Lo afirma la Profesora Gisela Spinola, becaria de Yad Vashem, comprometida con la enseñanza sobre la Shoá.
Con Gisela Spinola nos une desde nuestra juventud una amistad personal, por lo cual nos constan directamente sus profundos sentimientos por el judaísmo, el pueblo judío y el Estado de Israel. Recordamos la emoción que la embargó cuando viajó a Israel a participar en un curso para docentes en Yad Vashem, lo cual redobló su compromiso de siempre.
De cara a la reinauguración del Museo de la Shoá, nos pareció importante pedirle que comparta con los lectores su análisis y opinión.
P: ¿Cuál es el significado desde tu punto de vista de la reinauguración del Museo Recordatorio de la Shoa?
R: Reinaugurar el Museo creo que tiene una triple significación. Primero, es redoblar el esfuerzo para honrar la memoria de las víctimas de una atrocidad sin parangón como lo fue la Shoa. Creo que es una obligación afectiva y moral hacer este esfuerzo para realizarlo, mantener viva la Memoria de las víctimas. Debe ser un imperativo recordarlas y homenajearlas en forma permanente.
El segundo significado es lo que el Museo representa para sobrevivientes y sus familias… es un lugar que mantiene vivas esas memorias de las personas directa o indirectamente involucradas en esta tragedia.
Y en tercer lugar, el Museo es una herramienta fundamental para trasmitir el objetivo primordial de perpetuar esa Memoria y así poder ayudar a educar y sensibilizar a las nuevas generaciones para que esto no vuelva a repetirse.
P: Recordemos cuál es Gisela tu vinculación con el tema.
R: Mi vinculación con el Centro Recordatorio del Holocausto es de varios años, especialmente desde que tuve, como docente de Historia, el privilegio de haber podido ser becada en Yad Vashem, en Jerusalem, para poder ahondar en el conocimiento de este proceso. Haber podido egresar de su Escuela de Estudios Internacionales fue experiencia única. Fue un antes y un después en mi vida.
Apenas regresé, me prometí a mí misma, que en la medida que fuera siendo posible, debía devolver de alguna forma todo eso que había aprendido y necesitaba hacer ese aporte que sentía como fundamental, como ser humano y como docente, y que iba a vincularme de lleno a esta Institución para poder aportar lo mejor de mí. Me siento cada día mejor persona pudiendo ser un eslabón en esta cadena de trasmisión de valores fundamentales que hacen a nuestra esencia como seres humanos.
P: Y desde entonces tu apoyo directo al Centro Recordatorio del Holocausto, ha sido claro.
R: Volví de Yad Vashem en 2016 y desde ese momento esa fue casi mi obsesión: poder devolver, poder aportar, se lo debía al pueblo judío, que no pudo ser mi pueblo por nacimiento o por herencia, pero que sí lo es por adopción, por un sentimiento muy profundo y personal…. Entonces este año 2019 y ya en camino a mi jubilación como docente del Elbio Fernández, el tiempo real y físico me dio la oportunidad de incorporarme al grupo de trabajo, gracias a que la querida Rita Vinocur y su equipo, Dinorah Polakof, Sandra Veinstein, compañeras y educadoras invalorables, me dieron esta oportunidad.
Y fue realmente una bendición que les agradezco de todo corazón y por el resto de mi vida. Es mi mayor orgullo hoy día, formar parte de este grupo humano.
P: ¿Por qué es importante que exista un Museo de la Shoá en Uruguay?
R: El Museo de la Shoa es de suma importancia para continuar difundiendo y sensibilizando a las nuevas generaciones sobre un tema tan emblemático y tan sensible como la fue Shoa. Sobre todo en un mundo donde la discriminación y el prejuicio siguen campeando de manera tan infame, toda vía para difundir y educar sobre valores esenciales como el respeto y sobre la necesidad de entender que, lejos de separarnos, el ser, creer y pensar de manera diferente es lo que nos enriquece como sociedad.
P: ¿Qué objetos de los expuestos en el museo son especialmente simbólicos para vos?
R: La Estrella Amarilla, que para mí representa la segregación ; el peine de Ana Benkel, que la aferró a la posibilidad de vislumbrar un futuro en medio del horror diario y además la ayudó a apartarse de la deshumanización que significaba el quitarle a los prisioneros la posibilidad de conservar aunque más no fuera su cabello… aquello que los hacía humanos…. Y el sonido de fondo de los trenes, transitando por las vías, que me produce escalofríos cada vez que entro al Museo y los escucho, son indudablemente los elementos o los objetos que más me impresionan allí dentro.
Más allá que cada uno de los objetos que allí se encuentran nos cuentan una historia vivida, ya que cada uno de ellos tuvo un dueño y una historia, a veces muy trágica, a veces por lo menos con un final más “feliz”. También me impresiona muchísimo la Sala de los Espejos, donde están grabados los nombres de 3500 sobrevivientes que llegaron a nuestro país, y de los cuales 550 son nombres de niños.
P: Esa parte debe ser-lo comento antes de haberla visto-especialmente emotiva.
R: Así es. Me hace acordar mucho a la Sala de los Nombres de Yad Vashem. Logra conectarte de una manera más íntima con cada una de las historias, con cada víctima.
P: ¿Qué vivencias especiales has tenido con los alumnos y docentes que llegan a visitar el museo? Recordemos que la mayoría son de escuelas y liceos no judíos por supuesto.
R: Trabajar con estudiantes y docentes es maravilloso de verdad…. Además tiene un plus el hecho que en efecto, la gran mayoría de los estudiantes que recibimos no son judíos. Algunos vienen más preparados desde el aula, otros menos. Pero todos escuchan y participan desde el asombro, a veces desde su propia ingenuidad, desde sus ganas de saber y de intentar comprender cómo pudo haber sucedido algo tan imponente.
De los chiquilines rescato además, sus caritas, sus comentarios, su sensibilidad siempre. Es imposible que recorran el Museo y escuchen las historias y no se conmuevan. Te diré que trabajar con los niños de Primaria es diferente que con los de Secundaria. Por lo general los más chicos preguntan o te cuentan más lo que van sintiendo. Los adolescentes también, pero se descubren más por las miradas y la forma cómo contemplan cada objeto. Y todos lo hacen con muchísimo respeto, siempre…
P: ¿Y los docentes?
R: Lo mismo sucede con los adultos, con los docentes, se emocionan muchísimo con la visita. La semana pasada dentro de un grupo de escolares había un niño afrodescendiente, y después de escuchar la charla, al final me dice: “A mí siempre me discriminaron por mi color. Cuando era chiquito me dolía mucho. Ahora ta, ya no me importa”. Me desarmó. Se me llenaron los ojos de lágrimas y me dieron ganas de abrazarlo… es muy injusto.
P. Qué situación.¿Qué le respondiste?
R: Lo que se me ocurrió en el momento fue algo que realmente me pasó. Le conté que de chica me pasó muchas veces que me decían “cara de zanahoria” porque tenía el pelo medio colorado y muchas pecas. Le dije que me molestaba pero que después aprendí a reírme de eso. Por suerte él se mató de la risa cuando le dije.
P: Estuviste muy bien. Gisela ¿algo que quieras agregar?
R: Que el Museo de la Shoa en Uruguay es un aporte a una mejor ciudadanía.
P: Muchas gracias Gisela.
R: A vos Ana.