Entrevistas

Con Alejo Schapire, autor de La traición progresista

Esta entrevista fue hecha previa a la lectura de su libro "La traición progresista". Los invito a leerlo y les dejo estos tweets con frases que me impactaron. 

¿Si tuvieras que contar quién sos que dirías?

Depende de quién pregunte. En los papeles soy un periodista argentino de 46 años radicado en Francia desde 1995. La época está obsesionada con la identidad, para mí es maleable y entendí que el contexto, geográfico, histórico, religioso, sexual puede tomar cualquiera de tus múltiples identidades y convertirla en un momento dado en la más importante, e incluso imponértela.

¿Cuándo fue la primera vez de niño que oíste la palabra judío y supiste que algo tenía que ver contigo?

No lo tengo muy claro. Vengo de una familia agnóstica tirando a atea, de múltiples orígenes religiosos, donde no quedaron rastros de tradiciones religiosas o culturales. La navidad aparecía como en el calendario como el momento más relevante por el lado de Papa Noel y el costado regalos. Creo que la primera vez que supe y entendí el peso fue en un viaje por la Panamericana. Mi madre conducía, yo estaba en el lado del pasajero. Leía una revista Billiken que mencionaba la Segunda Guerra Mundial. En mi recuerdo mi madre me contó de Hitler, de los judíos, de los campos de concentración y que nosotros teníamos un origen judío.

¿Cuándo te diste cuenta que querías ser periodista? ¿Cómo fueron tus inicios en Página 12?

En la secundaria era el único de mis amigos que leía el diario. Leía Página/12, de hecho algunos me apodaban Página/12 y sabían que yo tenía conmigo el diario por si querían ver la cartelera de cines. Me gustaba la irreverencia del diario, que coincidía con mi descubrimiento de la literatura y la adolescencia, en la que me instalaba en el mundo adulto, “de las noticias”. Mi primer CV lo mandé a los 18 años a Página/12, una carta manuscrita que no tuvo respuesta. Casi diez años más tarde, ya instalado en Francia, propuse una nota por mail y Radar Libros, el suplemento literario de P/12, me propuso una primera colaboración que duró años. Para mí, como para muchos otros ingenuos, el periodismo era la manera de encontrar una manera de sobrevivir económicamente en un terreno cercano a la literatura, del que nadie podía esperar vivir.

¿Cómo fue tu ida a Francia?

Fui al Liceo Francés de Buenos Aires, de donde salí con un doble bachillerato. En un momento en el que el menemismo iba por su segundo mandato, estaba muy disgustado con el país. Coincidió sobre todo con que económicamente mi madre pudo costearme mi estudios en Francia, a donde fui a estudiar Filosofía, a la ciudad de Burdeos.

¿De qué trata tu libro  “La traición progresista”?

Es un libro que trata de una guerra entre dos izquierdas: la tradicional, que lleva la promesa de emancipación universal que combate la opresión económica, religiosa, sexual, que es antitotalitaria y la nueva, identitaria, que en nombre del antiimperialismo está dispuesta a pactar con el oscurantismo religioso, el antisemitismo, la censura mojigata. Es un libro para los huérfanos de la izquierda como yo, que un día se dieron cuenta de que a su alrededor se festejaba el atentado del 11S-, se encontraban excusas a la matanza de Charlie Hebdo, se apoyaba a regímenes que tiraban homosexuales de las terrazas, justificaban las palizas a judíos en las calles europeas en nombre del antisionismo, mientras convertían obsesivamente a la única democracia de Oriente Medio en el enemigo más odiado.

¿Qué queda en Francia de los valores universales de la Revolución Francesa?

Francia es tal vez el último bastión del universalismo por su larga tradición. El racionalismo, la irreverencia ante la religión, la autonomía del pensamiento analíticos están en el ADN francés. Sin embargo, la situación ha cambiado mucho. Las “identity politics”, los “genders studies”, los estudios “anticolonialistas”, el revisionismo histórico cargado de resentimiento están conquistando la academia y los medios, los lugares donde se fabrica el poder simbólico, y están ganando. En lo político hay una toma de conciencia, que vino probablemente de lo más visible, la destrucción de estatuas, la censura de clásicos del cine o la literatura. Pero no sé si no es demasiado tarde ya para hacer algo.

¿Qué opinas de la interseccionalidad? ¿Se puede ser de una minoría y no votar a la izquierda?

Pienso que la interseccionalidad es una trampa. Primero porque en concebir la sociedad como grupos de víctimas en una puja por mostrar quién está peor, una olimpiadas de la victimización es poco sano. Pero sobre todo es una mirada falsa. No se puede resumir una persona a su color de piel o su sexualidad. ¿Tiene más que ver un montevideano negro con un danés de origen angoleño que un montevideano judío con un finlandés? No lo creo. A la hora de votar, ¿los intereses de la CEO de una multinacional son los mismos que los de una cajera de supermercado porque ambas menstrúan? No necesariamente. La izquierda identitaria pretende que sea así. En lo hechos, hay homosexuales, negros, judíos, musulmanes que votan a la derecha y odian que los tomen por un voto cautivo al que se acusa de traidor “si vota mal”.

Si la izquierda no simpatiza con la minoría judía por identificarla con Israel, ¿los judíos progresistas se sienten huérfanos?

Están los judíos que sienten la necesidad de expresar su odio a Israel más fuerte que los demás para ser aceptados (algunos lo llaman autoodio). Es el precio a pagar para sentirse en casa bajo el techo progresista. Para el resto es un problema.

En la serie de tv Borgen, hay un capítulo que el jefe del Partido Laborista le dice a la Primera Ministra que él es el último  líder de un partido de izquierda que fue obrero. ¿Hoy día quiénes  son los votantes de la izquierda?

Los votantes y el sujeto de izquierda, que antes era la clase trabajadora, son los ganadores de la globalización. El corazón del electorado de esta izquierda son los burgueses blancos biempensantes de las grandes urbes, los pertenecientes al mundo de la educación y la cultura (son los ideólogos y transmisores de esta ideología), la militancia lgbt+, los inmigrantes que se sienten que sus intereses son mejor defendidos por la izquierda europea (aunque sigan al mismo tiempo votando por correo por partidos ultraconservadores en sus países de origen, el caso turco es emblemático).

¿Cómo es ser blanco, argentino, judío en Francia?

Depende del contexto. Ser argentino es ser un blanco sin exotismo, un fraude para el francés que amaría que vengamos con un loro en el hombro. Blanco no significa nada si no estás en un barrio donde tu color es minoritario, allí sos sinónimo de burgués. En cuanto a judío, depende de cuánto te identifiquen como tal y en qué barrio. En algunos barrios parisinos y suburbios, mejor no llevar kipá. Algunos colegios ya están vedados a los alumnos judíos, van a privados o religiosos para preservar su integridad física. En el medio intelectual y mediático, el apellido tiene una connotación fuerte para tratar ciertos temas y ser blanco de teorías conspirativas.

¿Cómo se concilia hoy día la izquierda ideológicamente con la defensa de países como Irán que violan sistemáticamente los derechos humanos?

Se apela al relativismo cultural (“son sus costumbres que no debemos juzgar desde nuestro eurocentrismo”), a la lucha antiimperialista, en última instancia es siempre culpa del pequeño y el gran Satán, Israel y Estados Unidos.

¿El odio a Israel es un aglutinador que junta sectores muy diversos?

Israel es un punto donde convergen dos antisemitismos, el tradicional y el nuevo, el antisionismo. El judío e Israel son las entidades manipuladoras que, pese a ser físicamente pequeños, gracias a su inteligencia y su dinero dominan el mundo desde las sombras. La vieja extrema derecha europea, la izquierda radical, el islam político o el populismo de los chalecos amarillos abrevan en el mismo argumentario. El Rothschild de ayer es el Soros de hoy. No es casual que un Pablo Iglesias tenga su programa en el canal iraní Hispan TV. No es casual que en su primer programa en Russia Today Julian Assange entrevistara a Hassan Nassrallah, líder de Hezbolá. El nuevo antisemitismo, disfrazado de antisionismo, reprocesa los viejo clichés antisemitas para vomitarlos con un nuevo packaging.

Los episodios de violencia antisemita han crecido en los últimos años. Esto va a tener como consecuencia un aumento de la alia o pensas que van a ver mecanismos del gobierno francés para que la violencia disminuya?

La aliá alcanzó cifras récord en los últimos años. Y la verdad no sé qué puede hacer el gobierno en un país, Francia, que colaboró en el Holocausto, donde cada vez es más difícil enseñar en clase la Shoá porque los alumnos no quieren saber nada en nombre de Palestina. No soy optimista, lo peor está en las nuevas generaciones.

Janet Rudman
(11 Octubre 2020 , 19:01)

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