En comunidad

Palabras de Ianai Silberstein en el Acto de la convivencia en memoria de David Fremd

Nunca está de más recordar la razón de ser de las cosas. A veces parece obvia, pero otras veces no tanto.

El asesinato de David Fremd en 2016 a manos de un antisemita, Horacio Peralta, no fue el primero en Uruguay, pero es de esperar que haya sido el último.

Cuando en 1987 otro antisemita confeso, Héctor Paladino, asesinó a Simón Lazovsky, el asunto, por terrible que haya sido, no se perpetuó en la forma de un acto público de tipo simbólico o académico. Lo inusitado del hecho, la soledad del perpetrador, y probablemente la buena convivencia entre los uruguayos, en el marco del recién recuperado régimen democrático, dejó el hecho a merced de la memoria y los memoriosos.

Treinta años más tarde conmemoramos el triste y vergonzoso episodio del asesinato en Paysandú por quinta vez para asegurarnos que no sólo los memoriosos recuerden, sino para contribuircon esa convivencia que históricamente nos identifica pero que se ha visto, lenta, progresiva, e inexorablemente, erosionada en los últimos lustros.

Se dijo que lo de Peralta en 2016 fue el acto de un “lobo solitario”, y lo mismo podría decirse de Paladino en 1987. No me canso de repetir que los lobos son, como nosotros los humanos, criaturas de manada. Un asesino de odio nunca está del todo solo. En algún lugar, en algún punto del tiempo, en la insondable oscuridad del odio, a diferencia del hambre que motiva a los lobos, algo disparó al asesino en pos de su víctima.

La razón de ser de este Acto por la Convivencia en memoria de David Fremd es hurgar en la profunda oscuridad e iluminar el futuro de modo que nada de esto vuelva a repetirse. La Humanidad en general, y el pueblo judío en particular, lideran cada día, cada hora, la causa de la convivencia en la diversidad. La vieja dicotomía entre la luz y las tinieblas, el bien y el mal, la pulsión de vida y la pulsión de muerte, no existen por ancestrales sino por míticas.

En su “Historia del Cristianismo” Paul Johnson epiloga acerca de su fe: “…sin estas restricciones, privado de esas exhortaciones, ¿cuánto más horrorosa habría sido la historia…?” Cabe entonces preguntarse qué sería de la Humanidad sin la llama ética de la memoria judía, sin nuestranoción de justicia y amor al prójimo, “porque esclavos fuimos en la tierra de Egipto”.

Sin YadVashem, sin el Proyecto Shoá, o sin actos como los deIomHashoá,Kristallnacht, o éste Por La Convivencia, ¿cómo asegurar un futuro mejor? El primer y último recurso de nuestra especie, el que nos diferencia del resto de la creación, es el lenguaje. Sólo verbalizando podemos aspirar a no repetir los errores del pasado al tiempo de perfeccionar los desafíos del futuro. Que no haya crímenes de odio, en cualquier escala, es un desafío que trasciende tiempo y espacio.

El pasado 2 de marzo escuché en CNN una entrevista del periodista Wolf Blitzer a Jonathan Greenblatt, CEO de la Anti Defamation League en los EEUU. A modo de conclusión, Greenblatt dijo: “el antisemitismo es el canario en la mina de la Democracia”; las minas suelen tener canarios enjaulados que mueren con la más mínima señal de emanaciones letales. La entrevista se enmarca en una serie de signos, señales, y sucesos antisemitas en aquel país.

Actos como este son el complemento a la metáfora del canario en la mina, porque cuando el canario muere ya es demasiado tarde. Me gustaría pensar estos Actos y nuestro desvelo por el Antisemitismo y la Shoá como una suerte de vigía atento en la noche detectando los icebergs en aguas aparentemente calmas. Perfeccionar estos actos, entrenar la memoria, supone evitar la tragedia del Titanic. Las quietas aguas en una noche estrellada ocultan, no obstante, la oscuridad del olvido, el odio, y la muerte.

Quienes me conocen sabe muy bien que dedico muy poco tiempo y energía al Antisemitismo y afines. En primer lugar, porque hay muchas mentes brillantes y corazones abnegados que han dedicado su vida a estas causas; en segundo lugar, porque si bien como judíos estos flagelos tienden a aglutinarnos e identificarnos, entiendo que el judaísmo debe construirse, como cantaba Zitarrosa, “desde el pie”.

El judaísmo es un derrotero personal y colectivo que debe sostenerse en convicciones y valores auto-generados, no condicionados por la bondad o la malignidad del entorno. Es un camino elegido en los albores de la historia y cuyo pacto se renueva no ya en cada generación, sino en cada judío. Que vivimos entre otros es un hecho fundacional; que caminamos en pos de nuestra libertad, también; no sólo cuarenta años en el desierto, sino toda nuestra existencia. Los de afuera no son de palo, pero el partido se juega en casa.

David Fremd sabía muy bien cómo se jugaba a esto de ser judío. No hagas al otro lo que no quieres que te hagan a ti, y cuéntale a tus hijos, una y otra vez. Así encaraba cada día, con la mano extendida al próximo prójimo, y así encaraba el calendario hebreo, ocupándose que la historia fuera contada.

Tenemosel privilegio de, como familia política, sumarnos a su legado. Sea en Montevideo, sea en Paysandú como el pasado Pesaj: ahora hay dos nietos a quien contar el relato. Que no será de persecución y miedo sino de perseverancia y orgullo, de tradición y humanismo. El relato que David Fremd y los suyos, por generaciones, supieron mantener en la heroica Paysandú, como tantos judíos a lo ancho y largo del mundo durante tanto tiempo.

Hoy, sin embargo, había que recordar y renovar el compromiso. Por la memoria, por la Convivencia, y por un judaísmo auténtico, comprometido, relevante, y sobre todo profundamente humano.

 

 

 

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