El publicista Pipe Stein destacó la importancia de la llegada de un nuevo medio periodístico a Uruguay.
En su exposición, se refirió a lo que llamó "la revolución de la información"
Me honra muy especialmente estar invitado exponer en este encuentro, con esta audiencia y en esta casa.
Me halaga compartir esta mesa con los líderes de los medios que nos convocan, Semanario Hebreo y Jai, y con los periodistas presentes, todos amigos queridos.
Hablaré en estos minutos de este casamiento ‘al que asistimos hoy, que tanto me alegra, pero me gustaría antes saludar públicamente a Gerardo y a Tomás.
Gerardo Sotelo es amigo y un periodista con muchas cualidades de las que elijo destacar dos: su sentido del humor y su disposición a pagar los precios por estar del lado de la libertad. Algo que tiene en común con Tomás Linn, periodista y maestro de periodistas.
Tomás fue mi profesor en facultad. Al enterarse que había decidido estudiar Publicidad y no Periodismo, me preguntó:
Stein, ¿y por qué no periodismo? Quizá fue de los mayores elogios que recibí en toda mi carrera.
En esta reunión confluyen algunos de los temas que me interesan: periodismo, redes sociales y judaísmo.
Y a propósito de ellos compartiré algunas reflexiones.
Empecemos hablando de periodismo y diciendo que nunca, jamás, fue tan necesario.
¿Por qué? Porque el mundo se llenó de ruido.
Todas las personas tienen hoy la posibilidad de comunicar y convertirse en medio. La gente anda con cámaras, un teclado y una imprenta en sus bolsillos. Y está dispuesta a compartir qué siente, qué piensa, qué supone,
qué sospecha, qué le dijeron, qué no le dijeron, qué le hicieron,quéle hacer reír y qué le hace llorar.
La comunicación que se genera por minuto se multiplica y es abrumadora, inabarcable. La gente puede opinar de forma gratuita, instantánea y desde el anonimato. Combinación letal.
Obviamente también puede sumarse a causas nobles.
Todos tenemos voz, eso es lo bueno, pero hablamos todos al mismo tiempo, eso es lo complicado.
La comunicación hoy se fragmenta en millones de porciones. Y se viraliza como el más potente de los virus.
Entonces, y ahí viene el desafío, entre tanto mensaje: ¿cómo saber qué es cierto?
¿Quién se encarga de chequear antes de informar?
¿Quién le da voz a todas las partes involucradas?
¿Quién tiene la capacidad de contextualizar, analizar o dar un panorama más amplio?
¿Quién ordena la información, para privilegiar lo importante, para llegar a lo esencial y descartar lo descartable?
Y hay una sola respuesta para esto: el periodismo.
Y eso es lo que es y hace Ana Jerosolomski, una periodista que hace periodismo. Una periodista de las buenas.
Pero, y aquí está creo que está el nudo de la cuestión:
¿lo que hace Ana hace es periodismo judío?
Y la respuesta clara, contundente y definitiva es: no.
Si entendemos por periodismo judío mostrar una perspectiva sesgada de los hechos, no es lo que hace Ana.
Sí hace periodismo sobre temas y aspectos relevantes para la vida judía. Información que nos resulta interesante pero que muchas veces nos inquieta, nos incomoda y nos cuestiona. Porque es periodismo hecho cada día buscando honestamente la verdad, con esa intención. Información que nos ayuda a pensar, a entender y que no siempre es música para nuestros oídos.
Porque cuando un medio cuenta, muestra u opina de un modo que siempre nos agrada no es periodismo, es propaganda.
Y nosotros, la mayoría de los lectores del Semanario, estamos a favor de la causa judía, si existiera una causa única.Pero al mismo tiempo estamos a favor de la causa de libertad y esa tampoco se negocia. Por eso queremos Periodismo en serio y por eso valoramos tanto a Ana.
Ana es judía antes de ser periodista. Es cierto. Pero cuando es periodista es periodista.
Entonces lleva su incansable curiosidad a una charla con el maestro Tabárez, o con un líderárabe en Ramala, o con el cardenal Sturla, o con el líder de la comunidad gay de Tel Aviv, o con los uruguayos que se destacan en Israel, o con los judíos que hacen mejor el Uruguay, o con un científico de Haifa, o con los uruguayos que juegan una macabeada, o con los dirigentes del PIT CNT que volvieron encantados de Israel, pero no con muchas ganas de contarlo para que no se enojen los Roger Waters de este mundo.
Ana es valiente, incansable, insistente, imparable. Es periodista. Y este querido Semanario Hebreo es parte del paisaje de nuestras casas, de nuestras instituciones, de oficinas de parlamentarios y de escritorios de periodistas desde hace décadas. Desde que Iero lo empezó a publicar hace tantos años, Iero, José Jerosolimski, padre de Ana, a quien su hija le hace un homenaje por semana cada vez que vuelve a publicar el Semanario.
Y yo agradezco profundamente la existencia del Semanario porque si el mundo necesita periodismo la realidad judía la precisa más aún.
Porque entender la cosa judía es difícil para cualquiera, incluso para los judíos.
Si antes de las redes era difícil explicar, por ejemplo, la compleja realidad del medio oriente, pensemos cuán difícil es hoy, en tiempos de sintéticos tuits.
Comprender lo judío no es sencillo.
Porque tenemos la vida llena de preguntas y opiniones. Porque somos una comunidad con dos instituciones per cápita.Porque somos muy buenos a la hora de discrepar entre nosotros.
Evidentemente, tenemos una misma historia probablemente un mismo destino pero cada cual elige vivir el presente a su manera.
Hay judíos que creen en Dios y judíos que no.Judíos que creen en Netanyhau y judíos que no.Judíos que comen knishes, que comen boios, que comen kosher y que comen húngaras en La Pasiva.
Hay judíos que no vuelan el sábado y otros que no vuelan en económica. A estos últimos los envidio.
Hay judíos a favor de la despenalización del aborto y en contra. Hay judíos que ganan Grammys y otros que son profesores de historia.
Están lo que están a favor del lenguaje inclusivo y lo que no. Somos todes diferentes.
Hay judíos que piensan que Sendic no es licenciado en Genética Humana. Y tienen razón.
En fin, somos diversidad a la hora de pensar, votar, actuar, comprar, estudiar, educar y sentir. Y el periodismo del Semanario Hebreo nos ayuda a entendernos, si es que eso termina siendo posible.
Porque si entender a los judíos de Uruguay, es complejo imaginemos entender a la sociedad israelí.
Ya ni te digo el medio Oriente.
Pero volvamos a la revolución de la información.
Claro que el mundo ha cambiado. Los medios del mundo están en constante transformación.Lo digital cambió casi todo, los diarios en papel viven una crisis que no es coyuntural y sólo el tiempo dirá qué queda del mundo de la información que conocemos.
No me alegra pero corresponde reconocerlo. Por eso celebro hoy esta fusión. Porque todo ese periodismo que lidera Ana no puede quedarse en el papel, que tanto me gusta, por cierto, pero que ya no es suficiente.
Y aquí entran los amigos de Jai, que con una vocación formidable trabajan desde hace muchos años para informar desde las plataformas digitales.
Conozco y quiero a Nicole Mitnik hace más de 30 años, me constan sus conocimientos del funcionamiento del mundo de la comunicación contemporáneo. Ha creado formatos en diferentes medios que son éxito desde hace muchos años.
Su lucha por mantener Jai es una demostración de su compromiso con la vida judía.Sé también del precioso equipo que hacen con Janet Rudman y Robert Rocha, que está a un solo trámite de ser judío. Y del esfuerzo
que cada uno ha hecho para mantener viva la llama.
Jai quiere decir vida, en hebreo.
Este nuevo paso le da al Semanario Hebreo la posibilidad de una nueva vida. En internet, dónde la gente busca, comenta, comparte, consume y discute. De esta manera se pone todo ese periodismo fantástico que hace Ana y su equipo, a disposición de miles de lectores de Uruguay y del mundo. Judíos y no judíos. Jóvenes y veteranos.
El Semanario abre sus ventanas como nunca antes y Jai se fortalece con los contenidos ricos, profundos, variados y relevantes que genera el Semanario.
Bienvenido Semanario Hebreo Jai.
Como esto es un casamiento judío deberíamos romper una copa y enseguida tendrían que entrar las bandejas de arenque.
Pero como la cosa no está para andar rompiendo copas y menos para arenque, solo me queda decir: Mazal Tov!