Los hilos en twitter son la sucesión de pensamientos con tweets de 290 caracteres que se hacen en twitter. El Rabino Kullock en forma muy resumida cuenta de qué se trata la festividad en pocas palabras.
Todos los años volvemos a salir de Egipto porque una parte de Egipto salió con nosotros. Todos cargamos con algo de Egipto. Egipto es pegajoso. Como la tristeza.
Egipto, en hebreo, se dice Mitzraim. Se vincula con aquello que es angosto, que no nos deja respirar. Nadie puede ser libre cuando tiene el alma restringida o cuando es presa del control ajeno. Nadie puede ser libre en tierra de tsures (yiddish para problemas).
Por otro lado, hay quien busca ser libre de todo y de todos. Eso no es libertad sino miedo a sufrir. Eso es cobardía por otros medios. Y eso también es Egipto.
Ser libres implica no desentendernos del dolor ajeno, aún si nos cuesta y nos saca de nuestra zona de confort. Ser libres implica un compromiso con la libertad y con la dignidad ajenas. Dificil libertad, diría Emmanuel Levinas.
Al decir de Fromm, somos libres de y somos libres para. ¿De quiénes somos libres? ¿Para qué somos libres? ¿Para quiénes somos libres? Nunca somos libres en el vacío.
En el Seder de Pesaj tomamos cuatro copas de vino que simbolizan los distintos estadios de la redención. La libertad toma tiempo. No ocurre de un día al otro. Toma tiempo y mucho laburo.
En Pesaj partimos una matza ni bien comienza el Seder. Quizá para recordarnos que nunca vamos a poder salir de Egipto hasta que no reconozcamos nuestras propias fisuras, grietas y abismos. Somos libres cargando nuestras propias cicatrices, no escondiéndolas.
La matza (o pan ácimo) es al mismo tiempo pan de aflicción y pan de libertad. Aflicción por los tiempos pasados (y tal vez presentes), promesa de libertad si nos comprometemos a compartir la mesa con quienes menos tienen y más necesitan.
En Pesaj leemos el Cantar de Cantares porque tal vez no haya libertad sin amor. O tal vez porque no hay cosa más revolucionaria que cruzarte con alguien que te modifique el eje sobre el cual te gira la vida. Aunque de miedo.
Es natural que la libertad, como el amor, nos de miedo. No hay libertad mientras no nos animemos a sacarnos la armadura. No hay libertad que no implique volvernos vulnerables.
En la Hagada de Pesaj nos cuentan sobre un grupo de rabinos que se pasan toda la noche hablando y compartiendo. Libertad es también amistad. Son los amigos con los que las horas pasan volando. Compañeros de ruta que hacen que el viaje valga la pena.
La Hagada gira alrededor de los niños, sus preguntas y su curiosidad. Libertad es, para aquellos que así lo deciden, traer hijos al mundo y sentirse vulnerables como nunca antes. Es un acto de esperanza y de creación. Es creer que no todo está perdido.
La Hagada está llena de preguntas tal vez porque la libertad tiene que ver con tener muchas más dudas que certezas. Libertad es no dejar que las dudas nos paralicen sino que nos movilicen a seguir preguntando.
Las preguntas, como la libertad, abren. Al diálogo, al otro, a lo desconocido, a lo que tal vez escapa a nuestro control. ¿Da miedo? Obvio que sí. ¿Podemos usar el miedo como excusa para quedarnos en Egipto? Obvio que no.
En Pesaj comemos Maror, o hierbas amargas, porque la libertad también implica malos tragos, desilusiones, tristezas y amarguras. Implica malas decisiones y aceptar que a veces nos equivocamos. Pero todo pasa. Como el gusto del jrein en el paladar.
Al final del Seder le servimos una copa de vino al profeta Elías y abrimos la puerta de nuestras casas. Nadie puede ser libre desde el encierro. La libertad nos interpela a salir al mundo, a ser en el mundo, a ser con los demás.
Una de las canciones más conocidas del Seder de Pesaj se llama Dayeinu. Nos invita a dejar de hacer eje en las expectativas por lo que tal vez no será y dedicarnos a agradecer por aquello que sí fue. No se si hay libertad en eso, pero sí mucha liberación.
El 99.9% de aquellos que salieron de Egipto nunca llegaron a la Tierra Prometida. Quizá la libertad sea más horizonte al que aspiramos que realidad que concretamos de una vez y para siempre. Hacia allí nos dirigimos sin ninguna garantía de éxito.
Moisés (casi) no es mencionado en la Hagada. Tal vez para darle protagonismo a Ds. Tal vez para recordarnos que la libertad nos involucra a todos y que nadie puede quedarse mirando el espectáculo al costado del camino.
Al nombrar las diez plagas que azotaron Egipto, sacamos diez gotas de vino de nuestra copa, disminuyendo así nuestra alegría. Cuando nuestra libertad requiere que los del otro lado sufran hay algo que está roto. Ser libres nos exige aprender a hacer las cosas de otra manera.
Este año Pesaj vuelve a caer un 19 de Abril. Como en 1943, cuando los Nazis entraron al ghetto de Varsovia en pleno Seder con intenciones de liquidarlo y se encontraron con la resistencia de aquellos que no se dejaron matar. Ese puñado de judíos aguantó más que todo Francia.
El camino hacia la libertad está plagado de frustraciones y desiluciones. Tiene momentos inolvidables también, ojo. Hay mucho que depende de nosotros y mucho que no. Ser libres también incluye aprender que no todo está bajo nuestro control. Y no es fácil convivir con eso.
Confundir libertad con control. Oh, qué error de principiante.
La libertad, a veces, agobia. No por nada muchos de los que salieron de Egipto al toque quisieron volver. El síndrome de Estocolmo es milenario.