En el atentado murieron 17 peregrinos de Puerto Rico, 8 israelíes y 1 canadiense.
Este lunes 30 de mayo se cumplieron 50 años desde la matanza cometida por tres terroristas del Ejército Rojo de Japón, enviados por el Frente Popular para la Liberación de Palestina-Comandancia General del terrorista palestino Ahmed Jibril , en el aeropuerto internacional israelí conocido entonces como Lod, a pocos kilómetros de Tel Aviv. En la balacera fueron asesinados 17 peregrinos de Puerto Rico, 7 israelíes y 1 canadiense y casi 80 personas resultaron heridas. Dos de los terroristas murieron en el tiroteo con las fuerzas de seguridad.
El símbolo de aquel atentado fue el terrorista japonés Kozo Okamoto, que fue preso a la cárcel israelí, pero fue incluido en 1985 en el intercambio de prisioneros pactado por Israel con la organización de Jibril, y por ende quedó libre. Desde entonces vive en Líbano, donde lo siguen considerando un héroe y esta semana celebraron con él el aniversario de la matanza. Nada nuevo bajo el sol.
El cincuentenario del atentado es una ocasión oportuna para volver a compartir una emocionante entrevista con uno de los testigos del atentado, el Pastor José Vega Franqui de Puerto Rico, que se salvó pero perdió a su esposa en el ataque.
Aquel 30 de mayo de 1972, José Vega Franqui y su esposa Vasthi Zila Morales llegaron a Israel con un grupo de peregrinos, todos portorriqueños. Estaban cumpliendo 5 años de casados y decidieron festejarlo en Tierra Santa. Pero los terroristas tenían otros planes: cometer un cruento atentado en suelo israelí.
José Vega quedó solo con sus dos hijas pequeñas, huérfanas de madre, para lidiar con las heridas y la ausencia. Jamás perdió la fe. Esta le ayudó a seguir adelante, a reconstruir su vida y a no vivir lleno de odio sino hasta con disposición a perdonar.
Hace unos años, este ¨Pastor metodista que no habla ni con una pizca de odio ni rencor, comenzó a cerrar el círculo, al arribar a Israel con un grupo de peregrinos de Puerto Rico, de su Ministerio "Cristo Viene".
Estaba agradecido a Israel no sólo por el tratamiento abnegado que él y sus compañeros recibieron a raíz de las heridas y la tragedia toda, sino también por la pensión que el Estado judío pagó a sus dos hijas hasta que llegaron a la mayoría de edad.
Le agradecimos ya entonces profundamente que nos haya dedicado un rato para contar su historia. Y nos emociona volver a compartirla.
Este es su testimonio.
