Antes de que den las veinte y treinta horas del veinticuatro de noviembre de dos mil diecinueve en Uruguay, quiero dejar por escrito algunos asuntos.
Si hoy efectivamente triunfa la fórmula Lacalle Pou-Argimón espero que las no-celebraciones de los votantes de la fórmula Martínez-Villar sean pacíficas e inofensivas. En otras palabras, “a llorar al cuartito”, literalmente; que no cunda el destrozo ni el vandalismo. Espero también que el discurso de aceptación de la derrota por parte de Daniel Martínez esté a la altura de las circunstancias: que no sea increpador, incendiario, ni revanchista. Habrá perdido en buena ley, con los mismos recursos que su fuerza política supo usar para llegar al gobierno: la coalición multicolor. ¿Qué es el Frente Amplio sino una colcha de retazos que tapa otra parte de la realidad? Hoy seguramente cambiemos de colcha.
Si hoy efectivamente triunfa la fórmula Lacalle Pou-Argimón y pasamos la fiesta en paz, incluido el 1º de marzo de 2020 cuando asuma el nuevo gobierno, espero que el proceso que implique la tan denostada Ley de Urgente Consideración que Lacalle Pou ha prometido para el día siguiente sea un proceso democrático: discusión parlamentaria, negociaciones, y voto de los legisladores. Tal vez manifestaciones, tal vez algún paro parcial o general; pero nada de asonadas o vandalismo o Mayo francés. Si tanto nos jactamos de nuestra calidad democrática, será en esa instancia que probaremos nuestras afirmaciones.
Si hoy efectivamente triunfa la fórmula Lacalle Pou-Argimón serán parte del gobierno y del parlamento nacional hombres y mujeres del partido Cabildo Abierto: toda una incógnita. El General no es un santo (hoy ya hizo su picardía votando tres horas antes de lo anunciado para evitar la prensa), pero hasta ahora su discurso es intachable. Sin embargo, preocupan algunos individuos que parecen brotar como hongos en su entorno. Más que la oposición, será el propio gobierno el que deba auto-protegerse de los otros extremismos. Como no supo hacerlo el Frente Amplio hasta que el caso Sendic le explotó en la cara. Sean picardías de corruptela barata o sean afirmaciones de odio, uno de los mayores desafíos de la coalición liderada por el Partido Nacional es cuidar su integridad ética y moral.
Si hoy efectivamente triunfa la fórmula Lacalle Pou-Argimón habrán pasado treinta años que triunfara la fórmula Lacalle-Aguirre. El hijo tiene la oportunidad única y privilegiada de reivindicar al padre: que cuando termine el mandato no sólo su partido no se quiebre en dos y se haga añicos; no sólo que no haya siquiera motivos para una embestida baguala; no sólo que sepa procesar correctamente una sucesión que asegure continuidad; el desafío es tal que implica que no vuelva el Frente Amplio por lo menos durante los próximos veinte años. La política es la búsqueda del poder, pero el poder como fin es la maldición de la política. El arte está en ejercerlo para el bien de todos, minorías incluidas.
Si hoy efectivamente triunfa la fórmula Lacalle Pou-Argimón, se habrá iniciado una nueva era. Partidos menores surgirán y desaparecerán. El sistema se volverá más “parlamentario” que antes. Los mecanismos electorales han de servir exclusivamente para marcar los votos, pero el verdadero cambio cualitativo del país se dará sólo si esta “coalición multicolor” entiende que vino para quedarse. Hoy es Lacalle Pou, en cinco años podría ser Larrañaga (sí, intuyo que peleará la Interna), Talvi, o incluso Manini Ríos (espero que no, lo prefiero de ladero que de caballero), o vaya uno a saber quién. Una vez dirimida la Interna, luego la parlamentaria, el espíritu que primó en 2019 debe primar en 2024. De lo contrario, habrá sido todo al ñudo.
Si hoy efectivamente triunfa la fórmula Lacalle Pou-Argimón, espero que haga una extraordinaria gestión. No será sencillo. Si la otra coalición pierde es también porque no es sencillo; la situación se complicó y las mayorías ya no confiaron en la mística frentista para enfrentar las crisis que nos acucian. Ya no es tiempo de esperanza sino de pragmatismo, y eso habrán votado los uruguayos en su mayoría. Espero que Lacalle Pou sea Presidente para “hacerse cargo”, para gobernar, y al término de su mandato irse a su casa con la consciencia en paz de la tarea cumplida.
Si hoy efectivamente pierde la fórmula Martínez-Villar, creo que no oiremos de ninguno de ellos nunca más; primera especulación. En segundo lugar, espero que la oposición sea tan sabia como pregona su futuro líder, el ex Presidente Mujica, acerca de sí mismo. Más que especulación, es una expresión de deseo. Si bien los moderados casi han desaparecido de la interna del Frente Amplio, esperemos que la izquierda más dura no se salga de los andariveles del sistema democrático. Con la excusa de “las bases”, tengo derecho a temer.
Si hoy sorpresivamente ganara la fórmula Martínez-Villar, quedaré boquiabierto y atrapado en mi sillón, incrédulo y decepcionado. No tengo la más mínima noción cómo se articulará un gobierno en minoría, salvo que recluten la mayoría por medio de cargos y otras prebendas. Uno nunca sabe hasta dónde llegan los principios de sus dirigentes, y esa sería una prueba de fuego. De lo contrario, nos esperarían cinco años de statu-quo, reparto de cargos, y poco más. Algún decretazo aquí o allá. Probablemente una crisis económica porque no les voten un ajuste fiscal. No sé. No lo imagino. Pero todo es posible.
Hasta mañana, con el diario del lunes.