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Kabul ha caído: 20 años de fracasos de Estados Unidos culminan en el Califato de Afganistán

Fuente: derechadiario.com.ar Por Guillermo Lafferriere

El Talibán controlando Kabul significa un fracaso rotundo. Un fracaso gigantesco. A fines del 2001, sin dudas había que atacar Afganistán y destruir al talibán que había permitido que Al Qaeda tuviera un santuario en Asia (cuidado, Al Qaeda es solamente uno, sólo uno, de los centenares de grupos radicalizados islámicos en la región).

Esa acción se hizo de la forma apropiada, con fuerzas especiales, acciones aéreas, operando con los muyahidines de la Liga del Norte. Se logró desalojar al Talibán y formar un gobierno que impidiera que el país sea una base de operaciones para el terrorismo contra Occidente.

Sin embargo, el Talibán nunca fue erradicado, y éste volvió a su santuario de los días soviéticos. Cruzaron la Durand Line, y volvieron a Pakistán.

Solo doce años separaban a las operaciones de Estados Unidos de 1989, año en que las tropas de la Unión Soviética abandonaron Afganistán. Durante diez años los soviéticos habían intentado convertir al comunismo a una sociedad tribal, medieval en sus modos de relacionarse. Sabemos que fracasaron. Lo sabíamos en ese entonces, y lo sabían muchos planificadores en Washington. Sin embargo la creencia en que se podrían hacer las cosas distintas y tener éxito allí donde Moscú fracasó se impuso.

Entonces Estados Unidos, junto a sus aliados de la OTAN, comenzaron a llevar adelante una acción gigantesca en Afganistán. Una donde se buscaba llevar a ese país del Medioevo al Siglo XXI. Todo se intentó, y no pocas cosas fueron exitosas. Las mujeres afganas lo saben bien. Nunca fueron tan libres como durante estas dos décadas. Además, se logró cierto ambiente democrático, con líderes políticos marcados que dirimían sus diferencias en el Parlamento en vez de en el campo de batalla.

 Ashraf Ghani y Abdulá Abdulá se convirtieron en los dos principales líderes de la República de Afganistán.
En el plano militar se intentó llevar adelante las lecciones aprendidas en Vietnam, eso de “ganar mentes y corazones“. La teoría es muy buena. Voy a la tribu, les ofrezco seguridad, les soluciono problemas locales de infraestructura y así.

Pero hay un problema: el Talibán… Si ustedes quieren aplicar esa teoría en un país como Afganistán, deben tener contingentes inmensos, sí, inmensos, de tropas propias operando de manera permanente en cuanta aldea se encuentre dispersa en la gigantesca y compartimentada geografía de este país asiático. Esas tropas nunca alcanzaron ese nivel de masividad, ni las provistas por Estados Unidos ni las Fuerzas Armadas locales.

 
Entonces en algún momento, esas aldeas deben dejarse sin la presencia de sus tropas… Y allí quien aparece es el Talibán. ¿Qué hace cuando llega? Busca los traidores que dialogaron con Estados Unidos, los asesina, reimpone la Ley Sharia y dice que estará ahí afuera… vigilando.

Esto lo hacen los talibanes con el inestimable apoyo de la inteligencia paquistaní. Islamabad, sede del gobierno de Pakistán, tiene una obsesión por Afganistán. Mira a ese territorio como crítico para su estrategia contra India.

Entonces en el sur de Pakistán se les permitió tener refugios a los talibanes, acceder a un sostén logístico, formar muyahidines, adoctrinar y volver a Afganistán, una y otra vez. A lo largo de veinte años. Esto con el conocimiento de todas las capitales occidentales (hasta yo lo conozco…); pero nadie se atreve a romper con Islamabad. Tiene armas nucleares y es aliado de Beijing. Conviene en esa mirada aceptar la duplicidad de Pakistán que al menos combate a algunas facciones más rebeldes del Talibán.

 
Entramos así en una etapa en la que sabemos que no tenemos tropas suficientes, que los talibanes tienen santuarios en Pakistán que aceptamos siempre existirán. Empezamos a comprender que esto no termina bien. Hace años que los planificadores saben que no termina bien.

 Talibanes festejan la captura de Afganistán.
Quien claramente veía esto e intentaba cambiar la dinámica fue el general Stanley McCrystal. Durante la era Obama fue designado Comandante de todas las fuerzas en Afganistán. Tenía bastante idea de lo que sucedía allí. Comprendía que había que modificar el enfoque. Negar el acceso a Pakistán, mejorar dramáticamente la condición de seguridad de las aldeas. Tenía el estado mayor para llevar adelante eso.

McCrystal y sus comandantes eran gente disruptiva (para bien), pero muy imprudentes. Se hicieron amigos de un periodista de la revista The Rolling Stones que los acompañaba a todos lados, y en un artículo publicó cosas que ellos decían supuestamente off the record sobre errores políticos de Washington respecto a la guerra… Obama los removió de su cargo poco tiempo después.

 
Lo que vino después fue apostar a una estrategia utilizada en Vietnam… Una que allí fracasó. Se denominaba la “vietnamización de la guerra“, es decir, preparar a las fuerzas locales de tal manera que ellas se valieran de sí mismas para defender al país contra el Talibán y así sacar a las tropas norteamericanas del país, dejando que estas llevaran adelante la lucha.

No es una mala idea. Ni cuando se aplicó en Vietnam ni cuando se trató de aplicar en Afganistán. Todo lo que piensen se hizo para que esas fuerzas afganas fueran profesionales: los mejores instructores, equipo militar que en Sudamérica no ven ni siquiera en un película, cursos en el extranjero, generar una fuerza aérea con medios contrainsurgentes muy aptos (un aplauso para los Supertucanos de Brasil que fueron parte importante de la misma), capacitación para los oficiales, y miles de cosas más. Sin embargo, este Ejército cayó en dos semanas contra el Talibán.

¿Por qué falló? Faltó un detalle Uno clave. La fuerza militar que se creó dependía de un poder político que conducía Afganistán extremadamente corrupto, inoperante, desentendido de las necesidades de la población y de sus soldados.

Esa herramienta militar no tenía una conducción política ni por asomo a la altura del desafío. Entonces la fuerza militar afgana tomó el ejemplo de sus políticos. Corrupción, indolencia, arreglar con los talibanes para no ser molestado, proteger el cultivo del opio y su salida con los talibanes.

 El inexperto Ejército afgano, que Estados Unidos se pasó 20 años entrenando, colapsó en dos semanas ante el avance talibán.
No hay mucho que esperar de todo esto, salvo lo que hoy vimos. Creo que hasta acá puede entenderse mucho de lo que significa esta caída de Kabul. Pero les robo un poco más de su atención. Quiero ir a algo más profundo.

Los que hoy se están haciendo del poder en Afganistán son los mismos que sostienen que la mujer no debe educarse. Que la ley del Corán es lo que debe imperar. Que toda libertad es vista como nociva, que las culturas que no sean exactamente como la interpretan ellos es una peste. Que los avances en el conocimiento son siempre malos.

 
Estos no son los musulmanes que tenían un Maimónides. No son los que construyeron la Alhambra ni Andalucía. No son los que miraban a las estrellas ni los que usaban las matemáticas. No son quienes leyeron a los clásicos.

Son bárbaros y detestan la libertad. Entonces con la caída de Kabul se ve amenazada toda idea de libertad, de civilización y de convivencia pacífica entre los hombres en esa región, y es un ideal que de por sí es seguro que tratarán de exportar al resto del mundo, como quisieron hacer en 2001.

Y entonces les pregunto si en Occidente estaremos dispuestos a contener esa amenaza. Si nos daremos cuenta del peligro que enfrentamos. Si buscaremos generar los lazos que aíslen de verdad a estos nuevos barbaros del Islam. No lo sé. Espero por mi nieto que si.

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