Este lunes se votó en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, una resolución confirmando la adoptada hace 20 años en la cumbre de Durban en Sudáfrica, que fue presentada como contra el racismo, pero terminó siendo a favor del antisemitismo y el odio contra Israel. De todos los presentes, 10 países votaron en contra, lo cual no fue suficiente para derrotar la nefasta resolución, pero es importante que esos votos hayan estado. Y nuestro país, Uruguay, fue uno de los que se abstuvo.
A nuestro criterio, es motivo de orgullo.
No, no porque la abstención sea suficiente.
Evidentemente, habríamos querido una votación explícita en contra de la resolución en cuestión. Y creemos que la realidad lo ameritaba. Nos atrevemos a estimar-sin haber hablando con ninguna autoridad al respecto-que también el Presidente de la República habría querido votar directamente en contra. Pero en un mundo complejo en el que hay tantas presiones políticas y tanta hipocresía, que Uruguay haya sido el único país de toda Latinoamérica en abstenerse, es un paso que debemos destacar. Abstenerse, en la situación actual, cabe suponer que equivale a lidiar con presiones también de países cercanos. No es sencillo.
Uruguay no es un gigante que puede ir contra el mundo a cada paso. Lo entendemos. Al mismo tiempo, sí, esperamos que sea fiel a los principios que le caracterizaron históricamente, y no se preste a apoyar lo indefendible. Entendiendo el complejo marco en el que se maneja, los desafíos con los que tiene que maniobrar, sí destacamos la abstención. No es para andar saltando de alegría, pero sí para ver luz en medio de tanta oscuridad.
Uruguay, con el firme liderazgo del Presidente Luis Lacalle Pou, intenta frenar la embestida de los hipócritas.
Así como en México, en la cumbre de la CELAC, el Presidente no dudó en condenar frente a frente a las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, no dudó días después en Nueva York en no entrar al evento que celebraba los 20 años de Durban. No porque se oponga a la lucha contra el racismo que esta declaraba, sino porque sabía que ese había sido el título, no la realidad.
Y ahora, aunque abstención es mucho menos dramático que votar en contra de la resolución, haberlo hecho en soledad en el continente, requiere agallas políticas que pocos países tienen.
En las palabras del Presidente, que nos dijera poco antes de ser electo como tal en una entrevista en su despacho: Uruguay, un chiquito corajudo.