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La Primavera Árabe 10 años después….

Por el Profesor Alberto Priego

Muchos fueron los autores que dijeron que el mundo árabe no podía ser democrático, incluso algunos como Diamond llegaron a hablar del excepcionalismo autoritario de la región. Sin embargo, si para algo ha servido la Primavera Árabe ha sido para ver que la democracia tiene cabida en las sociedades islámicas. Este artículo pretende hace un balance de la situación entre los aspectos positivos y negativos que nos ha dejado este tiempo de cambio en el mundo árabe.

La primera cuestión que merece ser destacada es la demostración práctica de que los países árabe-musulmanes pueden ser democráticos. No solo hay que hacer constar que el país que vio nacer la Primavera Árabe -Túnez- diez años después es una democracia plena, sino que en otros lugares como Marruecos, Argelia, Kuwait, A.Saudí o Emiratos se han producido avances significativos en lo que a democratización y derechos humanos se refiere. Por lo tanto, los hechos nos permiten desmontar las tesis deterministas sobre democracia y religión.

La segunda cuestión que nos ha dejado la Primavera Árabe es la demostración de que las monarquías son mucho más estables que las repúblicas. En lugares como Jordania, Marruecos, Emiratos o Arabia Saudí los monarcas no solo han sabido escuchar el clamor de la población, sino que además las propias Casas Reales se han ubicado a la vanguardia de las reformas. Por su parte, las viejas repúblicas socialistas y panarabistas como Egipto, Siria, Irak o Yemen no solo han dejado de ser un modelo, sino que sus sociedades viven sumidas en un terrible caos social.

En tercer lugar, no podemos pasar por alto las preferencias de las poblaciones árabes. En las elecciones celebradas en lugares como Egipto, Marruecos o Gaza la población ha dejado claro que los islamistas son la única fuerza política que parece no estar manchada por un pasado antidemocrático. Sin embargo, casos como el de Túnez -y en menor medida el de Libia- nos han enseñado que las poblaciones no conceden cheques en blanco a ninguna fuerza política y que al igual que en un momento apoyaron a partidos islamistas como Enadah, tampoco tuvieron problemas para apoyar opciones seculares como NidáTunis o Ettakatol. Así, si bien es cierto que los islamistas en momentos de cambio bien pueden ser opciones preferentes, su mala gestión o el coqueteo con reformas antidemocráticas pueden llevarlos de nuevo a la oposición.

En cuarto lugar, debemos destacar el empeoramiento generalizado de la situación política y social de la región. Además del retroceso democrático que han sufrido países como Egipto o Líbano, tenemos que destacar tres casos en los que la Primavera Árabe ha acabado con las ya débiles estructuras institucionales abocando a las sociedades a vivir en estados fallidos: Libia, Siria y Yemen. 

En quinto lugar, las esperanzas que levantó en Egipto el presidente Obama con su fabuloso discurso ante el Mundo Musulmán, diez años después se han convertido pesadillas. El hecho de que los Hermanos Musulmanes hayan sido ilegalizados, sus militantes encarcelados y sus líderes condenados a muerte, ha provocado que a la población ya no le baste un gobierno liderado por islamistas. Ahora solo los salafistas parecen satisfacer las ansias de cambio de una población como la egipcia, que ha visto como Occidente apoyaba y blanqueaba a un dictador como al antes General y ahora presidente Abdelfatah Al Sisi.

En lo que a Israel se refiere, el Estado Judío ha asistido a estos acontecimientos como un mero espectador que vive en una paradoja. Por un lado, Jerusalén ha visto como su vecindario (Siria, Líbano, Gaza, etc…) se ha desestabilizado por culpa de los cambios políticos acaecidos en el Mundo Árabe, pero por el otro, el fracaso del modelo de las repúblicas panarabistas pro-palestinas le ha abierto las puertas de nuevas alianzas en el Golfo Pérsico (EAU y Bahréin), en el Magreb (Marruecos) o en África (Sudán). Así, 10 años después de las Primaveras Árabes y 72 desde su creación, Israel ha visto como se le empieza a aceptar como un estado legítimo en la región.

De cara al futuro, debemos aprender algunas lecciones como que a largo plazo las democracias son más estables que los regímenes autoritarios o que el apoyo a gobiernos autoritarios solo provoca la radicalización de la población. Por eso, los islamistas deben ser parte del juego electoral y por ello, deben respetar las normas, y solo cuando ganen las elecciones deberán formar gobierno. Solo mediante su inclusión en el sistema, éste será considerado legítimo y sostenible.

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