Cuando leí por primera vez Gente Normal de Sally Rooney, me llamó la atención que en la Universidad de Dublín se mencionara una marcha propalestina. La novela presenta a dos personajes: una joven de clase media, cuya madre le presta poca atención y a través de la cual se cuestionan los valores burgueses, y un joven, cuya madre trabaja como empleada doméstica y es mostrada como un modelo de virtud y humanidad. La obra incluye una fuerte dosis de corrección política, llevada al extremo..
Lo más preocupante, considero, es la articulación de un nuevo “Humanismo” que impulsa el boicot a instituciones culturales israelíes y judías, promoviendo listas negras, lo que recuerda al macartismo en su máxima expresión, disfrazado de defensa de los Derechos Humanos.
Anteriormente, los nazis lo justificaban en nombre de la pureza de la raza aria; hoy en día, algunos sectores progresistas, como la escritora Sally Rooney, adoptan posturas similares sin dirigir críticas a países como Irán, donde la persecución de homosexuales persiste. Ariana Harwicz fue una de las primeras en señalar, hace años, que en ciertos círculos literarios ya se percibían estas posturas, incluso antes del 7 de octubre.
Recuerdo una discusión con la escritora argentina Natalia Zito, quien, pese a tener un abuelo que estuvo en un campo de concentración nazi, publicó un posteo crítico hacia Israel. Entre las latinoamericanas, he visto publicaciones similares en Instagram, como la de Jimena Barrera, y seguramente haya muchas más que no he leído. No se trata de estar en contra del pueblo palestino, sino de firmar cartas de apoyo a Hamas, mientras se omite mencionar regímenes como Irán, Corea del Norte o Afganistán, donde las mujeres viven en situaciones de represión extrema. Y qué decir de los kurdos, los yazidíes o los uigures en China, que también sufren persecuciones y de quienes casi no se habla.
Otro aspecto a considerar es que autores israelíes como David Grossman, Etgar Keret y Eskol Nevo son profundamente críticos del gobierno israelí. Sin embargo, esto parece irrelevante para quienes promueven cartas en contra de Israel.
Son temas que parecen estar fuera del foco de debate en ciertos círculos culturales.
La semana pasada fuimos testigos de dos cartas opuestas sobre el boicot cultural a instituciones israelíes, destacando a Sally Rooney como líder de la primera carta y a varios escritores, entre ellos Ariana Harwicz, como firmantes de la segunda.
1 Primera carta (liderada por Sally Rooney): El 28 de octubre, el Festival de Literatura de Palestina publicó una carta, replicada en The Guardian, firmada por más de mil escritores, incluyendo a Rooney, Annie Ernaux y Valeria Luiselli, quienes se comprometieron a no colaborar con instituciones culturales israelíes. La carta declara que se boicoteará a editoriales, festivales, agencias literarias y publicaciones israelíes "cómplices de la opresión de los palestinos" y que justifican o encubren la ocupación y el apartheid. La campaña, en el contexto de la guerra entre Israel y Gaza, ha recibido apoyo de varios autores que critican la situación israelí, en línea con las posiciones propalestinas de Rooney.
2 Segunda carta (respuesta al boicot): La respuesta fue publicada al día siguiente por la organización Creative Community for Peace, firmada por escritores como Lee Child, Howard Jacobson y Ariana Harwicz. Esta carta denuncia el boicot como una forma de censura cultural que "crea más división y fomenta el odio". Harwicz critica la posición de Rooney y argumenta que el boicot refleja un antisemitismo latente, señalando que el enfoque exclusivamente hacia Israel es sospechoso. Además, Harwicz destaca que algunos escritores israelíes también critican a su gobierno, pero afirma que la carta liderada por Rooney ignora estos matices y promueve una visión unilateral y totalitaria del conflicto.
En conclusión, el debate entre ambas cartas muestra una polarización entre los defensores de un boicot cultural a Israel como protesta contra la las instituciones israelíes por la guerra entre Hamas y Gaza, y quienes sostienen que este tipo de censura es una forma de antisemitismo y totalitarismo en el ámbito literario y cultural.