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El inicio de un viaje con Isaac Bashevis Singer

Hoy lunes 15 de abril comenzamos un viaje para redescubrir a Isaac Bashevis Singer. Yo voy a acompañar como guía en una lectura que nos hará hurgar en nuestra historia, en nuestras costumbres de la mano de un gran, pero gran escritor judío.

En la nueva sede de la  Kehila a las 19,15.

Leer a Isaac Bashevis Singer es un viaje. Estos cuentos elegidos para la primera sesión de clase en la Kehila son especiales. Tienen personajes contundentes, marcas de época, costumbres judías, tradiciones de nuestro pueblo y la mirada de este hombre de mundo proveniente de un shtetl que terminó en Nueva York. 

Su  visión de la vida diaria tiene una narrativa simple y va al detalle. Sus descripciones son acertadas. Algunos de sus cuentos tienen realismo mágico mezclado con humor. 

Singer podría haberse sentido como Alchonon en “Taibele y su demonio”, el maestro larguirucho con una imaginación fabulosa que finge ser un demonio y corteja a la crédula Taibele con fantásticas historias del inframundo. La soledad menesterosa de Taibele es tal que, como los lectores de Singer, se rinde gustosamente al arrebato de la imaginación.
En este libro está la historia de Yentl, que ya la vimos en el cine y en el teatro. Leer el cuento original por primera vez me emocionó muchísimo y me hizo pensar cómo a partir de una historia sencilla se puede hacerla famosa a través del cine. 


Pero si el éxito mismo de Singer le hacía pensar en la victoria de las fuerzas oscuras del universo, los reveses demoníacos de la fortuna hicieron del irreverente Singer una figura piadosa, así como impía. Un hombre que vestía trajes sobrios a donde fuera, un vegetariano que afirmaba serlo “por el bienestar del pollo”, un escritor tan devoto de la literatura como su padre era devoto de los comentarios a la Torá (Singer usaba incluso el mismo tipo de cuaderno para escribir), un icono de la vida y la cultura judías, por mucho que disintiera, Singer se convirtió de hecho en una especie de rabino secular.

El primer y más profundo rasgo paradójico en Isaac Bashevis Singer es que buena parte de sus personajes están inspirados en personas que por nada del mundo hubieran leído sus escritos: los judíos ortodoxos polacos y de Europa del Este, de principios de siglo y fines del anterior (en su gran mayoría asesinados por los nazis). Buena parte de la obra de Bashevis está no sólo poblada, sino dedicada a esta gente que la hubiera rechazado de plano: por mundana, por profana, por lujuriosa y por herética. Aunque no puede saberse qué pensaba él realmente acerca del tema, su obra insiste en que la manera menos mala de vivir para un judío es aquella de la que él renegó. En algún reportaje, Bashevis incluso defiende a los judíos religiosos de Polonia por encima de los héroes bíblicos: dice que sus paisanos eran más cumplidores de la Torá, absolutamente pacíficos y totalmente castos fuera del matrimonio, mientras que los reyes David y Salomón “dan tela para cortar”. 

“Los progresistas le criticaban su falta de compromiso con la lucha de los oprimidos. Los tradicionalistas lo criticaban por transgredir la Historia con mayúscula. Los laicos lo criticaban por su apego al folklore místico de demonios y hechiceras. Los religiosos por la convivencia de la kipá y el talit con las tentaciones sexuales. Todos tenían razón: Bashevis ha narrado mejor que nadie el quiebre espiritual de este siglo en dos mitades irreconciliables: el resquebrajamiento de la mística religiosa y la falta de respuesta del iluminismo a los grandes enigmas de la vida.”

Janet Rudman
(15 Abril 2024 , 16:09)

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