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El legado de Amos Oz: Los judios y las palabras

 

Están todos invitados a escuchar la visión que tiene Ianai Silberstein y una servidora sobre el libro “Los judíos y las palabras” con la coautoría de Amos Oz y Fania Oz, su hija.

Asumo que este libro es el legado literario que hace Amos a su hija Fania, ya desde el nombre, lleva el de su madre, gran protagonista de “Historias de Amor y Oscuridad”, su obra maestra. 

Este libro es un ensayo que vale la pena leer y volver a su lectura, subrayar cada pasaje de la Biblia e ir a su fuente, así como buscar quiénes son todos los autores que nombra. Es un libro corto e intenso, recomiendo acompañarlo con otras lecturas más livianas, pero nos enseña mucho sobre las palabras y nosotros. Imagino su preparación, esas reuniones previas al uso del zoom, en asuntos que el padre le enseñó a la hija y en otros, como el feminismo tal vez ella le enseñó a él.

Este libro nos muestra como estudiar Torá y Talmud, puede no ser un asunto solamente de ortodoxos y una obligación. Puede ser una elección que un laico puede tomar, porque allí está la base de nuestra historia como pueblo. Los niños judíos comenzaban a leer muy chicos con textos en hebreo, primero en el jeder, y luego, muchos siglos después habían bibliotecas en las casas en las que las mujeres pudieron tener acceso a los libros. 

¿Qué sería de nuestro pueblo sin las palabras? ¿Qué sería de las palabras sin los libros? 

¿Qué pasa con las mujeres en el judaísmo? Es cierto, que los hombres agradecen “no ser mujeres”, que si visitamos el Kotel, vemos que el lugar asignado es mucho más chico que el de los hombres, que deben esperar que los hombres se dignen a firmar el guet, que sus obligaciones están en  el seno del hogar. 

En este libro se habla de la importancia de las matriarcas y que es muy probable que el Cantar de los Cantares haya sido escrito por una mujer. Pero habría que esperar mucho tiempo, para que el rol de la mujer en el judaísmo salga a la luz. 

Textual 

"Hagadá significa «narración» en referencia directa a «nárrale a tu hijo». La palabra oral había quedado inmovilizada y encerrada en el libro, solo para ser de nuevo recuperada como declaración oral en la mesa del Pésaj (en inglés Passover) y en cada sinagoga. Padres y maestros leían. Hijos y discípulos escuchaban, cantaban, hablaban y memorizaban. Madres e hijas se sentaban a la mesa familiar, en la cual la alfabetización era repartida y servida.

La más destacada formulación religiosa de este tema es que la Torá protege a los judíos en la medida en que ellos guardan las leyes de la Torá. Una versión alternativa sostiene que el sabbat los salva, siempre y cuando ellos lo observen.

Nuestro propio enfoque no es radicalmente diferente, aun cuando para nosotros no rija ningún mandato divino que guardar, ni el sabbat ni la Torá. Lo que posibilitó la supervivencia de los judíos fueron los libros.

Para algunos observadores modernos, la «anormalidad» judía es el origen de la verbosidad judía. Philip Roth, en un libro que lleva por título el mismísimo nombre de Shylock, presenta un interlocutor que explica la locuacidad judía como un síntoma de perpetua duplicidad y multiplicidad, que fluctúa entre mundos y milenios, de tal modo que: «¡Dentro de cada judío había tantos que hablaban! Mandas callar a uno y el otro toma la palabra. Lo mandas callar y hay un tercero, un cuarto, un quinto judío que tiene algo más que decir"

 

Janet Rudman
(19 Diciembre 2022 , 16:48)

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