Cultura

Hitler y Freud, y una intrigante novela

Por IONATAN WAS.

Fotos: MARCELO (PÁJARO) SINGER

“Uno no crea novelas, las novelas lo crean a uno”. Con estas palabras, el escritor y ahora novelista Mauricio Bergstein terminaba su alocución, lo mismo que la presentación de su libro Fusiles en el paragüero, que ya se encuentra en las librerías de todo el país. La gente se paró de sus asientos, y mientras unos fueron en busca del vino de cortesía con sus entremeses, otros, libro en mano, hicieron una larga fila a la espera de un autógrafo del escritor.

            La gente estaba invitada para las siete de la tarde del último martes en el museo Blanes de la avenida Millán. Diez minutos antes, algunos ya estaban apostados contra la verja de entrada, entre ellos Bergstein, vestido con saco a tono con la primavera. Entonces llegó el guardia, abrió el viejo portón, y la gente se metió por la elegante entrada al museo, en donde se perdía el ruido de la ciudad para darle paso al gorjeo de las aves. El edificio, aunque algo venido a menos, igual conserva algo de su galanura en la escalera y en la fachada toda, donde destacan las columnas y sus capiteles, la balaustrada del techo con sus mujeres eternas, más la bandera oriental agitando al viento.

            Ya adentro del museo, hubo que pasar el primer corredor con sus cuadros, antes de llegar al lugar de la presentación, lo que se dice el claustro, que no es otra cosa que una especie de patio gigante como invernadero. Con otras columnas en su paseo exterior, y con un pequeño terraplén de pasto para dar lugar al piso inferior, en donde se instaló la mesa central, pero sin olvidarnos de la alberca central y de los otros muñecos de mármol para terminar de completar la escena.

Un entorno singular (Foto: Ionatan Was)

 

            En verdad, el escritor había quedado a las puertas del patio, saludando a los invitados, que poco a poco fueron llenando el recinto hasta completar una convocatoria más que aceptable. Cuando ya llegaron casi todos, antes de las siete y media, el novelista fue a su puesto en la mesa y empezó realmente la actividad.

            Primero habló la representante de la editorial Planeta a cargo del libro, y luego le pasó la palabra al primero de los presentadores, Ruperto Long. Que la verdad, hizo una puntillosa descripción de la novela que no precisa ni de una palabra más. Primero dijo que este libro en particular, era fruto más que nada de la obsesión de dos personas: el propio Bergstein y Juan Roselli, un íntimo amigo de toda la vida. Fue en esos diálogos entre ellos dos que germina una historia que parte de un hecho real: la consulta que el niño Adolf Hitler (de nueve años) le hiciera al ya famoso doctor Sigmund Freud. Este encuentro nada casual, deriva luego en una serie de hechos que el narrador tamiza mediante artificios de imaginación, dando lugar a lo que podríamos llamar la novela histórica de ficción: alterar la historia, pero sin nunca violentarla (concepto que se repite más abajo en esta nota). El encuentro además, nos lleva por una serie de hechos y personajes que podrán ser reales o ficticios, y en los que irán apareciendo sucesivamente la familia del psicoanalista, la empleada, y también Marie Bonaparte, sobrina nieta de nada menos que Napoleón Bonaparte. Sin olvidar la mención del comisario de las SS encargado de custodiar al propio Sigmund Freud. Luego la novela atravesará los tiempos y hasta el Atlántico para llegar al propio Montevideo, a las conversaciones del bar Arocena en donde otra vez se evocará a Hitler y a Freud y otros lugares secretos de la Viena de principios de siglo. Algo de todo esto y un poco más dijo el ingeniero Long.

            La otra presentadora fue Ana Ribeiro, más que conocida para los lectores del Semanario y para el público en general. Todavía andaba alterada por la lectura del libro, que recién había culminado en la madrugada de ese mismo martes. Además, a diferencia de Ruperto, no es del palo de la ficción sino de la historia pura. Pero de todos modos tuvo sus cosas para decir. Como el retrato que se hace de Freud, de cuando murmura para sí mismo que Occidente se perdió a sí mismo con el espanto de la guerra; o de cuando llora por primera vez, ante la partida de su hija Anna (también psicoanalista). O de cuando escapa de su casa, a pesar del amor por Austria, un amor que ya no es tal.

La Profesora Ana Ribeiro, hoy Subsecretaria de Educación y Cultura,el autor del libro Mauricio Bergstein y el ingeniero y escritor Ruperto Long

 

            Finalmente habló Mauricio, quien básicamente describió las dificultades atravesadas en el proceso de escritura, y de lo que significó haber pasado de la crónica de viajes (especialidad de la casa) a la novela histórica, en la cual se estaba estrenando; lo que también implicó dejar el trabajo para una dedicación total a las artes de escribir. Pero más allá de estas cuestiones y de cómo hincarle el diente a un tiempo y a un lugar tan lejano, la gran pregunta siempre fue: ¿hasta qué límite se puede llegar en la novela histórica? Y la respuesta se la dio un famoso (y no revelado) escritor: hasta todo lo que el narrador se anime a llegar, siempre y cuando no se altere el meollo de la cuestión.

            Y no hubo mucho más que decir antes de la frase final, el vino y las firmas a los seguidores.

Luego de intenso trabajo, Fusiles en el paragüero se hizo realidad.

 

 

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