Janet Rudman

Janet Rudman

Me gusta leer y escribir. Encontré en la lectura y la escritura una forma de canalizar mi esencia. Leo con la misma pasión con la que tomo café. Me gusta escribir sobre historias mínimas. He trabajado en varios proyectos editoriales uruguayos que construían identidad judía: Kesher, TuMeser, Jai y ahora formo parte del staff de SemanariohebreoJai.

Columna de opinión

Me llamo Acheta

El Acheta caminaba por el bosque, y justo le cayó encima un animal del tamaño de un cachito de pasto.  Y se lo tragó, no le importó lo chiquito que era,  ni le dio pena que era ciego. Le gustó su sabor y lo deglutió en treinta segundos. Salió a buscar otros, pero su olfato lo llevó a un hormiguero y se dio tremenda panzada de hormigas.

Le gustaba la noche, es ahí que captaba cómo conseguir alimentos y prefiere las hojas verdes y las hormigas. Estas eran  su manjar predilecto. Pero, por supuesto, de vez en  cuando,  comerse otro bichito pequeño, no le venía nada mal.  

Amaba enfrascarse en peleas porque era un guerrero como todos sus congéneres  y siempre ganaba. Una vez, le preguntó Acheta a otro grillo  mientras se paseaba por un viñedo,  el motivo de las apuestas en las peleas de grillos. Sinpa,  cuyo nombre tenía que ver con tener una pata de menos, le contestó, con suma seriedad,  que la costumbre de las  apuestas tuvo su origen en la dinastía Tang de China (618-907) y  luego se extendió a todo el mundo.  Parece que es cosa de millonarios, esto de apostar por nosotros. 

-El mundo nos admira porque somos fuertes y con nuestro lamento nos hacemos notar. 

Estaba de paseo en una vendimia, cuando una señora elegante y altísima, comentó que la emocionaba oírnos cuando caía la  noche. 

Acheta pensó que el mundo animal es un lugar delirante, pero el humano es peor aún. Existe una necesidad de los grillos de lamentarse para atraer a las hembras, de otra manera no se perpetuaría la especie. Que ese llamado primitivo y auténtico les guste a los humanos en las noches cálidas de verano es un tema de ellos. 

 

-Algunos humanos nos aman porque creen que tenemos un aura que les trae buena suerte. Otros se quejan que les cuesta dormir por culpa nuestra. ¿No tienen nada mejor que hacer que ocuparse de los grillos?

-Por suerte, en el cono Sur no es costumbre  alimentarse con grillos. De otra forma,  pasaríamos a estar en la góndola del supermercado. Los latinoamericanos  ni saben que podemos ser un alimento nutritivo.

 Acheta tampoco le gustaría ser mascota y tener un dueño. Su lugar es la naturaleza, con su gente. 

Acheta es un grillo grande, mide cinco centímetros de altura y es un adulto mayor. Ya tiene ocho meses, los otros lo consultan como si tuviera el oráculo de la sabiduría.  

A Acheta no le gusta que lo consideren un depredador y menos que el hombre lo utilice como control biológico para la agricultura.  

“Yo quiero que me dejen en paz, fluir” murmura para sus adentros. Los hombres me hartan con tantos discursos. Resulta que ahora la mitad de la humanidad se alimenta de animales y el resto nos considera dioses y nos venera. A mí me contaron los más veteranos que los ambientalistas que lo pudrieron todo. 

La naturaleza tiene una sabiduría intrínseca y el hombre de la ciudad la quiere cambiar. ¿Acaso alguien conoce a algún hombre de campo vegano? El hombre de campo vive la vida en función de los ciclos de la naturaleza. Y los grillos formamos parte de ese mundo. Yo no quiero que me veneren ni que me defiendan, quiero que me dejen en paz. 

 

Janet Rudman
(20 de Mayo de 2023 a las 12:40)

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