En comunidad

Un recuerdo original: cómo se hacía campaña electoral en otros tiempos.

Para los amantes de la historia, un recuerdo de quien la vivió, el ya fallecido Daniel Vidart.

Hace unos años, cuando Uruguay acaba de ir a elecciones nacionales, conversamos con el prolífico escritor y antropólogo Daniel Vidart, hoy lamentablemente ya fallecido. En ese momento, con 94 recién cumplidos, muchos años para recordar y una memoria prodigiosa para hacerlo, nos adentró en el mundo de las campañas electorales que él recordaba de su juventud.

Es original volver a leerlo hoy. Esto es un resumen de aquella entrevista.

 

P: Uruguay fue a las urnas y leyendo análisis, informaciones diversas, yo me preguntaba cómo lo habrán vivido los uruguayos más longevos, que hace mucho que participan en elecciones y que por cierto han visto mucho. Tú, con tus jóvenes y flamantes 94 años, has participado por cierto en numerosas elecciones.¿Recuerdas la primera vez que votaste, cómo lo viviste, cómo fue aquello?

R: En mi juventud era anarquista, libertario, una oveja negra en el rebaño ciudadano. Desconfiaba del Estado y de un estilo de política que en vez de forjar estadistas fabricaba politiqueros. Así también, anarco perdido, fue mi padre en su juventud. Pero el tiempo y lo que carga en su mochila de experiencia y convivencia le ofreció a mi padre un inesperado trampolín. Saltó del anarquismo al primer batllismo sin pasar por el partido colorado. Batlle, al recibir a esta muchachada pronunció una frase que no olvido: “Yo no le pregunto a estos hombres de dónde vienen sino adónde van”. Mi padre se hizo gran amigo de Brum, y me fue a buscar al liceo para que lo acompañara al centro, pues Baltasar estaba en la puerta de la casa con un revólver en cada mano, esperando que más gente se le uniera para resistir el golpe de Terra. Sentimos el disparo...y nadie , en ese momento, salió a las calles en tumulto para evitar el arrasamiento de las instituciones.

P: Qué recuerdo fuerte ….Tu padre, entonces, te marcó…

R: Así es. El fue Representante Nacional del batllismo en dos legislaturas por el departamento de Paysandú. Yo conversaba mucho con él en aquellas sobremesas que hoy ya no se estilan ni son posibles porque la dinámica mediática te lleva a coscorrones. Y también leía lo que se había escrito sobre aquel gran demiurgo que fuera Don Pepe, el constructor de un país civilizado, donde la libertad y la justicia aprendieron, lenta pero seguramente, a caminar de la mano. En el año 1946 voté por primera vez. Lo hice por el batllismo rural que acaudillaba Don Tomás Berreta, a quien desde El Día se le hurtaba el cuerpo. Fue elegido presidente y me nombró su secretario privado- secretario aúlico decía sonriendo cariñosamente- para atender solamente a los hombres de gobierno, embajadores y amigos íntimos a quienes él mediante el secretariado político, les concedía audiencia.

P: Ex anarco…cerca del poder..

R: Pues te diré que aprendí mucho con Don Tomás. Un hombre ejemplar, honesto, servicial, providente, con formación campesina.  

Don José Batlle y Ordoñez y Tomás Berreta
Don José Batlle y Ordoñez y Tomás Berreta

 

P: Mucho cambió también en lo que envuelve el acto electoral en aquellos tiempos no había siquiera televisión y hoy todo es tan mediático que hay quienes sostienen que el contenido pasa a segundo plano. ¿Cómo se hacía campaña cuando tú eras jovencito?

R: Se vivía en otro mundo, en otro país. El pulular de los pequeños y los grandes caudillos concedía una fisonomía muy peculiar a la propaganda partidaria. El batllismo inauguró los clubes políticos con el propósito de convertirlos en escuelas ciudadanas. Y lo llegaron a ser. Pero, en la mayoría de las convocatorias se apelaba a la acción más que al pensamiento relevante de las figuras del pasado, se rememoraba la historia de las guerras civiles, a partir de la batalla de Carpintería, cuando nacieron las divisas. La “radio bemba”, la visita de los candidatos a los troperos de votos, las promesas de mejoras de tipo personal y social a los vecindarios barriales , venía a ser la cinta de trasmisión que movía la máquina partidaria. En el parlamento había grandes oradores: Rodriguez Fabregat, Etchegoyen, Frugoni.

P: Y seguramente la oratoria tenía otro estilo.

R: Los discursos eran a veces grandilocuentes, llenos de pompa y prosopopeya. Se vestían con brillantes vocabularios, concediendo a veces más importancia a las formas que a las cosas de fundamento. Había esgrimistas de la palabra que en vez de cruzar sables cruzaban armas retóricas. Y los duelos verbales entre los voceros ilustrados de cada partido en ocasiones resultaban memorables. Y a menudo, hacían mucho ruido pero cosechaban pocas nueces.

P: ¿Había también diferencias entre las campañas en la ciudad y en el campo?

R: Sí, sin duda. El ejercicio de la política rural era distinto al de la urbana: en el campo se recurría a lo afectivo, a la tradición, al recuerdo de los caudillos de otrora. En la ciudad funcionaban otros resortes: los del juego de las ideas y las ideologías, las asambleas en las que se apelaba al logos más que al pathos, aunque el recurso emocional estaba siempre presente en las reuniones y en los discursos esquineros. El viva, viva, atronaba las calles...Y había una institución, sobre todo en las poblaciones del interior, que giraba en derredor del asado ensillado y la timba en los campamentos de los blancos y los colorados que se instalaban, naturalmente, en distintos baldíos. Los caudillitos locales retenían las “balotas”, es decir, las credenciales cívicas. Las devolvían a la hora de votar y arreaban a los votantes en tropel, rumbo a las mesas. Y a tropezones marchaban a cumplir con su obligación y derecho ciudadanos. Eso sí, con los bolsillos pelados y los ojos vidriosos. Creo que estos campamentos todavía persisten Uruguay adentro...

Ana Jerozolimski
(24 Noviembre 2019 , 06:53)

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