Esto podría ir también en la sección editorial. Es un artículo de análisis y opinión.
Debo confesar que mientras escuchaba al Presidente Trump hablando el martes en la Casa Blanca, hubo momentos en los que estuve tentada de pensar que el plan que estaba revelando podría conducir a la paz entre israelíes y palestinos. Es que recuerdo muy vívidamente aquellos años del proceso de paz entre las partes, cuando realmente pensábamos que algo estaba por cambiar para bien. Y oír nuevamente sobre arreglos concretos, entendimientos que podrían conducir a una vida mejor para todos, resultaba muy tentador.
Pero no. No tuve ni siquiera que pellizcarme para despertarme. Para entender que difícilmente esto pase del papel. Difícilmente, por no decir imposible.
Vayamos por partes.
Está claro que si en lugar de decir “no” como siempre-o como declaró el martes del Presidente palestino Mahmud Abbas “no, no, no, mil veces no”- los palestinos decidieran darle una chance a este plan, el escenario sería otro. Podría funcionar. Claro que para eso se necesitaría que no sólo Abbas cambie de rumbo, sino que los terroristas acepten deponer las armas y proclamar su amor por Israel, o al menos reconocerle como Estado judío. Imposible. No ocurrirá. No aceptaron hacerlo cuando se les ofrecía un Estado palestino en el 95% del territorio. ¿Van a hacerlo ahora cuando se les ofrece el 70%?
Es cierto: los palestinos siempre han dicho que no. Rechazaron planes de partición sumamente amplios que les proponían casi todo. Siempre optaron por el todo o nada. Clinton, Barak, Olmert. Ya es historia. A eso ya estamos acostumbrados.
También es cierto que la administración Trump trató de estar en contacto con la Autoridad Palestina en el proceso de preparación del plan, pero ellos rechazaron todo tipo de vínculo con Trump y su gente en los dos últimos años, por sus posturas pro israelíes.
Sin embargo, la tradición de rechazo palestino no significa que haya lógica alguna en el acuerdo que se está presentando. Es histórico, sin duda. Es el plan más detallado que haya sido presentado jamás. Es por cierto bueno que apoye varias consideraciones israelíes claves desde el punto de vista de seguridad. Pero eso no significa que vaya a aportar a lograr la paz.
El problema principal es que abre la puerta a la anexión de todos los asentamientos a Israel, de forma unilateral, no como parte de un paquete que conduce a la paz. Aunque el acuerdo mismo no menciona explícitamente este punto de la soberanía israelí-lo dice sí en cuanto al Valle del Jordán- sí se refiere claramente a la incorporación de todos los asentamientos al territorio de Israel, lo cual es lo mismo. Y el mensaje de la administración Trump es que se lo puede hacer ahora, empezar ya el proceso.
Eso es sumamente peligroso.
Acerca el riesgo de un Estado binacional, fin del sionismo, fin de Israel como Estado judío y democrático.
La derecha, ciega al respecto, ya lo ha dicho: quieren anexión, pero no un Estado palestino. Como se dice en hebreo, comerse la torta y dejarla entera. Claro que de todos modos, como ya hemos señalado, los palestinos no piensan implementar el Estado propuesto en este plan, porque rechazan el plan todo. Pero el peligro es que la derecha israelí en el poder considera que tiene luz verde para hacer lo que durante décadas, por alguna razón, no se hizo, lo cual no hizo nadie, tampoco Menajem Begin (z”l) ni Itzjak Shamir (z”l) del Likud, y no precisamente por ser “palomas”: anexar los territorios.
La discusión no pasa por una cuestión de derechos históricos, vínculos religiosos y promesas divinas. Es indudable que en Judea y Samaria están las raíces, no en Tel Aviv. ¿Y qué? También hay más de 2 millones de palestinos, y como Israel no vive en una isla, debe tomarlo en cuenta. No por los palestinos. Debe tomarlo en cuenta por su propia forma de vivir.
Uno de los puntos concretos del plan que acentúa esta problemática, es el mantenimiento de 15 asentamientos considerados bastante aislados, como enclaves dentro del territorio palestino, en lo que sería supuestamente parte del futuro Estado palestino. Eso no es parte del consenso israelí. Es fuente segura de serios problemas.
También nosotros consideramos que la mayor parte de la culpa de que se haya llegado a este momento, que veamos en el mapa una superficie que sería el futuro Estado palestino, insertada de hecho dentro del territorio de Israel, es de los palestinos, por haberse dedicado siempre al “no”. Pero eso no significa que Israel debe dar pasos irresponsables que le complicarían sobremanera en el plano internacional y en la arena jurídica y ni siquiera le aportarían seguridad.
Y aunque no somos de ver fantasmas por todos lados, resulta ineludible ver un vínculo entre la presentación del plan en este momento y la situación personal de Netanyahu, quien desde el martes, es el primer Primer Ministro en funciones en la historia de Israel, contra quien se presenta un acta de acusación.
No parece muy factible que Trump y/o Netanyahu realmente crean que el plan, por más interesante que sea, conduzca en la situación actual a la paz israelo-palestina. Pero su dramática presentación, desvía la atención pública de las sospechas de corrupción de Netanyahu y hasta complica la situación de Beni Gantz, jefe de Kajol Lavan, que aspira a ser el próximo Primer Ministro, presentándolo como quien critica a Netanyahu por expedientes “artificiales”-como alega Netanyahu- mientras él, el Primer Ministro, está embarcado en un capítulo histórico para cambiar presente y futuro de Israel.
Sea como sea, cabe recordar que falta muy poco más de un mes para las elecciones en Israel. No es legítimo, en la situación actual, dar pasos tan cruciales como la planeada anexión, a la que el plan de Trump da claramente luz verde.
Este miércoles circuló en las redes una corta filmación de una rueda de prensa que el Primer Ministro Netanyahu brindó hace un año durante su visita a Brasil. El periodista Ohad Hemo, que fue el enviado del Canal 2 de la televisión israelí a cubrir el viaje, preguntó al Primer Ministro cuál es la diferencia entre su posición actual y lo que él increpó al otrora Primer Ministro Ehud Olmert cuando estaba siendo investigado por sospechas de corrupción. “Para no cometer errores, cito”, dijo Hemo. Y citó lo que había dicho en aquel entonces, diez años antes, Netanyahu, como jefe de la oposición: “Un Primer Ministro ahogado hasta el cuello con investigaciones, no tiene mandato público o moral para determinar cuestiones decisivas para el Estado de Israel, por el temor que tome decisiones en base al interés personal de supervivencia política”. “¿Cuál es la diferencia?”, preguntó Ohad Hemo a Netanyahu en Brasil. Y Netanyahu respondió: “Esa cita se refiere a un programa político o a pasos políticos que Olmert se disponía a dar en la víspera de las elecciones, lo cual a mi criterio era inaceptable. Uno no puede traer un programa político antes de las elecciones, sin haber recibido mandato para ello, en una situación en la que se hallaba en aquel entonces. Es sobre eso que hablé. Y yo no pienso traer ningún programa político”.
Es como suele decirse….los archivos tienen memoria.
Y para los que no saben, recordemos: Israel va a elecciones el 2 de marzo. El plan de Trump que Netanyahu abrazó con entusiasmo, fue presentado el 28 de enero, un mes y 5 días antes de ir a las urnas. Eso también es en la víspera de elecciones.