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Mi rechazo absoluto a los ataques mal intencionados contra Israel

El autor de estas líneas, uruguayo israelí residente en el kibutz Farod, es Director de Innovación de Zonamérica en Uruguay y fue nombrado por la ANII como uno de los asesores de la Oficina de Innovación de Uruguay en Israel.

 

 

Los que somos judíos, israelíes, que trabajamos o ayudamos en otros países —como asesores, técnicos, profesionales— no venimos en nombre del gobierno de Israel. No representamos a ningún gobierno. Cada uno de nosotros tiene sus opiniones, a veces coincidimos con las decisiones de Israel y muchas veces discrepamos profundamente. Como cualquier ciudadano libre.

Pero cuando venimos a trabajar al extranjero, lo hacemos por el bien del país que nos recibe. Venimos a dar lo mejor de nosotros: nuestra experiencia, nuestro conocimiento, nuestras ganas de construir. Y sin embargo, cada vez más sentimos ataques, presiones, acusaciones que no tienen sentido.

Nos dicen que somos soldados del ejército de Israel. Como si eso fuera un crimen. El servicio militar en Israel es obligatorio. Es parte de nuestra historia, de nuestra responsabilidad. Sí, defendemos nuestra tierra. Porque es la única que tenemos.

Y parece que muchos ya se olvidaron del 7 de octubre. Del horror. Del ataque brutal que sufrimos por parte de una organización terrorista. No fue un país. Fue un grupo asesino que violó, quemó, masacró y secuestró a civiles. Y ahora el mundo actúa como si eso no hubiera pasado. Como si la guerra hubiera empezado después. Como si los 50 rehenes —hombres y mujeres— que siguen secuestrados no importaran.

Estamos en un momento confuso y peligroso. Y sí, el antisemitismo está saliendo a la superficie con más fuerza que nunca. Y lo más triste es que en algunos países hay ministros y figuras públicas que, para quedar bien con ciertos sectores, atacan a Israel o a los judíos incluso siendo ellos mismos de origen judío. Eso duele más. Porque no entienden nada. Ni la historia, ni el presente, ni lo que se necesita para lograr paz: hablar, escuchar, construir entre todos.

Yo trabajo en Uruguay, un país que respeto profundamente. Pero por primera vez siento que me atacan por ser quien soy. Y no tengo con qué defenderme. Y, sinceramente, tampoco tengo por qué defenderme.

No tengo que justificar que soy judío. No tengo que justificar que soy sionista. No tengo que justificar que vivo en Israel.

Y si no fuera por Israel, no estaría hoy en Uruguay ayudando a crear más empleo, más desarrollo, más oportunidades. Estoy acá para sumar. Para compartir lo que aprendimos. Para ayudar, con respeto.

Y quiero dejar en claro algo: cuando digo que solo se puede ayudar cuando hay voluntad de recibir, no me refiero a quienes nos invitan a trabajar por el bien del país. Con esas personas trabajamos codo a codo, con total respeto mutuo, y estoy seguro de que valoran profundamente el conocimiento y la experiencia que traemos.

Me refiero a los que atacan desde la comodidad del teclado. A los que opinan sin saber. A los que buscan cualquier excusa para señalar con el dedo a Israel. A los que miran todo con odio o prejuicio. A ellos, por más que uno explique, por más que uno dé, nunca alcanza. Nunca sirve. Nunca vale.

 

Y eso… duele.

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27 Julio 2025


Análisis del periodista de investigación DAVID COLLIER

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