Mundo Judío

MiSinai

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No. 113
Shoftim
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Horario de velas de Shabat en Montevideo, viernes 13/08  17.54
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MURIENDO POR LA VIDA

Por Lazer Gurkow

Cuando nuestros ancestros movilizaban sus fuerzas para la guerra, un sacerdote de alto rango les dirigía la palabra. Primero daba palabras de aliento y predicciones confiadas de victoria. “Que su corazón no se desanime; no teman al enemigo, no entren en pánico y no se aterroricen, porque D-os vencerá a su enemigo por ustedes.”

Los oficiales militares luego anunciaban: “Cualquier hombre que haya construido una casa, pero todavía no haya vivido en ella... que haya plantado una viña, pero no la haya redimido... que se haya comprometido con una mujer, pero aun no se haya casado... que vuelva a su casa para que no muera en batalla” (Devarim 20). 

Es sorprendente que hicieran estos anuncios en ese momento. El sacerdote recién ha reforzado la moral de las tropas y los oficiales; pero ahora, ¡parece que los desmoraliza disminuyendo sus filas!

El Talmud nota que el orden de estos anuncios reflejan la conducta apropiada en la vida: primero uno debería construir una casa, luego plantar una viña, o establecer una fuente alternativa de ingreso, y sólo después se debería casar. Esta observación indica que nuestros sabios veían estos tres anuncios como un reflejo del curso normal de la vida.

¿Por qué un ejército va a la guerra? Para proteger los intereses nacionales. ¿Cuál es el principal interés de una nación? Que sus ciudadanos sigan libremente la rutina normal de la vida. Cuando un enemigo amenaza la actividad de la vida diaria, se socava el tejido mismo de la nación.

De esta forma, quizás podemos explicar el anuncio público del sacerdote de esas exenciones a la batalla, inmediatamente después de sus palabras de aliento. A las tropas se les recordaba su noble propósito. ¿Por qué estamos yendo a la guerra? Para permitir que nuestros compañeros sigan el curso normal de la vida. Para que puedan construir casas, plantar viñedos y establecer familias.

Las tropas que eran enviadas a casa sabían que tenían derecho a recusarse del servicio militar, pero ellos iban de todas formas. ¿Cómo podrían no ir? No se podían quedar sentados en casa mientras sus hermanos luchaban por su país. No era fácil para ellos abandonar a sus hermanos e ir a casa. Pero a ellos les decían justamente eso. Esos soldados, con su partida, validaban los esfuerzos de sus compañeros en el campo de batalla. Si iban a la guerra, sus compañeros morirían en vano.

Cuando los enemigos de Israel amenazan nuestras ciudades con cohetes, cuando amenazan nuestras vidas con ataques suicidas, cuando envían a nuestros ciudadanos a refugios antiaéreos y destruyen nuestra forma de vida, la nación tiene justificación para ir a la guerra.

Ningún argumento puede justificar un cese al fuego que no logre los objetivos para los que la nación salió a la guerra. Si nuestros soldados no están a salvo, si nuestras fronteras todavía son violadas, si nuestras ciudades están aún bajo ataque, entonces nuestra guerra no ha terminado.

Lamentamos la pérdida de vidas inocentes en ambos lados, nuestra ética de la Torá nos lo demanda. Proseguimos la guerra con intensidad hasta que se restaure la paz, también nos lo exige nuestra ética de la Torá. No buscamos una paz que lleve a otra guerra. Buscamos una guerra que lleve a una paz duradera. Esta es la desafortunada realidad propiciada sobre nosotros por nuestro enemigo.

Debemos abrazar la vida. Pero si no se logra la victoria, entonces aquellos que sacrificaron sus vidas habrán muerto en vano. No podemos permitir que esto suceda.

Antes que el ejército salga a la guerra, se hacía un último anuncio. “Aquel que tiene miedo o esté desanimado debe volver a casa, para evitar que desanime a sus compañeros.” Están aquellos que temen las consecuencias del conflicto, pero dicho miedo es intolerable en guerra. La Torá nos instruye a mantener esos miedos en silencio, para que no desanimen a los valientes.

De acuerdo a uno de nuestros sabios este anuncio estaba dirigido a los pecadores. Un enemigo que D-os prometió derrotar solo puede ser temido si no tenemos mérito debido al pecado.

El destino de Israel está en las manos de D-os. No tenemos motivo para temer a nuestro enemigo, pero tenemos razón para temer de nuestros propios pecados. Si tememos lo que pueda pasar en esta guerra es porque no somos merecedores del milagro de D-os. El antídoto obvio es el arrepentimiento.

Esta época del año es conducente para el arrepentimiento. Hagámoslo este año no solo por nosotros mismos, sino por toda nuestra nación.

EL REY PERSONAL

[Dijo Moshé al pueblo judío:] “Deberéis nombrar rey a quien D-os elija.” (Devarim 17:15)

A pesar de que el pueblo judío no ha tenido reyes desde la destrucción del primer Templo y no tendrá otro más que el propio Mesías, aun así se nos ordena designar una autoridad por encima de nosotros —tanto a nivel individual como colectivo— siempre que esta sea relevante. Los sabios dicen a cada uno de nosotros: “Hazte de un maestro [de Torá]” con quien poder consultar todos los temas relativos a la vida espiritual.

Evitemos el engaño de suponer que podemos confiar en nuestros propios “jueces y policías”. Tampoco pensemos que no existe nadie capaz de entendernos lo suficiente como para ser nuestro “rey”. La Torá nos asegura que, si buscamos en forma apropiada y diligente, encontraremos los mentores más adecuados para nuestras necesidades espirituales.

Likutei Sijot, vol. 24, págs. 104-106.

Deuteronomio (Devarim) 16:18 - 21:9

La quinta sección del Deuteronomio continúa el segundo discurso de despedida de Moshé al pueblo judío. Moshé comienza instruyendo al pueblo judío en la designación de jueces (shofetim, en hebreo) por toda la Tierra de Israel para juzgar casos en litigio y garantizar el cumplimiento de la ley. Luego provee instrucciones acerca de los demás líderes del pueblo judío: el rey, los sacerdotes y los profetas.

LLAMA A TU HERMANA

Por Michoel Hazan

En los años setenta, solía viajar de Gibraltar a Nueva York para estudiar en la Yeshivá. No había vuelos directos, por lo que siempre tenía que pasar por Inglaterra. En una ocasión, en 1979, cuando estaba en Londres, decidí llamar a “770” (Central de Jabad Lubavitch Mundial) desde el aeropuerto. Se escuchaba de muchos secuestros de aviones en esos días, y por ello le pedí al Rebe una Bendición para llegar a salvo.

Generalmente, me llevaba unos minutos tratar de contactarme con la oficina del Rebe, pero esta vez, la llamada entró enseguida. El Rabino Binyomin Klein, uno de los secretarios, contestó el teléfono. Le expliqué que me encontraba en Londres en camino a la Yeshivá, y quería la Brajá del Rebe. El me respondió: “Llámame exactamente en veinticinco minutos”. Hice lo que me pidió, y después de veinticinco minutos volví a llamar. El Rabino Klein me dijo que el Rebe me deseaba un buen viaje, y también preguntó cómo estaba mi hermana.

No había visto a mi hermana por unos días, pero asumí que se encontraba bien. Entonces le dije al Rabino Klein: “Ella está Ok. Dígale al Rebe que está bien”. “No”, dijo el Rabino, “el Rebe quiere saber cómo está ahora. Llama a tu hermana”.

Corté y traté de llamar a mi hermana, pero nadie contestaba. Llamé a mis padres pero tampoco allí obtuve respuesta. Justo después, mi vuelo fue anunciado. Tomé mis valijas, entré al avión, y me olvidé completamente de la llamada a mi hermana.

Cuando llegué a Nueva York, mi primera parada fue en 770 para informarle al Rabino Klein que había llegado a salvo. Me dijo que esperara, ya que le quería avisar al Rebe que había arribado. El dijo: “Sabes, el Rebe está muy preocupado por tu hermana, no le has dicho cómo se encontraba”. Había un tono de irritación en la voz del Rabino, y yo estaba un poco alarmado por haberme olvidado. Inmediatamente corrí para llamarla, pero de vuelta no pude comunicarme.

Llamé a la casa de mi mamá y finalmente pude hablar. “¿En dónde has estado?”, me preguntó. “Hemos tratado de encontrarte”. Mi hermana estaba en trabajo de parto y había pasado por una complicación. Su situación era peligrosa y mucha gente había estado haciendo Tehilim por ella. Los doctores se apuraron a llevarla a la unidad de tratamiento intensivo y han tratado de estabilizarla.

Le dije a mi mamá que el Rebe había estado preocupado por ella. “¿Cómo sabía el Rebe?” preguntó.

Mi única respuesta fue:“El Rebe me decía que debía llamarte. Intenté algunas veces hasta que finalmente pude comunicarme”.

Volví a 770 y le transmití la información al Rabino Klein para que se la pasara al Rebe.

Cuando salió de la oficina, el Rabino me dijo que el Rebe habría sentido que mi hermana no se encontraba bien y es por eso que continuaba preguntado por ella. Luego me contó que el Rebe la bendijo que tuviera una completa recuperación, y que ella y la bebé estarían sanos. Baruj Hashem, el bebé nació sano, y mi hermana tuvo una completa recuperación.

Cuando tuve la oportunidad de contarle a mi hermana sobre la persistencia del Rebe, se emocionó mucho. Me explicó que en el momento de la emergencia fue cayendo en un delirio. Trataba de decirle a mi mamá que me llamara para que le pidiera una Brajá al Rebe, pero mis padres no podían entender lo que le estaba diciendo. Cuando se dio cuenta que no podían entenderla, simplemente cerró sus ojos y dijo en su mente: “Rebe, por favor ayúdame.”

Esto ocurrió en el momento exacto en que me encontraba en el Aeropuerto de Londres, cuando el Rebe preguntó cómo estaba mi hermana..

¿LO SABÍAS?

BIBLIOTECAS MÁS ELEVADAS

No, no queremos decir que usted necesitará una escalera. Queremos decir más elevada espiritualmente. Queremos decir que llene su hogar de libros que lo eleven. Que eleven a su hogar. Aunque usted no los lea —Están ahí y su presencia tienen efecto sobre usted y su hogar.

Por supuesto, no protestaremos si usted mira en su interior una y otra vez…

1. Consiga una biblioteca.

2. Visite su librería judía local. O visite una de las librerías judías online enumeradas acá.

www.libreriasigal.com.ar

www.bneisholem.com.ar

www.kehot.com.ar

www.libreriajudaica.com

3. Consiga los libros judíos básicos: Los Cinco Libros de Moisés, Salmos, Libro de Plegarias. Consígalos en castellano y con comentarios.

 

4. Busque algunos libros que eleven espiritualmente y que le interesen también. También consiga algunos libros para los niños.

 

5. Compre libros. Póngalos en los estantes. Póngalos sobre las mesas. Póngalos en todas partes de la casa.

 

6. Los niños preguntarán "Papá, mamá, ¿qué son esos raros libros nuevos en los estantes? ¿Pueden leerme uno?"

 

7. Usted conteste "No, son sólo para adultos". Mantenga su afirmación.

 

8. Los niños darán vueltas obsesivamente ante los libros.

9. Ríndase y léales y explíqueles de esos libros.

10. Siga comprando libros (también necesitará más bibliotecas).

Parecerá que su casa aun está en el planeta tierra, pero realmente está volando. La vida se va elevando más alto a cada minuto.

"¿Qué clase de casa tiene? De acuerdo a lo que la llene, eso es lo que su casa será. Nuestra casa está llena de libros. Libros judíos de cuatro mil años. Así que es un hogar de 4.000 años. Una casa construida para durar eternamente".

 

MiSinaí es una publicación de Jabad Uruguay. Pereira de la luz 1130, Montevideo.
Artículos extraídos de www.Jabad.org.uy y www.Chabad.org, publicados con permiso.
Para recibir MiSinaí por email o por whatsapp, contactar por teléfono al 2628 6770 o por mail: [email protected].

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