Por John Spencer y Arsen Ostrovsky, publicado en New York Post
N. de Red: Arsen Ostrovsky es el director ejecutivo del Foro Legal Internacional, que combate el terrorismo y el antisemitismo. John Spencer es presidente de estudios de guerra urbana en el Instituto de Guerra Moderna de West Point, presentador del “Urban Warfare Project Podcast” y coautor de “Understanding Urban Warfare”.
Esta semana, el mundo recibió otra mentira: que las tropas israelíes abrieron fuego deliberadamente contra palestinos que esperaban comida en Gaza.
El coro habitual respondió en el momento oportuno, gritando "masacre" y "crimen de guerra", mientras que gran parte de los medios de comunicación actuaron, una vez más, como amplificadores de la propaganda de Hamás.
La realidad no podría ser más diferente.
No solo no hubo masacre, sino que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) aseguraron activamente un corredor humanitario para facilitar las entregas de la Fundación Humanitaria de Gaza, una iniciativa estadounidense-israelí diseñada para llevar ayuda directamente a los civiles.
Y por primera vez desde que Hamás comenzó la guerra el 7 de octubre, el grupo terrorista estaba perdiendo el control sobre la distribución de asistencia humanitaria en Gaza.
El nuevo sistema se creó para eludir por completo a Hamás, eliminándolo de la cadena de suministro de ayuda que ha utilizado durante mucho tiempo como arma de guerra. Hamás ha operado como una mafia terrorista: secuestrando camiones, acumulando suministros para sus combatientes y luego inflando los precios para financiar su esfuerzo bélico, y castigando violentamente a cualquier gazatí que se atreva a tomar alimentos fuera de su control.
En su primera semana completa de operaciones, el GHF distribuyó casi 7 millones de comidas, un promedio de un millón al día.
Decenas de miles de gazatíes recibieron alimentos de forma segura y sin incidentes: sin intermediarios de Hamás, sin mercado negro inflado ni influencias políticas.
El GHF ahora trabaja para abrir más puntos de distribución y llegar a aún más gazatíes necesitados.
Esta es la primera operación de ayuda seria y a gran escala que socava el arma más poderosa de Hamás: el control sobre la población de Gaza.
Y Hamás está entrando en pánico.
¿Por qué? Porque los alimentos han formado parte de su arsenal desde hace mucho tiempo.
Hamás ha utilizado la ayuda como palanca, desviándola, distribuyéndola y negándola para imponer su lealtad y preservar el poder. El GHF amenaza con desmantelar ese sistema entregando ayuda directamente a los civiles, eludiendo al grupo terrorista que ha utilizado la hambruna como estrategia.
Por lo tanto, Hamás ha recurrido a una respuesta doble.
Primero, la disrupción sobre el terreno: enviando agentes armados para provocar el caos en los centros de ayuda, disparando contra civiles que intentan acceder a alimentos y creando volatilidad deliberadamente.
Segundo, la desinformación: inundando las redes sociales y los medios de comunicación complacientes con cifras falsas de víctimas, imágenes manipuladas y narrativas inventadas, todo para presentar a Israel como el agresor y a sí mismo como la víctima.
Y más de 600 días después de que comenzara la guerra, demasiados medios de comunicación mundiales siguen repitiendo sus argumentos sin cuestionarlos.
Eso no es periodismo, es complicidad.
Sí, el sufrimiento en Gaza es real.
Pero su causa no son las operaciones militares de Israel ni los esfuerzos por rescatar a los rehenes que Hamás aún mantiene; es la propia estrategia de explotación y terror de Hamás. Mientras tanto, la comunidad internacional, liderada por la UNRWA, había sido la principal fuente de asistencia humanitaria en Gaza y durante años hizo la vista gorda ante la explotación de la ayuda por parte de Hamás, sin ejercer una supervisión significativa, incluso empleando a miembros de Hamás (muchos de los cuales participaron en los atentados del 7 de octubre) como personal local y utilizando sus instalaciones para acaparar ayuda para operaciones terroristas.
Ahora, la UNRWA parece preferir ver el fracaso de la GHF y que la población de Gaza muera de hambre, para poder seguir utilizando al Estado judío como su chivo expiatorio permanente.
Israel ha tomado medidas sin precedentes para minimizar el daño a la población civil, enfrentándose a un enemigo que se infiltra en zonas civiles, acapara la ayuda humanitaria y sacrifica a su propio pueblo para ganarse la compasión mundial.
La ayuda humanitaria nunca debe ser moneda de cambio para los terroristas.
Pero al insistir en un sistema que deja la ayuda en manos de Hamás, gran parte de la comunidad internacional ha permitido precisamente eso.
Hamás prefiere matar de hambre a su propio pueblo antes que perder el control sobre él. Quienes realmente se preocupan por el bienestar de los civiles palestinos deben apoyar un sistema que ignore por completo a Hamás.
Ese sistema es la Fundación Humanitaria de Gaza.
La FGH está brindando lo que innumerables actores internacionales no han logrado: asistencia humanitaria directa, responsable y a gran escala que no fortalece a un grupo terrorista.
Rompe el monopolio de Hamás sobre la ayuda y lo despoja de una de sus herramientas más peligrosas: usar los alimentos como medio de control.
Por eso Hamás intenta sabotear esta iniciativa.
Apoyar a la FGH significa más que alimentar a los hambrientos.
Significa romper el control de Hamás sobre los civiles de Gaza.
Significa desmantelar la estrategia de dominación del grupo mediante la privación.
Y significa respaldar una audaz iniciativa estadounidense-israelí que no solo brinda alimentos, sino también esperanza.