Conversando sobre la vida de Tacuarembó a Montevideo.
Y sobre los sueños superados por la realidad.
En determinado momento, cuando la vida lo permite, uno puede detenerse un poco y ponerse a rememorar en forma ordenada para compartirlo como testimonio de vida. Esto es lo que ha hecho el pediatra y nefrólogo Dr. José Grunberg en su flamante libro “Reminiscencias”.
Le preguntamos por qué y sobre qué lo escribió, y así nos respondió:
“Reminiscencias es un libro de muchas décadas de recuerdos de gente, circunstancias, países, continentes y océanos.
Mucho de lo que aquí se narra se ha salvado del olvido, gracias a que fui desde escolar un escritor, en el sentido de que me gustaba escribir las cosas que vivía y veía y registrar en el papel lo que escuchaba.
Fui guardando todo lo escrito y ochenta años después decidí contarlo en este libro.
Son historias de escolares de quinto año, cuando organizamos una asamblea para evitar la discriminación en la invitación de un cumpleaños.
Algunos cuentos se refieren a mi vida como médico pediatra y otros como nefrólogo.
Mucho de la vida en Tacuarembó, y el viaje a Montevideo a la pensión en Jackson y Chaná, donde cultivé amistades que, bien regadas, persisten después de tantas décadas.
La emocionante tarea de mi padre acompañando a la ruta 5 , vendiendo a crédito a los obreros y enseñando el trabajo de ese modelo de ventas para cuando los obreros terminaran la ruta 5, que llegó hasta Tacuarembó, donde vivimos muy integrados con gente de ideas diversas y diferentes ubicaciones sociales.
Los recién nacidos privados de función renal sin posibilidades de vivir, vivieron merced a la diálisis peritoneal crónica, que habíamos incorporado como recurso en el país”.
Esta es una buena oportunidad para recordar la entrevista que realizamos tiempo atrás al Dr. José Grunberg.
Entrevistar a una persona de vasta trayectoria, cuya familia-como tantas otras familias judías- cruzó fronteras para poder seguir viviendo, siempre es como abrir un cajón de recuerdos y tesoros que la memoria y el corazón mantienen vivos. Y cuando se trata del Dr. José Grunberg (86), Titular de la Academia Nacional de Medicina, un exitoso médico cuyo reconocido nivel profesional va de la mano de su don de gente, el primero en nacer en Uruguay en una familia de inmigrantes, ello agrega una dimensión especial a la conversación. Y más aún cuando se combina su Tacuarembó natal con la nueva vida, desde jovencito, en Montevideo.
Esta es una entrevista sobre identidades y mundos combinados, sobre raíces nunca olvidadas que supieron mirar hacia adelante. Y sobre la vida que cambió al enamorarse de Charlotte, la hoy muy conocida Directora General de la Universidad ORT, a la que conoció cuando acababa de llegar de Europa a Uruguay.
Aclaración técnica: no podemos no tutear a nuestro entrevistado, por un cariño de décadas y un agradecimiento por todas las curas y soluciones que supo darnos mucho tiempo atrás como pediatra de la familia.
En la primera residencia en Tacuarembó, antes del nacimiento de José.
P: José...te pedí entrevistarte sobre tu vida y sinceramente no sé por dónde empezar. Es que me imagino que seguramente no necesariamente por tu propia vida, sino ya antes ¿verdad?
R: Así es. La vida mía está muy sellada por el Atlántico y por esas caminatas tremendas de rescate por Europa. Por ejemplo, mi padre fue de Ucrania a pie hasta Cherburgo porque no había plata; allí consiguió la visa y cuando hicimos el testamento de mi padre encontramos la visa a Uruguay. Él no sabía lo que era Uruguay. Llegó a Montevideo en 1929, sin idioma. Fue enseguida a Tacuarembó. Tuvo que averiguar cómo empezar a trabajar para poder comer y luego ganar dinero para traer a mi madre y a mis hermanos de Europa que estaban en Ucrania, en un pueblo llamado Toporov, que en otra etapa fue parte de Polonia.
P: ¿Cómo es que fue directo a Tacuarembó?
R: Consiguió un trabajo para vender al brazo corbatas, camisetas y calzoncillos, gracias a una ayuda de la comunidad, que le dio crédito para tener esa mercadería. Siempre digo que mi padre fue el precursor de American Express porque vendía a los obreros que estaban construyendo la Ruta 5 entre Montevideo y Tacuarembó, con crédito. Cuando cobraban iban pagándole a mi padre. Y llegó a Tacuarembó porque paró la Ruta 5 ahí. Lo interesante es que el jefe de toda la construcción de la Ruta 5 era un judío Cataribas , pero nunca se llegaron a conocer. El otro era sefaradí y no tenían idioma en común.
P: ¿Cuánto tiempo después de llegar a Uruguay pudo traer a la familia de Europa?
R: Un año, año y medio. El viaje del Atlántico fue muy complicado porque mi hermano Jaime, que tenía ya un espíritu de investigador, se quería tirar al agua para ver cómo eran los peces.
JUDÍOS EN TACUAREMBÓ
P: ¿Y cómo fueron los comienzos en Tacuarembó?
R: Instalamos la casa Viena de Ramos Generales. Pero mi madre quería poner su propio negocio separado, porque mi padre tenía muy mal humor y la hacía trabajar mucho. Así que ella empezó a hacer sus propias relaciones para integrarse. Enseñaba a las señoras gallegas a hacer mermeladas con pétalos de rosa y cáscaras de naranjas. Le retribuyeron enseñándole a hacer hojaldre . Por eso digo que ella hacía “docencia” en el negocio.
P: Esa generación, en muchos casos, era de judíos muy religiosos. ¿Cómo era tu familia?
R: También mis padres eran muy religiosos. Se trajeron evidentemente el Talmud y otros libros religiosos. No podían comer nada “treif” (no kasher) y con la poca plata que ganaban contrataron a un “shoijet” (que faenaba de acuerdo al rito judío) que estaba desocupado, para poder empezar a comer pollo al fin. El problema es que el “shoijet” se enamoró de la chica que trabajaba en casa, que era muy linda, y se fue con ella. Tuvieron cuatro hijos. Así que nos quedamos sin “shoijet” y sin la chica. Pero venían a visitarnos con los niños.
P: Original la historia sin duda...¿Cómo describirías el hogar donde creciste? ¿Qué te transmitieron esos padres inmigrantes que pudieron finalmente salir adelante?
R: Materialmente, no había nada. Nuestra primera casa era de un solo ambiente. Después que se hizo un poco de capital, se separó las piezas con madera compensada, que no llegaba al piso ni al techo. La primera casa era un rancho. Pero fue en 1931, así que yo aún no había nacido, no viví allí. De ahí quedó una linda foto de mis padres y mis dos hermanos, con la bicicleta que era por cierto un instrumento básico porque con ella se cobraba las cuotas del “American Express” de mi padre.
P: Me imagino que ese sistema mismo de ir a cobrar las cuotas en la bicicleta habrá sido una fuente de anécdotas.
R: Sin duda alguna. Físicamente, a mi padre lo benefició mucho el asunto de la bicicleta y de la venta a crédito, porque cuando iba a cobrar y no querían pagar, le tiraban los perros y salía a toda velocidad .Era una forma de hacer ejercicio.
P: Y bromas aparte ¿qué te dejó el hogar de tus padres?
R: Te diré que el gran problema de mis padres era proteger a mi hermana Sara, que era una rubia preciosa con rulos a la que todos los muchachos querían, también católicos y franquistas. Había algunos millonarios que daban la vuelta en moto para que ella los viera. Era una muchacha de 18, 19 preciosa y con riesgo de enamorarse.
Para mis padres, la única opción era que nosotros seamos doctores y que ella se case con un doctor. No había alternativa. Como había sólo hasta 4° de liceo, para 5° y 6° de escuela ya vinimos a Montevideo, primero a Villa Muñoz. Finalmente mi hermana realmente se casó con un doctor, concretamente un odontólogo. Lamentablemente mis dos hermanos ya fallecieron.
Pero me preguntas en serio sobre el hogar en el que crecí. Te diré que era un lugar de mucho trabajo, todo el mundo trabajaba. Además estábamos muy acostumbrados a la pobreza, no teníamos cuarto de baño, teníamos que ir a un excusado afuera de la casa. Después compramos un termofón de 15 litros, éramos como 8. Estudiar era una cosa muy importante junto con la vida religiosa. Se cerraba por supuesto el negocio en shabat y papá gastaba toda la plata para comprar en la Kehilá un asiento adelante en las Altas Fiestas y él se quedaba toda la noche en la sinagoga. La vida religiosa y la vida familiar fue absolutamente decisiva: mucha cohesión, mucho apoyo. Entonces vivíamos en un ambiente donde había 20 familias judías.
La vivencia judía era muy fuerte.
Los tres hermanos Grunberg en Tacuarembó: Jaime, Sara y José.
IDENTIDADES
P: Para ti la vivencia judía, ¿pasaba por el cumplimiento religioso, como tus padres?
R: No. Pero no había ninguna duda de que éramos judíos. Y eso se ostentaba, no se ocultaba. Había judíos comunistas y judíos sionistas; había republicanos españoles y había franquistas; había sefaradíes, pero había una relación muy buena entre todos. Inclusive algún franquista, que vivía en frente, tenía un auto y nos sacaba a pasear los sábados de tarde. La identidad judía nunca estuvo en juego. Era un conjunto humano variado...y con muchos poetas. Para que veas el ambiente que había: el abuelo de Vaz Ferreira era mi profesor de química y era mi médico, él tenía un cartel en el consultorio que decía: "Si usted puede pagar son $10. Si no puede pagar, es nada".
P: ¿Te sentías criollo o hijo de inmigrantes?
R: Yo hablaba español en la calle e yidish en casa. Yo tenía el idioma extramuros y el idioma intramuros, porque además lo que me quedó cuando había mucho lío era que los insultos siempre estaban en yidish.
P: Es que en yidish siempre suenan mejor. Y en tu vida se combinaban entonces dos mundos...la vivencia judía en un hogar de inmigrantes y la vivencia de uruguayo natural.
R: Y fijate que se daba todo: en un pueblo como este había sólo una escuela y la maestra era cliente de papá, entonces había una nota que subía porque tenía que pagar la cuota. Fijate qué interesante cómo la escuela era integradora, porque mi compañero de banco era el hijo de la prostituta del prostíbulo más importante de Tacuarembó, donde debutaban todos. El chico se integró, hizo una carrera universitaria. Era muy integradora la escuela. Además yo me adapté mucho y en frente a la plaza 19 de Abril estaba la Iglesia y el cura era una tipo que nos daba charla, nos daba café con leche y nos regaló una pelota de fútbol, y yo con el cura tenía muy buena relación. Un día me propone ser monaguillo, aunque yo fuera judío. Imaginate que los chiquilines me aplaudieron.
P: Algo me dice que tus padres no tanto...
R: Fui a casa y les dije a mis padres que tenía una noticia: voy a ser monaguillo. Mi madre le preguntó a la empleada del negocio, Erlinda, qué era un monaguillo...así que después vino la cachetada. Pero volviendo a ese mosaico en el que vivíamos, recuerdo también a López Testa, un corredor nato, que corría alrededor de la plaza. Fue a Córdoba y venció con 10,2 segundos, pero no le dieron el récord mundial porque dijeron que había tenido el viento a su favor. Era un personaje en Tacuarembó. Una vida inolvidable la de Tacuarembó.
LA NUEVA VIDA
José, Charlotte y su hijo Jorge.
P: Y en Montevideo la nueva etapa...y ahí llegó Charlotte.
R: Así es. Nos conocimos en un baile. Te diré que en los bailes de Tacuarembó para sacar a bailar a una chica tenías que pedirle permiso a la madre. Yo vine acá y no sabía a quién tenía que pedirle permiso. Además, en Montevideo se bailaba bailes modernos de acá. Y yo no los conocía. Así que planchaba todas las noches y me venía la depresión. De pinta nunca tuve problema pero no sabía bailar. Una noche, cuando me estaba ya yendo de un baile, alguien me dijo que no me vaya, que atrás de la biblioteca hay una muchacha hermosísima. Fui a la biblioteca y casi me desmayo. Me encontré con una muchacha con minifalda, con un pitillo, con vestido sin breteles de chiffon verde. Salimos a bailar y le dije “¡Qué lindo que bailás vos" y ella me contestó “Je ne parle pas l´espagnol”. Era la segunda noche que estaba en Uruguay .Y desde ahí, quedamos juntos. La conocí totalmente de casualidad, con dos culturas totalmente diferentes. Dio trabajo amoldar Tacuarembó con Lieja, con Bélgica.
Mi vida cambió totalmente. Me casé con ella siendo aún estudiante de medicina. Ella enseguida agarró el español y se hizo secretaria de una oficina importantísima de una compañía de autos de Alemania oriental. Hizo la traducción del instructivo del auto del alemán, porque en Bélgica hay una parte que se habla alemán. El sostén económico de la familia fue primero ella; yo trabajaba dando inyecciones.
Charlotte era una persona de gran iniciativa, con un espíritu brutal de organización. Por ejemplo: un día a los 40 me fracturé grave, y en la práctica tuve que dejar de trabajar porque andaba de muletas, no tenía autonomía motora. Ella armó un grupo para enseñar inglés . La contrataron los traumatólogos de la Sociedad de Traumatología para enseñar inglés. Tuvo dos años ese grupo. Y enseñaba francés a psicoanalistas . Tuvo un éxito rotundo y realmente, 40 años después, ven a Charlotte y le dicen: "Ay, Charlotte, queremos tus clases de vuelta".
P: José, dos mundos muy distintos los de ustedes dos. ¿Verdad?
R: Absolutamente. La convivencia se basó en la tolerancia. Yo soy un hombre que viene de la vida en pensión. Mi vida es de poeta, de cantante. Yo soy un tipo que me formé en un medio totalmente diferente al de ella. Nos llevó tiempo. Nos llevamos muy bien ahora, pero al comienzo era mucho más difícil congeniar. Yo era un tipo muy arisco, muy bravo y Charlotte fue tolerando.
P: Ese es el verdadero amor se dice ¿no? Con los años la relación madura de modo que ya el amor está compuesto por cosas más estables que el enamoramiento inicial.
R: Por supuesto. También tuvimos la suerte de tener a Jorge. Él fue a París con nosotros.
P: ¿Lo vuestro fue amor a primera vista?
R: Sí. Creo que para los dos.
LA HISTORIA DE LA NIÑA
El Dr. José Grunberg con el escritor Ruperto Long y el ex Presidente de la República Dr. Luis Alberto Lacalle, en un evento de los Amigos Uruguayos de la Universidad Hebrea de Jerusalem en honor a Charlotte.
P: ¿Cuándo te enteraste de la historia de Charlotte?
R: Por el libro de Ruperto Long, “La niña que miraba los trenes partir”.
P: Increíble...o sea que en una vida entera casados, ya abuelos de varios nietos, Charlotte recién en los últimos años se abrió ante su propia familia. ¿Nunca te contó nada?
R: Contó alguna cosa pero nunca entró en detalles. Te cuento que en el 63, por iniciativa de Charlotte siempre con su gran espíritu, nos fuimos a París para que yo haga mi especialización. En París también habló poco. Allí vivía una amiga de su madre, una señora Goldshmit y ella quiso ir a verla. Yo la acompañé y fue un contacto emocional muy fuerte, pero me era difícil aproximarme a lo que le había pasado a Charlotte.
P: ¿Sabías que era sobreviviente de la Shoá?
R: Sí, eso sí. Ella nos contó que tuvo que irse disparando de Lieja, que llegó a París de noche, que no tenía dónde ir. Ella era la que hablaba francés, porque los padres hablaban yidish y un francés muy malo. Cuando venía la Gestapo la que hablaba era ella.
P: Pero, ¿cuánto sabías de su historia?
R: Muy poco, casi nada. Además fuimos a su pueblo, que era como Colón con respecto a Montevideo. Como los padres eran vendedores en la feria, ella quedaba sola tenía una nodriza, Palmira, una italiana. En París conocí a Palmira, que y ella sabía que venía Charlotte . Cuando llegamos alguien dijo: "Llegó Charlotte" y salió Palmira llorando y gritando “llegó Charlotte, llegó la niña”. Fue emocionante el encuentro.
Pero no se hablaba en casa de todo lo vivido en la guerra . Hasta el libro, los nietos y Jorge conocían muy poco. Fue un shock emocional brutal para todos nosotros.
P: Me imagino lo que debe ser, casi de repente, enterarse de todo ese sufrimiento, lo que tu compañera de toda la vida, para Jorge su madre, había sufrido de niña.
R: Sí. Lo que los salvó a ellos, a la familia de Charlotte, fue que estaba toda la familia junta, ella, sus padres y su hermano. Pero si salían, no podían caminar juntos porque tenían miedo de que se llevaran a uno, entonces caminaba sola Charlotte adelante, después venía Raymond atrás. Un día a Raymond lo capturó la Gestapo y ellos lo vieron pasar y un nazi dijo: "dejalo a este rubio" y se fue. Pero hubo muchos momentos así...
P: Que seguro dejan marca.
R: Así es. Pero lo que nosotros siempre conocimos en la familia fue a la Charlotte pujante y organizativa.
EL OTRO AMOR, LA MEDICINA
P: Y no se puede contar sobre tu vida sin hablar de medicina.
R: Es cierto. No recuerdo haber dudado nunca sobre mi deseo de ser médico. Fue difícil especialmente al especializarme como nefrólogo pediátrico porque atendí muchos niños graves, todos tecnológico-dependientes. Era muy duro ver a esos niños enfermos y ver a la familia real de un niño grave y sin salida.
P: ¿Cómo se maniobra entre el alto nivel profesional y la sensibilidad?
R : La verdad: me asesoré con un psicoanalista aunque no me psicoanalicé.
P: ¿Porque entendiste que como nefrólogo pediátrico ibas a lidiar con la posibilidad de algo terminal?
R: Muchos de los niños que estuvieron en diálisis con nosotros son adultos ahora. Muchos no llegaron a ser adultos, pero nosotros tomamos varias medidas: visitábamos mucho la casa de los pacientes.
P: ¿Qué quiere decir "nosotros"?
R: El equipo nuestro, que ahora está a cargo de nefrología pediátrica. Son todas mujeres, todo mi equipo es femenino. Íbamos mucho a la casa y además era todo muy informal, se atendía en el corredor; no había vida médica separada de la vida. Aprendimos mucho del sistema de cuidado y cómo los seres que apoyan a un paciente, algunos huyen, algunos rotan, algunos cambian. Aparecen y desparecen personas. Además tenemos un caso muy interesante, que presenté en Chile, que conmovió a todos: hay una enfermedad familiar genética, que se desarrolla desde Entre Ríos a Río Grande Do Sul pasando por Uruguay, se caracteriza por problemas renales y sordera. Son la familia más grande del mundo, está publicado. Entonces mostré el caso de una familia de cuatro integrantes, de la cual la madre y dos niños tienen la misma enfermedad y los tres están en diálisis. Los niños ayudan a la madre a hacer la diálisis en la casa, que es una tecnología relativamente compleja y entonces la madre contrae una neumonía y va al centro de terapia intensiva. Allá hay un técnica excepcional y compleja, nos llaman a ver qué hacemos y les sugerimos que el hijo de 12 años tratara a la madre, y la salvó.
El sistema donde la mujer cuida al enfermo sigue estando, pero el cambio de personajes: la mujer se enferma, la mujer muere y le viene agotamiento. Van cambiando, el sistema de cuidador-cuidado se basa en la resiliencia, cómo te adaptás al cambio, todos tenemos eso. Pero la adversidad es otra cosa, por mes cuántas cosas malas te pasan. Cuando tenés un enfermo cuya vida depende del aparato, ahí vos no podés decir "voy a tomar una pausa y a descansar". Es notorio un hecho: la que nunca abandona la responsabilidad es la mujer. No hay una mujer que haya abandonado el campo de batalla. Lo tengo publicado. Yo escribí ese estudio y lo presenté en Chile.
UN HERMOSO RESUMEN
P: ¿Has vivido por ahora la vida que soñaste?
R: Mucho más, yo nunca soñé con esto.
P: ¿Qué soñabas?
R: Quería ser actor de teatro, deportista, jugador de fútbol. Esto que nos pasó hace poco en el congreso en Chile no estaba en mis sueños. Fue un congreso latinoamericano promocionado por la International Pediatric Nephrology Association , gente de Guatemala, de París. Y me lo dedicaban a mí como homenaje. El aplauso que nos dieron fue increíble. Además, a Charlotte la trataron como los dioses.
P: Y más allá de honores y reconocimiento, me imagino que lo central es la familia que lograron formar. Cuando ven a Jorge, tan apreciado como Rector de la Universidad ORT, tan admirado en su trabajo que sus discursos suelen ser reproducidos por distintos medios...¿Te decís "qué suerte, nuestro hijo nos superó"?
R: Por supuesto. Realmente estamos encantados con él, pero no lo digo no por su performance sino porque es una persona tan de bien, es un encanto de persona. Es un regalo que nos dio la naturaleza. Y ni que hablar de nuestros cuatro nietos: el varón que ya está escribiendo novelas, una de las nietas es escritora, la otra hace videojuegos y está estudiando japonés porque se va a ir a hacer un posgrado a Japón y la otra está estudiando medicina. Hay realmente con todos una muy buena relación. Son un regalo que nos ha dado la vida.
P: A disfrutarlos pues, hasta los 120. Gracias José de todo corazón.
R: A ti Ana.
La familia en pleno.