Por Fabián Alvarez
En el programa que me entregaron el pasado domingo que fui a ver la recientemente estrenada El rufián en la escalera, dirigida por Alberto Zimberg y protagonizada por Moré (Mike), Denise Daragnès (Joyce) y Martín Castro (Wilson), se cita al autor JoeOrton hablando –presumiblemente- de estos personajes y es la única información que recibe el espectador en el programa de la obra: “Todos los personajes pueden ser reales. Ninguno de ellos es conscientemente divertido. Cada uno ha de ser interpretado con una seriedad desesperada. Sólo así se puede conseguir la mezcla de comedia y amenaza. Todo lo que dicen los personajes es verdad”.
La historia transcurre en el apartamento de una pareja, Joyce y Mike, ambientada en la década de los 70s en Nueva York, donde ocurren dinámicas violentas y machistas, propias de la época y también del tipo de personajes que protagonizan la obra, un criminal de origen irlandés y católico y una ex prostituta protestante, con todo el folklore que estos datos anecdóticos le traen al espectador, que en muchos casos ya ha visto películas como El Padrino o ha leído a Charles Bukowski y el lenguaje del guión se le hace familiar. De hecho, lo primero que pensé en cuanto comencé a ver la dinámica en la relación de la pareja es en el libro de cuentos La máquina de follar de Charles Bukowski y más y más pensaba en este autor a medida que avanza la obra esa idea y similitud en lo soez del lenguaje, lo desesperanzador de las historias de los personaje y la misoginia que tiene el texto.
A la hora de ver esta obra es interesante explorar un poco la historia del dramaturgo británico JoeOrton (1933-1967). A pesar de vivir una vida corta chocó a las audiencias con sus comedias negras y de hecho ortonesco se convirtió en un neologismo que representa algo ultrajantemente macabro en el inglés (ortonesque). El rufián en la escalera comenzó como una radionovela, El peluquero de niños, que la BBC difundió en 1964 y fue reescrita para teatro en 1966. Como novela fue co-escrita junto a su pareja Kenneth Halliwell y publicada de forma póstuma en 2001.
Entender la homosexualidad del dramaturgo y situarnos en el tiempo y lugar donde nació, la Inglaterra de mediados de siglo pasado donde la homosexualidad era criminalizada nos permite entender o leer entre líneas lo que ocurre cuando entra en escena el tercer personaje Wilson y todo lo que se desencadena con su llegada. La homofobia del texto, sin mencionarse jamás de forma explícita está latente e incluso parece ser un espejo con el propio final del autor (asesinado por su pareja, que se suicida a posteriori, por pensar que Orton iba a dejarlo por otro).
Como espectáculo, El rufián en la escalera es una joya de la cartelera del teatro independiente (exhibida en el Teatro Circular, Sala 2, sábados 21.00 hrs y domingos 19.30 hrs) que recomiendo ver para conocer no sólo a Orton sino a una manera de escribir tan propia de los autores malditos de mediados del siglo pasado, que desgarradoramente, describen demasiado bien la miseria humana.