Todos guardamos en la mente y el corazón recuerdos de momentos, situaciones, que para nosotros simbolizan algo vivido. Para bien o para mal. Atesoramos con cariño y nostalgia los que representan buenas vivencias ya pasadas, y lamentamos recordar también de los otros.
Cuando de la búsqueda de la paz se trata, la simbología es un tema clave.
Y ahora, los anuncios sobre el acuerdo de paz entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos, traen muchos recuerdos. Pero lo central es que pasa ahora, parece inminente y ya lo tenemos –así nos aseguran-a la vuelta de la esquina.
No es que esté planeando viajar pronto a Dubai. Pero saber que un país árabe abre las puertas a Israel, no puede menos que hacer bien. Al fin y al cabo, no es normal que vecinos cercanos o lejanos consideran a un país de la región ajeno a la misma.
Una de las primeras muestras de lo singular del anuncio, fue el barómetro de los últimos tiempos: el edificio de la Municipalidad de Tel Aviv, iluminado anoche con los colores de la bandera de los Emiratos. Dicho sea de paso, son varias las banderas del mundo árabe con los mismos colores, en otro orden y posición. Pero esta vez, con una particularidad, que se puede captar en el video. La bandera de los Emiratos, y la de Israel, tan juntas como se puede tomando en cuenta que no se pueden sobreponer.
Es que esta vez, no se trató meramente de poner la bandera para señalar una fecha alegre, o para expresar solidaridad ante una tragedia-como pasó el 4 de agosto con la bandera de Líbano, tras la explosión en Beirut-sino una forma de celebrar el anuncio del acuerdo de paz.
Símbolos ha habido muchos a lo largo de los años, aunque acuerdo de paz ha habido pocos
Los estaba recordando, cada uno, un lingote de oro por lo que significó en su momento.
El Presidente de Egipto Anwar el-Sadat aterrizando en Israel aquel noviembre de 1977, ante los incrédulos ojos de los israelíes que se salían de sí de tanta felicidad. Casi 30 años después de la fundación del Estado de Israel, el Presidente del mayor país árabe llegaba de visita, precedido de promesas de paz.
“No más guerras, no más derramamiento de sangre, que la paz sea con vosotros”, decía años después, el 26 de marzo de 1979 en los jardines de la Casa Blanca, acompañado de su socio, el otro gobernante tan valiente como él, el Primer Ministro de Israel Menajem Begin.
Y cuando en octubre de 1994 se firmó en el desierto de la Aravá la paz entre Israel y Jordania-allí estuvimos y recordamos la emoción- ese era el colorario de un proceso en el que la relación personal entre el Primer Ministro Itzjak Rabin y el Rey Hussein jugaba un rol clave.
Recordamos la emoción cuando el Rey sobrevoló Jerusalem en su helicóptero y la gente esperaba ansiosa poder identificarlo. Cuando se arrodilló humildemente en la visita de duelo que realizó a familiares de jovencitas israelíes asesinadas por un soldado jordano en la “Isla de la paz” en Naharaim, uno de los puntos de la frontera entre ambos países. Cuando le arreglaba la corbata a Rabin en la Casa Blanca, con el Presidente Bill Clinton observando sonriente, antes de un acto oficia.
Hubo buenos momentos también en el proceso de acercamiento a los palestinos. Pero fue distinto. A Rabin le costaba evidentemente estar allí en la Casa Blanca junto al jefe de la OLP Yasser Arafat, responsable de tantos atentados terroristas contra la ciudadanía israelí.
Ahora esperamos que se vayan agregando escenas, frases, fotos, a la simbología de la nueva etapa, del tercer acuerdo de paz entre Israel y el mundo árabe, en este caso con los Emiratos Árabes Unidos. Que sean todos señales de acercamiento, de cooperación, de intercambio. Hay muchas cosas buenas para hacer juntos, cuando hay voluntad de paz.
