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¿Desaparecerá Ucrania o se detendrá Vladimir Putin en el Punjab?

Por Eduardo Zalovich.

Publicado en "Búsqueda"

Finalmente ocurrió la invasión, como la obra "Crónica de una muerte anunciada" de García Márquez. Tras el reconocimiento ruso de las "repúblicas" Donetsk y Lugansk, al este ucraniano, la ocupación del Punjab -donde se concentra la población étnicamente rusa- era inevitable. Ignorando la soberanía de Kiev, el ingreso se camufló como apoyo a la misma. Acusaciones de agresiones y excesos fueron un calco de la propaganda nazi en 1938 para ocupar los Sudetes. En definitiva, una agresión imperialista cuyas excusas nadie cree. Hecho repetido mil veces en la historia.

 

 

 

  En su duro mensaje televisado a la nación, Vladimir Putin se quejó del comportamiento de Ucrania hacia Rusia, acusándola de quitarle gas y chantajear al Kremlin. Volvió sobre un tema recurrente: el colapso de la URSS fue un robo a su nación. "La seguridad de Kiev amenaza la nuestra -afirmó refiriéndose a su voluntad de integrar la OTAN-, y nos engañaron diciendo que no ampliarían la alianza". Era obvio que Moscú nunca aceptaría la incorporación de otro ex satélite a la órbita de Washington.

 

 El reconocimiento de estas "repúblicas" implica la anexión de facto. Su autonomía quedó ligada a Rusia. La pregunta es si Putin se conformará con esto o querrá controlar toda Ucrania. Desde 2014 ambas zonas, en la región oriental de Donbás, sufrieron sangrientas luchas entre el gobierno y los separatistas pro-rusos. Fueron ocho años de guerra que causaron 14.000 muertos y 30.000 heridos, pero era la obligación ucraniana como estado luchar para evitar la secesión. Al reconocer dichos territorios como "independientes" Moscú justificó enviar al ejército en "misión pacificadora". 

 Europa tiene una historia milenaria de conquistas y violencia, sólo interrumpida tras la hecatombe de la II Guerra Mundial, con sus 70 millones de muertos y la brutal destrucción que provocó. 

 

Una historia dura y compleja

 

 Desde el siglo XVIII hasta finales del XX, las tierras ucranianas formaron parte de dos imperios: el austrohúngaro y el ruso. En dichas épocas, los ucranianos participaron en guerras, lucharon por sus derechos políticos, construyeron empresas, ferrocarriles, gimnasios y hospitales. Desarrollaron el idioma y la cultura del mismo modo que otras naciones dominadas.

 

 Al vivir la caída de los antiguos imperios, Ucrania intentó construir su propio estado desde 1917. Hasta

1991 vivieron bajo el poder soviético, como parte integral de la URSS. Fue una época difícil con tragedias y desafíos -colectivización forzada, matanzas, deportaciones, represión y la catástrofe de Chernóbil-, que se cobraron la vida de millones de personas. Unos ocho millones de ucranianos murieron entre 1939 y 1945, la mayoría civiles, entre ellos más de un millón víctimas del Holocausto nazi. Pese a todo reconstruyeron ciudades y pueblos, desarrollaron tecnologías médicas e inventaron ordenadores, además de su importante contribución a la cultura y el arte, mediante el cine y la música.

 

 En 1991 Ucrania declaró su independencia para construir un estado democrático y soberano dentro de fronteras reconocidas. La libertad fue la máxima elección del pueblo ucraniano. Unos 45 millones de personas de diferentes etnias y religiones intentaron convivir en paz -con muchas dificultades- hasta 2014, cuando Rusia ocupó Crimea y envió tropas a la frontera con Donbás, promoviendo el secesionismo.

 

 Históricamente Ucrania siempre fue un país con culturas muy diversas. La población ucraniana constituye el 78 % de los 45 millones de ciudadanos. Los rusos son la mayor minoría étnica, sumando el 17 %. 

La mayor parte vive en la ciudad de Sebastopol, Crimea -ocupada por Rusia- y los centros industriales de Donetsk y Járkov. 

 

El brutal error de Kiev

 

 Aunque el estado actual formalizó su independencia en 1991, el primer país eslavo formado en la zona data del siglo IX. Desde entonces, se han sucedido varias estructuras estatales en una región que ha sido siempre frontera entre grandes imperios.

 

 Tras la desintegración de la URSS, Ucrania se convirtió por fin en un estado independiente. Durante las tres últimas décadas, su historia ha estado marcada por la inestabilidad económica y la lucha política entre los partidarios de fortalecer lazos con Rusia y quienes apuestan por reorientar la política exterior hacia Occidente. La declaración de independencia fue aprobada por el congreso de la Rada en 1991, tras lo cual Ucrania se convirtió en una república libre. En octubre el parlamento aprobó la ley sobre ciudadanía y en noviembre estableció las fronteras. En el referéndum de independencia el 90 % de la población votó a favor de la misma. Dos meses después tenía el reconocimiento de 92 países. 

 

 En 1997 Rusia se quedó con la base naval de Sebastopol, dentro de territorio ucraniano, y Kiev obtuvo a cambio el reconocimiento de sus fronteras nacionales por parte de Moscú. Ucrania se convirtió en miembro del FMI. Londres, Washington y Moscú le dieron "garantías de seguridad" a cambio de renunciar a sus armas atómicas en el "Memorándum de Budapest". Escéptica a abandonar su arsenal nuclear, Kiev se vio obligada a hacerlo para recibir ayuda financiera internacional. Una decisión que le costó muy cara.

 

  El conflicto en Ucrania escaló en 2014 tras la ocupación de la península de Crimea por parte de Rusia y la instigación a una guerra de secesión en el este del país. La cercanía de la OTAN fue percibida por la mayoría de los rusos como un peligro en sus fronteras. Este hecho pesó en la decisión de Moscú de garantizar su puerto del mar Negro. El 18 de marzo Rusia y Crimea firmaron el tratado de anexión.

 

 En 2019 el gobierno de Kiev ajustó su plan para la futura integración a la UE y la OTAN. Ese año ganó la presidencia el popular actor Volodimir Zelenski, con el 73 % de los votos, cuya fama radicaba justamente en su interpretación del papel de presidente en la TV. En la vida real le ha resultado mucho más difícil, aunque hay que destacar su posición valerosa ante la crisis que vive. En julio de 2020 Lituania, Polonia y Ucrania lanzaron el proyecto "Triángulo de Lublin", cuyo objetivo era promover la cooperación y la futura adhesión de Ucrania a la UE y la OTAN. En la cumbre de 2021 en Bruselas, los líderes de la OTAN reiteraron la decisión de que Ucrania se convierta en miembro pleno. Estos planes constituyeron un brutal error de cálculo, difícil de comprender, pues Putin no aceptaría bajo ningún concepto que su importante vecino se sume a la OTAN. Rusia logró para su política el apoyo de China comunista -muy atenta a la reacción americana por su ambición de anexar Taiwán- así como de otras dictaduras como Venezuela, Cuba, y Nicaragua. También -curiosamente- de Jair Bolsonaro y -no tan sorprendente dada su delirante política exterior- del argentino Alberto Fernández. 

 

 La cuestión fundamental ahora es si Moscú se conformará con gobernar Crimea y el Punjab, o extenderá    su dominio a todo el país. En concreto es la lucha interna de un autócrata, Vladimir Putin, entre el sentido común de limitar su ambición o ser dominado por ella.

 

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