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La ilógica de oscilar entre un acuerdo histórico y el riesgo de una nueva guerra

Hace pocos días, se hablaba de la firma inminente de un acuerdo histórico entre Israel y Líbano sobre su disputada frontera marítima. Este jueves, el Ministro de Defensa Beni Gantz indicó a las Fuerzas de Defensa de Israel estar prontas para cualquier eventualidad en la zona fronteriza con Líbano. Esto, a raíz de las nuevas exigencias presentadas por Líbano al mediador norteamericano Amos Hochstein, que el Primer Ministro de Israel Yair Lapid rechazó, señalando que no estará dispuesto a arriesgar intereses de seguridad y económicos de Israel, inclusive si ello pone en riesgo la firma inmediata del acuerdo en cuestión.

El Primer Ministro de Israel Yair Lapid (Foto: Amos Ben Gershom, GPO)

 

Increíblemente, de la sensación que todo estaba por concluir exitosamente, tras muchos años de intentar poner fin al litigio y llegar a un acuerdo, se pasó a una profunda tensión que nadie se atreve a garantizar no se traduzca en una conflagración violenta. Recordemos, de fondo, que formalmente Israel y Líbano se hallan en estado de guerra aunque todas las conflagraciones armadas que hubo entre las partes-la última fue a mediados del 2006- fueron detonadas por la actuación de organizaciones terroristas desde territorio libanés contra el vecino Israel: la OLP en los años 70 y 80 y luego Hizbala.

El elemento clave en la situación actual son las amenazas de la organización terrorista Hizbala, brazo de Irán en Líbano, cuyo jefe Hassan Nasrallah proclamó repetidamente que si Israel comienza a extraer gas de la plataforma Karish, un gran yacimiento en la zona económica exclusiva de Israel en el Mediterráneo, sin haber pactado antes los detalles con Líbano, pagaría por ello. Lapid aclaró que Karish no tiene absolutamente nada que ver y que lo que demora la extracción del gas natural de dicho yacimiento son temas técnicos que deben ser concretados, no las amenazas sin sentido de Nasrallah. Cabe recalcar que Karish se halla claramente en aguas de Israel, en una zona reconocida por las Naciones Unidas, que no la ve como área en disputa.  El litigio comienza más al norte.

El problema central es que Israel está lidiando con un país arruinado por la acción terrorista pro-iraní de Hizbala y controlado por dicho grupo, ya que por más que hay Presidente, Primer Ministro y otras autoridades, el ejército más poderoso del país no es el del Estado libanés sino Hizbala. Su  agenda no está al servicio del bien del Estado libanés y su población, un país cuya economía necesita desesperadamente los beneficios económicos que le daría la explotación de otro yacimiento, Kana, conocido también como Sidón, cuya ubicación sí era motivo de disputa con Israel. Este es precisamente uno de los temas centrales del acuerdo.

No escribiremos sobre los detalles de lo pactado, ya que no han sido publicados en forma completa aún, hay muchos rumores y desinformación, y no quisiéramos abrir juicio en base a información parcial. Es clave saber todo o al menos mucho más que ahora, para poder evaluar si el acuerdo que parecía a punto de firmarse días atrás, antes de las nuevas exigencias libaneses, era un impresionante logro histórico para Israel, o –como alega el jefe de la oposición Netanyahu- un acuerdo “ilegal” de rendición.

Sobre la actitud de Netanyahu en este caso, también escribiremos cuando haya más detalles completos sobre el acuerdo en sí, que él-en una situación sin precedentes prácticamente-ha dicho que “cuando gane las elecciones” , no lo respetará, atentando contra uno de los pilares de la continuidad en temas de Estado en un país democrático.

Pero volvamos a Nasrallah y Hizbala.

Es trágico tener de vecino a un país controlado por una banda terrorista que sirve a intereses extranjeros. Nasrallah prometió atacar a Israel si extrae gas de Karish sin acuerdo, y puede verse “obligado” a cumplir sus propias amenazas, propias de terroristas, aunque según estiman las propias autoridades israelíes de los servicios de seguridad, Nasrallah sí quiere que se firme un acuerdo porque considera que le resultará conveniente a Líbano y porque él cree que podrá presentarlo como logro suyo alegando que sus amenazas “amedrentaron” a Israel.

El problema es que si se plantea la eventual firma como éxito “por las amenazas” de Hizbala, que según Nasrallah son las que hicieron que Israel acepte parte de las condiciones libanesas, y no porque el acuerdo hará bien a Líbano, la base ya es compleja . Es una receta segura para problemas.

Con ese tono desafiante de Nasrallah de fondo, mientras autoridades libanesas ya aclaraban que no habrá ceremonia oficial de firma para no “normalizar” la situación con Israel, hubo quien decidió intentar tirar un poco más de la cuerda y presentar las nuevas condiciones, que Lapid rechazó.

La gran pregunta es si Líbano nuevamente se dejará hundir por los terroristas que lo dominan y permitirá que Hizbala ataque a Israel obligándole a responder de modo que el más perjudicado será el Estado libanés. O si de una vez por todas, a pesar de la gran corrupción y la extrema división interna, finalmente habrá en Líbano quien sepa poner freno a la locura y exigir que se haga lo que el país precisa y no lo que impone el estilo provocador de Hizbala que no sabe ni conoce otra forma de actuar.

 

 

Ana Jerozolimski
(06 Octubre 2022 , 19:37)

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