En comunidad

La noche se llenó de luz en Trouville. Janucá en Montevideo.

Por Ionatan Was

Fotos: Andrés Aksler

Cada vez que llega diciembre, buena parte de nuestra colectividad se pone ansiosa esperando que llegue el día. Y este año, con las fiestas tardías, hubo que esperar hasta este lunes 23 para vivir lo que sin duda constituye uno de los puntos fuertes del calendario comunitario: el encendido de la menorá pública, en lo que era la segunda noche de Janucá. Y como es habitual, con la entera organización de Jabad Uruguay.

            Un enorme arco inflable de medio círculo (y con un par de frases con un eral para buscar luego en las redes) esperaba a la gente, que fue llegando en el horario habitual de las siete y media. El día se iba despidiendo; y este año estuvo mucho mejor que el anterior: con el viento en calma y una temperatura ideal, sosegada por una brisa fresca.

            Pasado el arco, uno se podía encontrar con el panorama habitual, aunque siempre con alguna sorpresa añadida. Estaba el foodtruck con sus knishes y las sufganyot, y para sentarse las mesas altas, adornadas con cirios; y al lado, en una paila grande apoyada en el anafe, los latkes se cocinaban en medio del agua burbujeante y caliente. También estaba la mesa de ventas de janukiot y kipot, más el reparto de folletos.

 

Siguiendo el contorno al escenario principal, había un par de mesas para los más chicos, una para pintar bizcochitos con glasé y la otra para hacer manualidades, siempre bajo la supervisión de las animadoras, además del payaso que no se cansaba de armar figuras de globo y de tocar la corneta; casi al lado estaban los dos carritos de circo, en uno se regalaba algodón de azúcar y en el otro, globos de colores; estaba la janukiá inflable de varios colores.

 

Terminando el contorno estaba la gran carpa bajo toldos, pensada para el cteen, el espacio de Jabad para adolescentes; adentro de ella había mueblería fina y muy blanca, con un par de mesas alrededor de las cuales los y las jóvenes podían distenderse con la narguila. Y obviamente que estaba la parte principal, las sillas, la alfombra roja para los niños, la tarima, las bolas colgadas de hilos formando Janucá 5780, y lo más importante de todo: la enorme menorá de hierro de siempre, que permanecerá allí al menos hasta el fin de la celebración.

            De modo que con las primeras estrellas tomó la palabra Meyor Shemtov (hijo de Eliézer y Roji) y dio la bienvenida, explicando un poco todo lo que había, y anunciando el cronograma de la noche.

 

Luego el que habló fue Mendy, que recordó que cada año se cursa invitación al presidente de turno; y aunque Tabaré no pudo asistir este año, sí mandó una carta, que fue leída por uno de los adolescentes, mientras la gente seguía una larga fila en el foodtruck.

El mensaje del Presidente de la República
El mensaje del Presidente de la República

 

Mendy terminó su alocución subrayando la importancia de las miles de menorot públicas que encienden el mundo entero, aunque eso sí, cada judío debe encender su propia menorá para iluminar la casa cual faro de luz.

 

Finalmente habló Eliézer, que aun afónico como estaba tiene algo para decir, como que cada uno en su vida tiene sus lapsos de oscuridad y los otros de luz, y es ahí cuando se vuelve fundamental cubrir esa oscuridad con nuestra luz, siendo que, como sucede en Janucá, esa luz hay que intensificarla cada día un poco más.

            Cuando terminaron los discursos, la gente hizo lugar a una salva de aplausos, mientras por los parlantes restallaba la música tradicional judía.

            Entonces sí, llegó el momento de encender las velas. Se llamó primero al embajador de Israel, Yoed Magen, quien se subió juntó a Eliézer al montacargas (que se debe destacarlo, estuvo muy bien maniobrado por el operario, quien luego también recibiría su merecido aplauso). En definitiva, diplomático y gran rabino le dieron luz a la vela elevada, la del shamash. Meyor explicó entonces en qué orden se deben prender las otras velas de abajo, antes de llamar a los invitados; para la primera, pasaron Rafael Hodara en nombre de la comunidad sefaradí, Jack Abudara por Jabad, más representantes de los dos colegios comunitarios. Otra vez Meyor, pero para recitar la brajá, fuerte, ardoroso, haciendo la pausa justa, con una cadencia deliciosa. Finalmente, para la segunda vela se llamó a dos chicos del kids club más otros dos del cteen.

            De repente, y sin que nadie lo anunciara, el cielo de Pocitos se llenó de luces de colores durante varios minutos, que al final se mezclaron en una sinfonía que maravilló a los presentes.

            Fue todo muy rápido y disfrutable, y cuando el estrado móvil aún estaba por bajar del todo, las animadoras —ataviadas con lentejuelas brillantes— irrumpieron el escenario, anunciando que llegaba la hora de los sorteos. Los niños saltaron de la alfombra e hicieron girar la perinola, y según la letra que cayera, se llevaban el premio grande o si no el menos buscado. Luego sacaron los números para los sorteos; un nene que tenía el treinta y seis, y que llevaba una camiseta azul de Israel, se llevó el premio mayor: ¡una bicicleta! Pero los demás también se llevaron algo, algún lente de agua, una cuerda para saltar, y para los últimos alguna moneda del Janucá guelt.

            Para el final, cuando se hicieron las nueve, las animadoras se volvieron a subir al montacarga, para desde el aire lanzar los paracaídas de chocolates y otras delicias del estilo, mientras la gente embravecida se arrebujaba abajo en busca de su botín.

            Si alguien no pudo ir o se quedó con ganas de más, tendrá la revancha este domingo a las ocho en Punta del Este. ¿Dónde? Frente a los dedos más famosos.

 

Ultimas Noticias Ver más

Esta página fue generada en 0.0685310 segundos (4230)
2024-10-08T06:49:57-03:00