Mi terapeuta, hace cuatro años me dio el alta, me dijo que no me podía ayudar más. Nunca busqué otra. Las respuestas a los temas que elaboramos juntas me cayeron como un cuentagotas, sus palabras vienen a mi mente cuando me va bien o mal en el laburo. Me decía: “vos no sos el trabajo” Vos sos vos” Que merezco ser amada y querida aunque este en la puta mierda. Y no se trata de decir “me lo merezco” cuando quiero comprar unos zapatos de cien dólares. Para mí, ir a terapia era una de aquellas pequeñas cosas de mi vida. La autoestima fue siempre mi punto débil y ella me mostró el camino. Tengo mis recaídas porque es tan fácil navegar la infelicidad. Es tan cómodo el lugar de la no querida. Pero salí de ese lugar.Y aunque me da trabajo sentirme amada, comprendí que solo depende de mí.
En un reel el hijo de Moldavsky hablaba sobre las pequeñas cosas, como esos instantes de felicidad, tomar una cerveza con amigos, que si se hace muy seguido pierde la magia. Buscar y encontrar intereses es la clave de tener momentos disfrutables y compartirlos con los seres queridos.
La semana pasada una amiga me invitó a su cumple y la consigna fue fotos y vino. La pasé genial, fue un momento memorable para guardar en un cajón del inconsciente y sacar cuando todo parece una mierda. Recuerdo un taller de la risa, el facilitador hablaba de llenarse el corazón de cosas lindas para esos días que nada sale bien.
Hace poco fui a la presentación de “Esta historia ya no está disponible” de Pedro Mairal en la feria del Libro de Montevideo. Hasta hice la cola para que firmara el libro y disfruté la foto con él y su dedicatoria. El libro está lleno de pequeños momentos y de textos cortos con historias presenciales y cotidianas.
Un café y un pedazo de carrot cake mirando el mar era una de las pequeñas cosas que disfruté durante años con locura. Hoy por hoy, no tanto, estoy a dieta, porque parece que carrot más carrot me produjo un sobrepeso nada despreciable. Hoy por hoy, comería la torta con un kilo de culpa y sin terapia, no puedo hacerlo.
Entre aquellas pequeñas cosas está escuchar los episodios de Concha Podcast mientras trabajo en la compu. Y aunque me cueste mucho reconocer, en algún lugar, disfruto con mi clase de gimnasia de las diez de la mañana. Me distraigo y hay días que es el único momento que salgo a la calle.
Aquellas pequeñas cosas son los almuerzos o meriendas en familia, cuando viene de visita mi hija. Disfrutamos con una picada con salamín, papas chips, maníes que le llamamos cope cope, una palabra inventada en familia, ese lenguaje que solo lo entendemos nosotros, como cuenta Natalia Ginzburg en “Léxico familiar”. Me hija me ha puesto los sobrenombres más terribles como Janetón, Janetoso, palabras que detesto y amo a la vez.
Aquellas pequeñas cosas fue tener un espacio para caminar en la casa, un balcón dónde tomar aire en la pandemia. Parecía un detalle sin importancia. Tener comida casera en casa, internet y familia ayudó en esos días de tanta incertidumbre.
¿Por qué será que es tan difícil ver un atisbo de esperanza en la vida?