Mundo Judío

MiSinai

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No. 128
Vaieshev
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Horario de velas de Shabat en Montevideo, viernes 26/11  19.21
Demás localidades ver en  www.jabad.org.uy

CORAJE VERDADERO

Por Elisha Greenbaum

Un líder capturado de la llamada intifada fue filmado en la corte burlándose de sus carceleros israelíes. El asesino decía que estaba seguro que los judíos serían eventualmente derrotados debido a su cobardía. Desde su perspectiva, la voluntad de sus cómplices de morir es un signo del compromiso a su causa, mientras que nuestra dedicación a la supervivencia es un signo de debilidad.

El Judaísmo es una religión que valora la vida por encima de todo. Nuestros enemigos se deleitan en la muerte. Para nosotros el mandamiento preeminente es vejai bahem, vivirán con la Torá y las mitzvot, vida verdadera, extasiados con la oportunidad de servir a D-os; mientras que su deseo social es el suicidio, el caos y el asesinato.

Sin embargo, incluso una nación que ama la paz y afirma la vida debe estar pronta, cuando sea necesario, a levantarse en armas en defensa propia. Los judíos no somos pacifistas tontos, ni nuestra religión exige “poner la otra mejilla” al ser atacados. Los libros halájicos están llenos de justificaciones para guerras defensivas y ataques militares preventivos. Uno puede argumentar que la diferencia con nuestros enemigos no se expresa por nuestra renuencia a luchar; sino, porque para nosotros, la violencia es el último recurso, que usamos sólo bajo coacción, mientras que para ellos la masacre y el derramamiento de sangre son un objetivo.

Debemos estar prontos para defendernos cuando somos provocados, incluso al costo moral de estar forzados a herir a otros, pero hay ocasiones cuando debemos estar dispuestos a dejar nuestras vidas en deferencia a una causa mayor.

Hay tres instancias en las que las normas del Judaísmo demandan que cada judío debe estar preparado para sacrificarse. Las consecuencias espirituales del asesinato, adorar una fe extraña o entregarse a relaciones sexuales prohibidas son tan terribles que se espera que un permita ser matado antes que perpetrar esas transgresiones. En esas circunstancias excepcionales no es que uno quiera morir, sino que uno no puede imaginar vivir con un pecado así en su conciencia.

Muy ocasionalmente, ciertos judíos han probado estar dispuestos a sacrificarse por una causa que a primera vista parecería menos crítica que esos tres pecados fundamentales. Leemos esta semana como Iosef estuvo dispuesto a arriesgar su vida sólo para cumplir un pedido de su padre. Similarmente, una de las cosas más destacadas de la historia de Janucá es el coraje mostrado por Matitiahu y sus hijos en su lucha por practicar cada detalle de su religión, incluso al punto de estar dispuestos a dejar sus vidas para asegurar que otros también sean libres de vivir como judíos.

Iosef observó una falta de deferencia de sus hermanos a la autoridad de su padre y decidió cumplir los deseos de su padre al máximo, incluso al extremo de ponerse a si mismo en peligro. Similarmente, los Macabeos estuvieron dispuestos a morir, si había la más mínima posibilidad de influenciar a otros a apreciar el regalo de nuestra herencia.

Hay veces cuando uno debe estar dispuesto a hacer cualquier sacrificio, no importa el costo, para asegurar la propagación de nuestra religión. Cuando un líder está convencido que las circunstancias del momento exigen esta entrega máxima, pondrá su vida en la línea, demostrando sus verdaderos valores y prioridades, y de esto sus seguidores sacaran inspiración para generaciones por venir.

A diferencia de los portavoces corruptos del terror que se esconden a salvo en sus lujosas mansiones de Gaza mientras despachan a sus ingenuos seguidores suicidas a Israel, nuestros líderes como Iosef y los Macabeos, demuestran verdadero coraje, coraje judío. Sólo algo de primera significancia para el futuro de nuestra religión puede demandar un acto de máximo sacrificio personal, y este sacrificio sólo puede ser hecho por los más grandes y valientes de nuestro pueblo.

 

CUIDANDO NUESTRA BELLEZA INTERIOR

"José era hermoso en forma y complexión." (Bereshit 29:6)

La belleza física de José era un reflejo de su belleza espiritual interior: su dedicación firme a los ideales de la Torá. Por virtud de su propia perfección espiritual, José fue capaz de cumplir con su misión Divina: acercar a otros a Di-s.

Tal como José, todos somos llamados para traer a otros más cerca de Di-s. Para tener éxito como lo tuvo José, debemos intentar ser, como él, espiritualmente “hermosos en forma y complexión.”

Esto no significa que debemos esperar hasta que alcancemos la perfección espiritual antes de acercarnos a otros; la perfección es relativa, y comparado con aquellos que saben menos que nosotros, somos suficientemente “hermosos” para inspirarlos. Sin embargo, debemos recordar también que si somos negligentes con nuestro propio crecimiento espiritual, otros tomarán nota, y como resultado estarán menos inclinados a tomar nuestras palabras en serio.

Likutei Sijot, vol. 1, pág. 79.

Génesis (Bereshit) 37:1 - 40:23

La novena sección del libro de Génesis comienza con la crónica de José, hijo de Jacob. José comparte sus sueños, en los cuales se ve a sí mismo como el futuro líder de la familia de Jacob, con sus hermanos. Esto convence a sus hermanos que él representa una amenaza para la misión Divina de la familia, y deciden eliminarlo. Es vendido como esclavo a Egipto, donde primero asciende a una posición de responsabilidad en la casa de su amo luego de lo cual es puesto en prisión como resultado de acusaciones falsas. Interrumpiendo esta narrativa está el relato de cómo el hijo de Jacob, Judá, es excluido por su familia y luego es engañado para tener hijos con su nuera viuda Tamar.

CHISPAS DIVINAS EN UN BANCO DE PLAZA

Por Jaim Drizin

El coche se veía magnífico. Me quedé parado admirando nuestra obra en medio de los copos de nieve que caían suavemente, debo admitir que era la mejor Menorá móvil que había visto en mi vida. El Bonneville del '78, con la enorme Menorá de madera encima definitivamente llamaría la atención de la gente —y esa era nuestra meta.

Planeábamos visitar los centros comerciales y hogares de ancianos —y dondequiera que pudiéramos difundir la alegría y el mensaje de Janucá. Eramos siete u ocho apretados en el pequeño auto; el portaequipaje estaba lleno de menorot de latón y velas de colores que esperábamos distribuir. Mientras que los muchachos más expertos en temas tecnológicos discutían las propiedades del aparato electrónico que accionaba las luces de nuestra Menorá eléctrica (¿Qué es un alternador?). Yo miré fijamente hacia afuera la oscura noche cerrada de invierno.

Llegamos a nuestro destino, un enorme complejo residencial en Brooklyn, cercano a nuestra Ieshivá. En los años 70 se habían abierto las compuertas de Rusia, y el Trump Village era el destino elegido por miles de inmigrantes recién llegados. A menudo ancianos, estos enérgicos judíos llevaban décadas sobreviviendo el yugo comunista con su identidad judía intacta; no obstante, sabían muy poco sobre los detalles de la Torá y las mitzvot, y nosotros teníamos la esperanza de hacer surgir esta chispa oculta.

Lo vi sentado ahí. Era un hombre mayor de unos setenta o setenta y cinco años de edad, sentado en uno de ésos bancos tan conocidos de New York. La base era de concreto y el asiento era de madera pintado de verde, frente al banco había una mesa de ajedrez de concreto. Él estaba sentado mirando a los coches pasar en esa gélida noche.

- "¡A freilajn Janucá! ¿Quiere encender la Menorá? ", le pregunté, esperando que me ayudara a lograr mi meta personal de diez personas que esperaba inspirar esa noche.

- "Retírese por favor", contestó en idish. "No estoy interesado" dijo, quizás un poco más suave.

Intenté convencerlo. Le expliqué la historia de Janucá, incluso le rogué un poco, pero él continuo firme en su decisión. "No, gracias. Ahora por favor déjeme tranquilo, buenas noches".

Viendo que perdía la oportunidad, pero no absolutamente dispuesto a tirar la toalla totalmente, tomé la Menorá de lata, la puse sobre la mesa de ajedrez, inserte cuatro velas coloridas en las pequeñas ranuras que parecen haber sido diseñados para velas mucho más delgadas que las mías, las encendí, y le dije al anciano: "Aquí está la Menorá. Si la desea, es suya —sino, no". El hombre no dijo nada y yo me fui. Continuamos nuestro recorrido por el complejo, y agradecimos a D-os por haber sido extremadamente exitosos esa noche. Se hizo tarde y era hora de ir a casa. Mi mente volvía siempre al anciano judío ruso sentado solo en ese banco. "Vayamos a donde vimos al anciano". Sentía curiosidad. Quería saber qué había hecho con la Menorá ¿la había tirado, o la dejo abandonada sobre la mesa?

Hay imágenes que se le adhieren a uno. Acontecimientos que dejan una impresión indeleble en la psique, incluso treinta años más tarde uno puede verlos claramente. Este es uno de ellos. Veo al anciano sentado en el banco. Sus ojos llenos de lágrimas, fluyendo abundantes por sus mejillas.

Las velas siguen apenas encendidas y él está mirándolas fijamente. Mirando y llorando. Las llamas flamean y un alma se enciende. No sé dónde está, ni siquiera se su nombre. Sin embargo, se que esa noche tuve el privilegio de ver algo maravilloso.

LA MENORÁ DE JANUCÁ

Por qué: El encendido de la menorá se instituyó como una estrategia publicitaria para anunciarle al mundo entero que D-os obra milagros para aquellos que defienden la verdad y la justicia.

Cuándo: Los macabeos expulsaron a las fuerzas de la oscuridad usando espadas, nosotros las expulsamos con velas. Es por eso que encendemos la menorá poco después de la puesta del sol. Dos excepciones: el viernes a la noche, las velas se encienden antes de la puesta del sol. El sábado a la noche, se las enciende cuando ya es de noche.

Dónde: Allí donde estés viviendo. Pon la menorá en la entrada principal de la casa, junto al umbral, enfrente de la mezuzá. Otros tienen la costumbre de colocarla en la repisa de la ventana, frente a la calle.

Quién: Cada persona judía: hombres, mujeres y niños. En muchos hogares, el jefe de familia enciende una menorá para todos. En otros, cada uno enciende la suya. Algunos encienden una sola vela y dejan que los niños enciendan el resto.

La Menorá: El milagro de Jánuca giró en torno al aceite de oliva, así que ese es el combustible de preferencia. Pero también puedes usar cualquier vela que se mantenga encendida media hora después de la salida de las estrellas. Las menorás eléctricas son buenas como decoración, pero para cumplir con la mitzvá hace falta usar las tradicionales.

Cómo:

1. Haz que todos se reúnan en torno a la menorá.

2. Enciende la vela shamash (“asistente”).

3. De pie, recita las bendiciones que figuran en el libro de oraciones.

4. Enciende las velas. La primera noche, pon una vela en el extremo derecho de la menorá y cada noche agrega una vela más hacia la izquierda. Cada noche, enciende primero la vela más nueva y luego continúa encendiendo de izquierda a derecha. Añade velas de derecha a izquierda, enciéndelas de izquierda a derecha.

5. Coloca la vela shamash en su sitio en la menorá y canta los himnos de Jánuca HaNerot Halalu o Maoz Tzur.

6. Quédate cerca de las velas durante aproximadamente media hora (excepto el viernes a la tarde). Cuéntale a tu familia algunas historias de Jánuca, diviértanse jugando todos juntos al dreidel (trompo) y disfruten de algunos deliciosos latkes ¡bien calentitos!

MiSinaí es una publicación de Jabad Uruguay. Pereira de la luz 1130, Montevideo.
Artículos extraídos de www.Jabad.org.uy y www.Chabad.org, publicados con permiso.
Para recibir MiSinaí por email o por whatsapp, contactar por teléfono al 2628 6770 o por mail: [email protected].

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