Mundo Judío

Desde Auschwitz. Recordando mi Marcha por la Vida.

Vale la pena compartir las imágenes, aunque algún video salió sin audio, y hay pequeños saltos en la filmación.

En el 2016 participé en la Marcha por la Vida de Auschwitz a Birkenau y en la ceremonia junto a los restos de los crematorios. Hoy, cuando tantos líderes internacionales  se dan cita en Jerusalem para conmemorar  el 75° aniversario del cierre del campo de exterminio y condenar el antisemitismo, quisiera compartir con nuestros lectores algunas imágenes que filmé allí, en aquel escenario del horror.

Llegar a Auschwitz es tocar directamente justamente el horror. Ante todo, porque se "ganó" con sangre su condición de símbolo de la Shoá, aunque era uno de los cerca de 2000 campos de concentración y campos de trabajo erigidos por los nazis.

.Auschwitz y el aledaño campo de exterminio Birkenau, que suelen ser presentados como un complejo a pesar de los tres kilómetros de distancia entre ambos, fueron el mayor cementerio de la judeidad europea, el mayor escenario de exterminio.

Llegar allí es acercarse al horror, ya que aún pueden verse, como parte de lo expuesto en lo que es hoy un museo recordatorio, las pilas gigantescas de prótesis, de lentes, zapatos, valijas..., parte de lo que se quitó a las víctimas antes de asesinarlas. 

 

Cuando el Ejército Rojo entró el 27 de enero de 1945 a Auschwitz, encontró en los depósitos lo que los nazis, en su rápida huida del lugar, no alcanzaron a sacar: 350.000 trajes de hombre, 837.000 prendas de mujer y 7.7 toneladas de cabello humano, en bolsas de papel, prontas para ser enviadas a Alemania. Los datos los proporciona el archivo de Yad Vashem en Jerusalem.

 

Pero el horror máximo es comprender que cada uno de los asesinados, era una persona de carne y hueso, que vivía, tenía familia y sus sueños. Cada uno, tenía un nombre, una identidad.

En una de las barracas de Auschwitz, se puede buscar hoy , en un imponente registro, producto de un proyecto conjunto entre el Museo Auschwitz y Yad Vashem, el nombre de las víctimas plenamente identificadas. En una especie de libro enorme no encuadernado, con decenas de miles de hojas grandes, como colgadas en medio de la habitación, con letra pequeña y muy pegada, hay más de cuatro millones de nombres, de los seis millones de asesinados. La gente se acerca, busca por letra a sus familiares asesinados.

 

 "Aquí está el nombre de mi bisabuela", dice un jovencito de Panamá y marca con el dedo una de las líneas. Un compañero se le acerca y ambos se abrazan. Una mujer, con lágrimas en los ojos, afirma que halló el nombre de la abuela que siempre había oído en su casa. "No hay duda, es ella...el año de su nacimiento, el nombre, su pueblo", asegura mientras se seca las lágrimas.

Luego, ya en la Marcha por la Vida, a pie, desde Auschwitz a Birkenau, cuatro jovencitas judías de Canadá, encienden velas junto al vagón parado a un costado del camino, que durante la Shoá sirvió por cierto como tantos otros, para transportar judíos a la muerte. Llevan colgados al cuello, un recuerdo personal de quienes no conocieron, familiares asesinados.

 

Cada uno, tiene un nombre.

 

Y este es el fin de la ceremonia en Birkenau. 

 

 

Bendita sea la memoria de las víctimas.

Nunca más.

Ana Jerozolimski
(22 Enero 2020 , 14:04)

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