que unen a los dos países, y por qué es esencial fortalecer esos lazos y asegurar que el Estado judío permanezca fuerte y seguro.”

 

 

Como hemos fundamentado en las notas anteriores, el mejor modo de defender la causa de Israel, como uruguayos judíos, es ceder el protagonismo. El Medio Oriente es una región muy conflictiva, plagada de dictaduras, guerras civiles e intervenciones extranjeras. Está siempre en la mira de la opinión pública, en particular el diferendo palestino-israelí. Valdría la pena estudiar por qué hechos mucho más graves en cuanto a víctimas y destrucción no son siquiera noticia. La ocupación del Tíbet por parte de China, el norte de Chipre controlado por Turquía, la represión brutal de dictaduras repartidas por medio mundo… pero esto excede el objetivo de la nota.

 

 El larguísimo choque judeo-árabe, en especial con los palestinos, despierta pasiones. La extrema derecha -léase nazis- está obviamente a favor de éstos últimos, y la extrema izquierda -comunista y afines- demuestran hoy un odio a Israel igual al extremo político opuesto. Grupos que hablan de progreso e igualdad, miran para otro lado cuando los palestinos -que se autogobiernan en Gaza y la Autonomía cisjordana- oprimen a su propio pueblo, glorifican y financian el terrorismo, además de deformar la historia y los hechos de un modo que iguala al ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels. Los alemanes de aquella época decían que Jesús era ario… y Abu Mazen sostiene que era palestino. A pesar de que su origen y prédica como judío está en la Biblia; transparente como el agua.

  Esta prédica radical, antisemita, ha provocado también ataques a comunidades judías en el mundo. En EEUU, Francia, Bélgica o Argentina, los atentados han causado muertos. En especial los ataques a la embajada israelí y a la AMIA, organizados por el régimen teocrático de Irán, causaron más de 100 muertos. Esta realidad llevó a las instituciones y escuelas hebreas a implantar medidas de protección extremas. En 2014, en Uruguay, al amparo de la ignorancia histórica del presidente José Mujica y las críticas del canciller Almagro a Israel, se abrió una embajada -no un consulado como es usual- en Ramallah, se nombró embajador a Enrique Rivero, que tuvo manifestaciones judeofóbicas en numerosas oportunidades -sobran testigos-, y se organizaron protestas, poco concurridas, frente a la embajada de Israel y en la explanada de la Biblioteca Nacional. También hubo pintadas antijudías en monumentos, la Interbalnearia y Punta del Este. El entonces intendente de Maldonado, Oscar de los Santos, participó en borrar las leyendas ofensivas en nuestro principal balneario (aunque quien escribe prefiera Piriápolis…).

 

 Las reacciones a estos hechos se dieron por parte de políticos, varios periodistas, dirigentes judíos y se convocó una importante concentración en plaza Trouville. El “debe” de esta reacción, meritoria sin duda, es que corrió exclusivamente por cuenta de la colectividad. Y, para enfrentar mejor estos hechos, se precisa una organización pluralista, aconfesional y apartidaria. Con miembros de todos los ámbitos de la vida nacional. Un grupo organizado, integrado por personas que defiendan a Israel por convicción y no por ser judíos. Esto es MUCHO más efectivo ante la opinión pública. 

 Periodistas como Claudio Paolillo -lamentablemente fallecido muy joven- o Gerardo Sotelo, el escritor Fernando Butazzoni-y temo pecar con olvidos involuntarios de otros aportes valiosos-jugaron un papel clave en el esclarecimiento de la verdad: la agresión de Hamás a Israel, su carácter terrorista y su ideología nazi-islámica. 

 

 El esclarecimiento y la lucha contra la “demonización” de Israel son causas que no deben limitarse a las instituciones judías. Porque las expone aún más ante los extremistas, y coloca a toda la comunidad -aún más- en la “línea de fuego” de organizaciones radicales. En cambio, grupos como ACOM en España o AIPAC en EEUU, poseen una llegada y efectividad mayor, manejándose con independencia de los líderes judíos. Lógico que las comunidades apoyan estas actividades, pero no las dirigen. Y esto ha funcionado y funciona con enorme eficacia.

 

  Confío que esta trilogía de notas sirva para llevar el tema a las mesas de trabajo del “Comité Central Israelita del Uruguay” -institución “techo”- donde participé 10 años en la Comisión de Prensa y Difusión (COPREDI), aprendiendo de grandes activistas como Samuel Bregman e Isaac Margulies. Y también a instituciones dinámicas como la B’nai B’rith -donde cumple un excelente rol Eduardo Kohn-, la Kehilá, la NCI y la OSU, entre otras. 

 Si surge un equipo como el CUPP uruguayo de 1945-49, que tuvo un rol fundamental en obtener apoyo popular y oficial al nacimiento de Israel; la ACOM española, un poderoso freno al boicot del BDS; o AIPAC, un lobby americano clave para lograr respaldo del Congreso al estado hebreo, el apoyo uruguayo a Israel podría ascender a niveles mucho más altos que los actuales. Que así sea.

 

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