Soy un hermoso plato dorado. La señora de la casa me tiene en este aparador estilo inglés desde que se casó. Me saca solamente en algunas ocasiones muy especiales.
En los últimos dos años, la que me deja salir a tomar aire es su hija, que hace reuniones con sus amigas para estrenar cualidades culinarias.
Hoy la señora puso la mesa. Todos nosotros teníamos un poco de polvo, fuimos y venimos de la cocina para que nos dieran una lavada rápida. Disfruté mucho siendo parte de una mesa tan linda puesta, con los cubiertos relucientes, las copas para vino y para agua. Las que quedaron encerradas fueron las jarras, porque la señora detesta el ir y venir de llenarlas a medida que la gente toma. No le importa un comino lo feas que quedan las botellas de coca light.
Soy un plato dorado.
La comida era deliciosa, yo no la probé, pero los invitados la elogiaron. En especial, un señor que no conocía. Era la primera vez que venía. Nunca había visto jreim o guefilte fish. Me pareció muy educado porque elogió mucho la comida y la loza. No entendía mucho el humor sarcástico de los jóvenes de la mesa. Por ejemplo, el jreim siempre terminaba al lado de la abuela y ella le daba al jreim como un joven de hoy al vodka. El muchacho decía que el jreim le iba a dar alergia a la abuela y que él no iba a ir cuando estuviera desesperada por el picor.
La preparación de la comida, fue un trabajo de equipo, en el cual Tienda Inglesa ayudó muchísimo. Parece que es un lugar muy famoso en Montevideo, que además de servir para encontrar novio, según la escritora Tessa García, le facilita la vida a la gente. La señora compró allí una serie de bolsitas con repollo rallado, zanahoria y lechugas varias. Yo estaba en la cocina cuando hizo diferentes mezclas y las llamó con diferentes nombres. Una es “ensalada verde”, otra es “ensalada de repollo y zanahoria”, otra “hongos a la provenzal” y había otras cuyos nombres no entendí. Me parece que le da vergüenza decir cómo las hace, porque siempre dice que cocina con lo que está en la heladera. Pero la heladera no se llena sola, sino hace compras, está vacía. Lo único que cocinó de verdad fue el pollo. Lo condimentó y lo puso al horno. Tampoco se mató tanto. La elogiaron como si fuera una cocinera del canal Gourmet.
Los platos no comemos, nos alimentamos de las ilusiones de nuestros dueños cuando nos usan.
Yo estaba feliz, paseando de aquí para allá, escuchando conversaciones muy raras, gente que hablaba sin escucharse y otros que se hacían los que no oían. Cuando llegaron los postres, realmente me hubiera gustado poder comer esas masitas pequeñas con diferentes colores y sabores, y el helado que llegó por pedidosya.com. Todo parecía riquísimo. Hasta el otro día no me guardaron en mi lugar, así que disfruté muchísimo de mi paseo.