En comunidad

Historias comunitarias judeo-uruguayas: Roberto Cyjon

“Soy un uruguayo de pura cepa, con ADN judío en mis venas”

El Ing. Roberto Cyjon, quien tras desempeñarse en una serie de cargos comunitarios fue, como corolario, Presidente del Comité Central Israelita del Uruguay, comparte en esta entrevista detalles de su trayectoria institucional  y cuenta también sobre su vida personal, a pedido nuestro por cierto.

Ilumina un aspecto de esta serie en el que nosotros mismos no habíamos pensado, y que es importante de destacar: quizás, a través de la experiencia de quienes activaron durante décadas, pueden aportar a los dirigentes más jóvenes que lo están haciendo hoy.

 

 

P: Roberto, debo comenzar aclarando que si bien nuestra relación se desarrolló mucho y se tornó muy cercana cuando fuiste presidente del Comité Central Israelita del Uruguay, de hecho, nos unen lazos familiares. Nuestros queridos padres eran primos. Pero evidentemente, te solicité esta entrevista por los roles comunitarios que has desplegado. 

R: Querida Ana, efectivamente somos primos de categoría “lejanos” pero de realidad “cercanos”. Recordé con mucho cariño esos lazos familiares de nuestros padres, en el primer número de conmemoración de los 60 primeros años del Semanario Hebreo.

P: Así es. Me encantó. ¿Y qué te parece ser parte de una serie sobre dirigentes y figuras comunitarias en la colectividad judía uruguaya?

R: Me tomaste de sorpresa al considerarme parte de esta serie que has comenzado a desarrollar. Es un reconocimiento mayúsculo e inicialmente me sentí cohibido de participar. Luego de transcurridas unas semanas comencé a pensar que, si realmente creemos en la necesidad de cambios generacionales, esta serie puede ayudar a que los jóvenes sepan de qué se trata ser dirigentes comunitarios y se inspiren para comenzar esta aventura. Ser parte de una “continuidad activa” por sus propios méritos y motivaciones. Recrear institucionalidad.

P: Ese también es un lindo aspecto, en el que confieso yo no había pensado. Para mí, evidentemente, lo más claro es que Roberto Cyjon fue Presidente del Comité Central. A nivel comunitario ¿te parece bien identificarte más que nada con eso o eso es minimizar una trayectoria de dirigencia en la colectividad? Minimizar en el sentido de otras cosas hechas en otros marcos, no por la importancia del Comité, que evidentemente es muy grande, como institución representativa de la colectividad judía uruguaya.

R: En lo personal considero la presidencia del Comité como un privilegio que se me concedió por haber militado durante tantos años en múltiples instituciones comunitarias. No podría minimizar a ninguna de ellas, porque en todas puse pasión y máxima dedicación. Los más variados ámbitos de actividad comunitaria son sumamente importantes. Conforman la matriz, la esencia del ser judío uruguayo. Esa composición global configura la transversalidad de nuestra identidad. No separamos ser judíos, de ser uruguayos, de sostener determinadas creencias religiosas o sentimientos ideológicos, de enaltecer nuestra humanidad. Cada institución es un afluente del mismo río, caudaloso, por cierto. Coincido contigo que presidir el Comité es una especie de “gran premio final”. Implica sentir y asumir la enorme responsabilidad de representar a la comunidad judía en el Uruguay en pleno -sin excepciones- ante ella misma, y ante la sociedad civil.

Roberto, a la derecha, con la pancarta del CCIU que en ese momento presidía, participando en la marcha contra la discriminación conocida como "la marcha de las motas", a raíz del ataque sufrido por Tania Ramírez
En la ya mencionada marcha contra la discriminación, con varios amigos que comparten valores e ideales.
Al lado de Roberto, uno de sus amigos más cercanos, Monis Lev, que también estaba en la mesa directiva
del Comité Central Israelita. Con ellos, entre otros, Matilde Rodríguez de Gutiérrez Ruiz, Lalo Fernández de
AEBU , Ope Pasquet y Luis Alberto Heber.

 

P: ¿Cuáles son tus primeros recuerdos de la vida en comunidad?

R: Comenzó por una invitación a la Mesa del Instituto Ariel cuando los nenes eran chicos, pero fue por poco tiempo, no podía dedicarme en aquellos tiempos. De esos contactos, surgió después una invitación a ser Secretario de Avodá cuando Nisso Acher asumió la presidencia. Ahí se podría decir que empecé a activar. Los primeros pasos fueron en el Keren Kayemet durante la presidencia de Moisés Soloducho. Fue exactamente en los días que caían los cohetes de Sadam Hussein en Ramat Gan. Sumamente angustiado, sentí la necesidad imperiosa de “hacer algo” aunque sea desde acá. Pensé que ayudar a plantar árboles sería una forma. Al poco tiempo se presentó en Montevideo Mike Burstyn -en el Solís, creo- y Moisés me encomendó leer ante el público un mensaje por el Keren Kayemet. Acepté y lo llamé para leérselo para su aprobación. Me dijo textual: “de ninguna manera, lo que hayas escrito estará bien.” Fantástico de su parte. Fue muy gentil conmigo. 

Cuando el querido Dagoberto Kaczka llegó a su término con el Vaad Hajinuj, me convocaron los tres presidentes de las escuelas a que lo suceda. Les puse como condición, contar con la unanimidad de las comunidades. Así fue y me nombraron presidente del Concejo Central de Educación Judía. Una experiencia maravillosa. Años después, integré la Mesa de la Organización Sionista y también fui presidente de la OSU. Lo viví con igual intensidad porque entré en contacto tanto con nuestros movimientos juveniles, como con las instancias de los Congresos Sionistas; ambas muy significativas. La trayectoria a esa altura ya era grande y me sentía muy pleno. Paralelamente, estaba involucrado en el Comité hacía tiempo, especialmente en Copredi. Fui secretario en la primera presidencia de Marcos Israel y finalmente presidente a partir del 2010. En el interín de tantas décadas, hasta el día de hoy, no hubo espacios vacíos en mi actividad comunitaria.

 

P: ¿Cómo compararías la vida comunitaria de tu juventud con la actual?

R: Hoy coopero, si puedo y me permiten, con algún comentario o propuesta que pueda ayudar a quienes están al frente de las diversas instituciones. Ellos son los más capaces, responsables, esforzados, dedicados y privilegiados del momento. Siento que he dado lo mejor de mí, pero la actividad comunitaria es un modo de vida del cual no nos podemos ni debemos desprender. La renovación es un imperativo, trae nuevas ideas y perspectivas en sintonía con una actualidad híper dinámica. No obstante, desde el llano todos pueden aportar experiencias previas que se pueden, eventualmente, resignificar y readaptar a las nuevas condiciones. Se trata de ayudar, incluso con cierta “audacia”: aconsejar o sugerir. Si se es empático y constructivo, uno logra ser considerado, lo cual es muy gratificante. Te lo diré en estos términos: he actuado en muchas instituciones y asumido, por ende, posturas en determinadas circunstancias más sesgadas hacia la institución que dirigía. Eso es natural, se trata de una especie de “competencia” interinstitucional. Ya desde los cargos más comprometidos con el Comité, se aprende a limar ese tipo de intereses singulares o personalismos “más resistentes”, bien humanos, por cierto. 

P: No es un tema menor el que mencionás…

R: Así es. Pero hoy como judío, la comunidad entera es “mi templo”. A ella me debo enteramente. De la misma forma que como uruguayo, Uruguay es mi país, y como sionista, Israel es mi madre patria, como solían decir los inmigrantes -de todas las latitudes- y así lo proyectaron a sus hijos y nietos. Esa continuidad es relevante, es una cadena emocional que fortalece a las familias, a sus valores y corpus identitario, tan vulnerable en este mundo globalizado. Vale para judíos y no judíos. El término “raíces” es metafóricamente ideal. Nutren al árbol, sus ramas y frutos.

 

Anecdotario comunitario

P: En tantos años de actividad comunitaria ¿Atesoraste vivencias especiales que sería bueno compartir?

R: El repertorio es enorme. Debo pensar… y seleccionar. En el Vaad Hajinuj, integramos una Mesa de entrañables amigos hasta el día de hoy. Mi estrategia fue pedirle a cada escuela que nomine padres interesados en participar y así fue. Recuerdo con emoción a Fanny Lichtenstein, abnegada directora educativa, bellísima persona con quien aprendimos a querernos y trabajar con fluidez. Decidimos acudir a un Fondo de apoyo para que los maestros y profesores de educación “formal y no formal”, pudiesen estudiar un año entero en un proyecto académico vinculado a su profesión, con énfasis en la educación judía. Lo dispusimos con la Universidad ORT. Hubo más de diez presentaciones, las cuales se formalizaron al cabo de un año con su respectivo diploma emitido y avalado por una universidad. 

Presidiendo la OSU, un entorno ya más político y de sutilezas calculadas, se cumplían los 100 años de la muerte de Theodor Herzl y propuse editar un ensayo con aportes de las mayores figuras de la cultura de nuestra comunidad, y algo más ilusorio aún. Quería que también participaran Pilar Rahola, Alan Dershowitz y Shimon Peres. Me miraron con cierta incredulidad, pero…lo tenía decidido. Cuando entramos en contacto con Dershowitz, nos contestó que no tenía agenda libre para conferencias y nos presentó su cachet. Me río de eso cuando me acuerdo. Aclaramos que se trataba de un artículo y “gratis”. No solo mandó uno, sino dos. 

P: Evidentemente, no hay peor trámite que el que no se hace.

R: Exacto.Pilar Rahola y Shimon Peres hicieron lo propio y el libro se editó: “Sionismo a cien años de Herzl”, (2004). Lo lanzamos en el salón de  B’nai B’rith ante más de trescientas personas (creo no exagerar en el número, estaba totalmente lleno). También cumplí con un sueño personal y planté 10 árboles en el desierto de Israel, en Mitzpeh Ramon. Cuando pueda viajar a Israel, iré a ver cuánto crecieron (espero). Al terminar mi período pedí permiso a las nuevas autoridades para avanzar con un proyecto que no habíamos podido concluir: traer la Exposición Einstein de la Universidad Hebrea de Jerusalem a Uruguay. Me lo autorizaron y lo logramos con el apoyo de la IMM, ANTEL, LATU, SUPCYT y la OSU. Todos esos vínculos con autoridades nacionales, tantos receptores de Premios Jerusalem, políticos y periodistas ¿te imaginas la enorme cantidad de queridos amigos que ya había cosechado a esa altura? -y amplié en el Comité-. Para mí es algo conmovedor. La exposición fue vista por decenas de miles de niños uruguayos, escolares, liceales, público de Montevideo y varios departamentos.

P:  Y eso es dejar huella. Y estoy segura que tendrás miles de historias más. 

R: Así es. Pero elijo sólo una más.  Cuando el Congreso judío Latinoamericano nos convocó a todos los presidentes de los “comités”, de cada país, a visitar al Papa en Roma (2012), un día antes de viajar fui a visitar a un muy buen amigo católico a contarle, un prestigioso abogado. No estaba en su estudio y hablé con su señora. Con lágrimas en los ojos me pidió que le pida al Papa que rece por su hermano que estaba gravemente enfermo. Me conmovió y me sentí comprometido. Una vez en el Vaticano, todo era muy protocolar y emocionante, obviamente, era una vivencia excepcional. Cada presidente local tenía solo 10 segundos para saludar al Papa. Es difícil decir algo en 10 segundos, ¿no es así? Me presenté y le pedí en nombre de mis amigos católicos uruguayos, que rezara por su salud. Fui absolutamente sincero y genuino, debía hacerlo. Benedicto XVI se sorprendió, debo asumir, me sonrió, me tomó con sus dos manos y me prometió que lo haría. Jack Terpins, el presidente del CJL también se sonrió. Se puede apreciar en la foto.

P: Me permito opinar que fue la mejor forma de usar tu tiempo. La más noble, seguro.

R: Creo que sí.  Agrego, y solo menciono, a la Comisión de lucha contra el Antisemitismo y la Discriminación, que presidí e integramos de igual a igual verdaderas personalidades locales del mundo académico, periodístico… médicos, en el año 2007. Unos años después repetimos aquello con nuevos integrantes. Algo inimaginable para mí en su concepción previa. Dimos todos y cada uno lo más caro que nos movilizaba en favor y defensa de los derechos humanos en general.

En el 2010, durante su presidencia del Comité Central Israelita, en el acto recordatorio del atentado contra
la AMIA en Buenos Aires. De izquierda a derecha: el Senador Alberto Couriel (FA), RN Jorge Orrico (FA), el
RN Fernando Amado (PC), Sara Winkowsky Directiva del CJL , el Presidente de la Kehilá Max Sapolinsky, el
Presidente del Directorio del Partido Nacional Luis Alberto Heber, Roberto Cyjon, otro uruguayo no identificado
y el ex Presidente Julio María Sanguinetti.

 

La familia

P: Roberto, vayamos al principio. ¿Dónde y cuándo naciste?

R: En Montevideo, el  23 de junio de 1951.

P: ¿Cómo era el hogar de tus padres? ¿Y de dónde venían?

R: Papá vino de Polonia en 1932, luego de recalar en Londres durante meses, haber pasado hambre y dormido en una plaza. Tenía una prima hermana en Castillos, que lo recibió en esos maravillosos arenales, pero papá había vivido en la gran Varsovia desde su “temprana y madura” infancia, luego que los padres lo enviaron desde su shtetl, (aldea rural) porque atravesaban penurias económicas. Así que se mudó rápidamente a Montevideo. Mamá salió de Polonia siendo una niña, con sus padres y hermano bebé. Su destino inicial fue Buenos Aires, pero recalaron en Montevideo a sus 7 años. 

Papá fue un pequeño comerciante, con gran cultura y vocación de amplios horizontes personales. Fue un honorable dirigente comunitario, dos veces presidente de la Kehilá. Un gran mentor del idioma y cultura yidish. Dejó una impresionante biblioteca, con varios libros autografiados por los autores. Aprendió a leer y escribir español leyendo los diarios El Día y El Plata. No cometía ni una falta de ortografía. Siendo mayor también leía libros en español. Esa generación fue heroica. Mamá fue jefa de cuentas corrientes del Banco Israelita a sus 18-20 años y, además, era una gran lectora. En casa se respiraba lucha económica, esfuerzo proactivo de superación, cultura judía y universal. 

P: ¿Y tu propia vida? ¿Dirías que estás viviendo la vida que planeabas, que querías? 

R: La verdad que sí. Formamos con Ana, mi novia desde los quince años, una preciosa familia con tres hijos adorados, Roy, Daniel y Tammy y tres nietos “más adorados” aún: Uriel, Sofía y Manuel. Siempre les digo a mis nietos: “hoy te quiero más que ayer y menos que mañana.”

Roberto con su hijo mayor Roy en México, y todos sus nietos. A la izquierda, los nietos mexicanos, Manuel y Sofía, a la derecha, el uruguayo, Uriel, hijo de Daniel y Gaby (z"l)

 

P: ¡Te entiendo tanto! Yo todavía no se lo dije nunca así a Avishai, que tiene 20 meses, pero pusiste en palabras lo que sentimos los abuelos en general.

R: Es tan cierto, que realmente lo comprenden, “sienten” mi sinceridad. Ana y yo consideramos a nuestros tres hijos como amigos, compañeros, confidentes, asesores y asesorados. Compartimos nuestras alegrías y tristezas como propias en el transcurso permanente del tiempo. Entre todos encaramos dificultades, pérdidas dramáticas, la divina Gaby, y felicidades con un mismo espíritu. ¿No es acaso fantástico? Una especie de “clan Cyjon” que heredamos de mis abuelos, padre, tíos y primos.

P: Para quienes no la conocían o no saben del vínculo, Gaby, o sea la divina Gabriela Fleiss, fallecida muy prematuramente en octubre del año pasado, era la esposa de tu hijo Daniel. Una hija más para ustedes.

R: Así es. Una hija de verdad.

Roberto y Ana con los hijos de Uruguay: Tammy, Daniel y Gaby

 

Los años en Israel

P: Roberto, recordemos que tú estudiaste en el Technion y viviste en Israel. ¿Cómo fue ese proceso, primero aliá y luego regreso a Uruguay? 

R: En 1972 Uruguay atravesaba un período duro que no vaticinaba nada bueno. Ana y yo éramos muy activos en el sionismo socialista del movimiento juvenil Dror. Su familia estaba decidida a emigrar a Israel y yo quería seguir estudiando y recibirme de ingeniero. Ana fue a vivir a un kibutz (Hajotrim) y yo apliqué en el Technion, luego de haber culminado tres semestres en la Facultad de Ingeniería, acá en la UdelaR. Nos casamos el 3 de octubre de 1973, tres días antes de la Guerra de Yom Kipur. Otra tremenda experiencia. Finalmente, los dos nos recibimos en el Technion y tuvimos un bebé en 1976. Vivimos cinco años en Israel con una intensidad muy fermental. Apenas nacido nuestro hijo mayor, mamá nos pidió ayuda por un quebranto de salud de mi padre y vinimos “por unos meses”. Nos quedamos sin habérnoslo propuesto. Los acontecimientos adquieren vida propia y nos van delineando un camino al andar, verso a verso… Todos podemos tararear esta canción junto a Serrat.

P:  Así es…La vida se va dando y fluimos con ella. ¿Cómo viviste siempre tu identidad judía y uruguaya? 

R: Ambas con plenitud. De mi identidad judía ya relaté buena parte. Como uruguayo fui uno más a lo largo de toda mi vida. Trabajé en mi profesión en ámbitos diferentes y muy enriquecedores. Industria privada, en la Refinería de la Teja fui jefe de la sección electricidad e instrumentos con 28 años de edad. Instalé equipos electrónicos médicos, trabajé en electricidad: “potencia” y electrónica, finalmente me especialicé en seguridad electrónica. Fui empleado y empresario. También socio fundador y primer presidente de CIPSES (Cámara de instaladores profesionales de seguridad). Me reeligieron en la presidencia dos veces más. Soy un uruguayo de pura cepa, con ADN judío en mis venas. Ambas constituciones sociales y sensibilidades personales están integradas sin conflicto. 

Educación, libros  y pasión por la historia

P: ¿Qué educación recibiste?

R: Escuela pública “Eduardo Acevedo”, y “Scholem Aleijem” complementaria. En 1963, tuve la suerte de “inaugurar” el nuevo edificio del Liceo Bauzá, mientras Ana hacía lo propio en el Miranda. Luego hubo mudanzas, Ana siguió en el IAVA y yo en el preparatorio Dámaso Antonio Larrañaga. Para que te hagas una idea de la educación que recibí, te cuento un botón de muestra: matemáticas con el libro de Infantozzi e ¡Infantozzi de profesor!, curso único de literatura en ingeniería con la poetisa Sara de Ibañez, matemática proyectiva en la Facultad con el profesor José Luis Massera. En síntesis y por suerte: una educación de excelencia. 

P: Hablando de educación, ya de grande, hace pocos años, concretaste una nueva etapa…contame por favor un poco al respecto.

R: Desde pequeño me apasionó la literatura, fruto de la estimulación recibida en mi hogar. Escribí tres libros de cuentos -narrativa ficción- y dos novelas, entre 1996 y 2013, entre trabajo, crianzas, y militancias de varios tipos. Una pasión es movilizadora, si de pasiones hablamos. Una vez jubilado me quedaba pendiente otra aspiración de mi juventud: estudiar historia. Así fue que ingresé a la Facultad de Ciencias Sociales de la UdelaR, para recibirme de magister en Historia Política. Gerardo Caetano fue mi tutor, me diplomé en 2016 y culminé en el año 2018. 

Investigando documentos sobre la Segunda Guerra Mundial en la Cancillería argentina
En la presentación de uno de sus libros, años atrás, en el Museo Gurvich

 

P: Lo mencionás al pasar, pero yo lo destaco: Caetano de tutor….impresionante.

R: Sin duda alguna. Pues profundicé paralelamente en el tema Shoá -omnipresente en cada uno de mis libros previos- y en 2018 escribí un ensayo titulado: La Shoá un fenómeno no resuelto: nacionalsocialismo, Shoá, historia y memoria. Reflexiones de intelectuales y debates historiográficos. Lo publicó el Departamento de Estudios Judaicos de la Universidad ORT. Con su colaboración, también publiqué un paper en la Universidad de Chile, Facultad de Filosofía y Letras, Revista de Cuadernos Judaicos (2015), otro en Secretaría de DD.HH. de nuestra Presidencia de la República, acerca de Inmigración en un Congreso titulado “Movilidad Urbana” (2018). He tenido el honor de participar en cursos de Shoá y conferencias de la ORT, en la Cátedra de Judaísmo en la UCUDAL, en el tribunal del Certamen liceal (Jidón) de la Fundación Bergstein, el Centro de Recordatorio del Holocausto, entre otros. 

 

¿Y ahora?

P: ¿En qué estás ahora? ¿Algún nuevo plan?

R: Te cuento que este año preparé y tengo pronto, otro desafío que la COVID-19 por ahora frenó: un anteproyecto de Tesis Doctoral en Historia que pretendo cursar en la Facultad de Humanidades de Uruguay o en la UBA de Buenos Aires. Me orienta un nuevo tutor, egresado de la UBA, así que será para el 2021. Esa será mi próxima etapa. Falta poquito para empezar y mucho por estudiar.

P: Hermoso tener tantos planes. Te deseo mucho éxito Roberto.¿Algo más que quisieras agregar?

R: Debo agradecerte, querida Anita, por esta oportunidad de contar acerca de mi vida. Una “locura” de exposición, que todavía no metabolizo. Quiero dejar constancia que nada de ello pudo haberse realizado sin mi familia e íntimos amigos y amigas, que me apoyaron a lo largo de las rutas emprendidas. Me da mucha pena no poder nombrarlos a todos, muchos de ellos con quienes tomamos café, charlamos semanalmente, o almorzamos mes más o mes menos, especialmente en este año de reclusión. A todos ellos: cuando lean esta nota sepan cuánto los quiero, “identifíquense” entre líneas y tengan la certeza de mi enorme gratitud hacia todos ustedes.

P: Precioso. Abrazo grande y gracias por tu tiempo y este gran relato comunitario y personal.

R: Gracias a ti.

Ana Jerozolimski
(22 Diciembre 2020 , 01:55)

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