En comunidad

Un homenaje a Rodolfo Schuster, que falleció de Covid

Por Martín Kalenberg

Publicado originalmente en el portal del Comité Central Israelita

 

A la edad de 86 años, que por cierto no los parecía, falleció el músico Rodolfo Schuster, un enamorado del jazz y de la vida, que tras lidiar con problemas cardíacos que se fueron complicando, dio positivo de Coronavirus y terminó sucumbiendo ante el Covid.

Lo conocimos personalmente y pudimos apreciar de primera mano lo agradable de todo contacto con él, la paz que irradiaba en la conversación, la pasión por lo que hacía. Y por supuesto, el gran compañerismo con su esposa Sonia Kircheimer, a quien deseamos una rápida y plena recuperación del Covid. 

En homenaje a la tan buena memoria de Rodolfo (z”l), reproducimos una nota que Martín Kalenberg publicó años atrás en el portal del Comité Central Israelita, habiendo recibido su autorización para ello.

 

Al cumplir los 13 años de edad, en 1948, festejó su bar mitzvá y pudo cumplir con un sueño: comprarse una trompeta con sus propios ahorros. En ese momento era un joven inmigrante que trabajaba, junto a sus padres, en uno de los tambos montevideanos que por ese entonces existían. Esa trompeta es hoy un elemento decorativo que atesora su hija, pero para él ese instrumento de viento es el sinónimo de esos objetos tan preciados que siempre acompañan a sus dueños. Gran parte de los 76 años de vida del trompetista Rodolfo Schuster han transcurrido con la compañía de esa dorada trompeta y la música que ambos siempre disfrutaron: el jazz.

 

En 1985 formó el Jazz Club del Uruguay en la Alianza Cultural Uruguay Estados Unidos y, en ese marco, nació la Memphis Jazz Band con la cual “seguimos activos y presentando conciertos ininterrumpidamente hasta el presente tanto en Montevideo, como en el interior y en Argentina”, indica Schuster al portal web del CCIU. Desde hace seis años la banda actúa en el Espacio Cultural “La Colmena”, un local donde el conjunto musical se siente “muy a gusto” ya que cuenta con la compañía de “sus fieles seguidores”, explica. Una de las particularidades de Schuster es que no sabe leer una partitura; el trompetista tiene un oído musical tan aguzado que lo ayuda a interpretar las más diversas melodías.

 

Una banda solidaria. El conjunto también toca en actividades relacionadas a la colectividad judía, entre las que se destacan las presentaciones en el Hogar Israelita de la calle Burgues. Schuster, asimismo, integra la filial Montevideo de la B´nai B´rith.

 

Una infancia difícil para un niño con familia de músicos. Sus días de pantalones cortitos transcurrieron entre Uruguay y Alemania. Nacido en un pueblo cercano a Hamburgo el pequeño Rodolfo se vio obligado, junto a su familia, a emigrar al Uruguay. Era 1939 y el apenas tenía cuatro años de edad. El nazismo dominaba toda Alemania. El jazz —que Schuster tanto amaría unos años más adelante— era prohibido por ser la música de los negros y los judíos.

 

El lejano Uruguay no era desconocido para los Schuster ya que el abuelo materno de Rodolfo, también alemán, visitaba anualmente —desde 1923— la “Tacita del Plata” , ya que vendía ropa interior a Casa Soler, Introzzi, Aliverti, London París y todas las grandes tiendas de Montevideo. De Uruguay llevaba lana y algodón al Viejo Continente.

 

Su padre, John, quien tocaba la armónica, trabajó de tambero en Uruguay; Rodolfo lo ayudaba en sus tareas. Su madre, Liselotte, también formaba parte de ese equipo familiar que se dedicaba a la dura tarea de ordeñar las vacas y vender la leche que se obtenía. Ella tocaba al piano y su propia madre (la abuela de Schuster) el piano, el laúd y, cuando vivió en Montevideo, también la guitarra. Esa abuela materna también lo llevaba —religiosamente— a los conciertos del Sodre que tenían lugar los sábados al atardecer. La “musical” familia se completaba con una tía violinista.

 

Más allá de que todos eran amateur lograban que la música estuviera siempre presente en el hogar. Incluso tenían una vitrola (tocadiscos) donde escuchaban temas de jazz, música preferida por su padre, quien en su juventud había ganado muchos trofeos bailando Charleston en Alemania, recuerda Schuster.

 

El preciado instrumento. En el año ´48 Schuster empezó sus estudios para realizar su bar mitzvá (ceremonia que realizan los varones judíos al cumplir los13 años de edad). Cerca de la Nueva Congregación Israelita, donde concurría para aprender la liturgia, había un negocio de instrumentos usados. Allí vio una trompeta y deseó que fuera suya. Sus ahorros le permitieron comprarla. En ese momento empezó su carrera musical a través de las clases que tomaba con el maestro Wilfredo Cardozo, trompetista de la Orquesta Sinfónica del Sodre.

 

Luego de finalizada la guerra sus padres volvieron a Alemania para recuperar su propiedad (un castillo del siglo XVI). Al tiempo le enviaron un pasaje a su hijo. “El vuelo llegó a Amsterdam, Holanda, en medio de una terrible tormenta de nieve y de allí no había forma de llegar hasta Hamburgo hasta que la tormenta se calmara”, rememora.

 

La compañía de aviación KLM alojó a los pasajeros en un hotel; el joven Rodolfo salió a caminar en la nieve y tuvo la fortuna de encontrarse una taberna en la cual escuchó “un sonido muy familiar” para él: música de jazz; “eran los temas que había escuchado desde muy pequeño en la vitrola de mi padre”, explica.

 

Entró a la taberna y se acercó a la orquesta; quedó absorto escuchando en vivo esas composiciones que conocía de los discos. “Los músicos quedaron impresionados al ver un adolescente disfrutando de su repertorio y me preguntaron de dónde surgía mi conocimiento”. Después que les explicó le pidieron que fuera al hotel a buscar la trompeta. “A partir de ese momento y por el resto de mi estadía en Amsterdam estuve horas y más horas tocando con ellos”. Una vez que llegó a Hamburgo su padre lo contactó con un night club donde tocó durante los ocho meses en que vivió en Alemania hasta que regresaron a Montevideo.

 

Luego del retorno a Uruguay, Schuster se consolidó como aprendiz de mecánico en un taller ubicado en la zona del Palacio Legislativo y realizó estudios de Mecánica en la Escuela Técnica ORT de la calle Minas (durante los años 1952 y 1953). Luego que obtuvo el título fue a trabajar para el departamento de automóviles Volkswagen de Julio César Lestido donde permaneció hasta 1962. Asimismo, formó la Montecasino Jazz Band con la cual se presentaba en los diversos clubes y bailes de Montevideo.

 

En 1963 emigró a Estados Unidos donde trabajó para la Volkswagen en Nueva Jersey y Pensilvania. Allí también formó pequeños conjuntos que tocaban en bares y clubes, y fue parte de la Delaware Jazz Fraternity donde conoció a grandes músicos de jazz cómo Count Basie, Dizzy Gilespie, Al Cohn y Woody Herman, entre otros. También tocó en el servicio religioso de una iglesia metodista de New Brunswick (Nueva Jersey), siendo el único músico de raza blanca que participaba en esa ceremonia.

 

Relata que conoció al famoso trompetista Louis Armstrong, quien interpretaba la conocida “What a wonderful world” (Qué mundo maravilloso). Schuster confirmó como verídica la versión que indica que Armstrong tenía un contacto muy cercano con el judaísmo, pues una familia judía lo ayudó en su juventud a conseguir trabajo, a tal punto que, quien luego sería uno de los mayores intérpretes de jazz, compartía con ellos la mesa del viernes a la noche (sábado judío) y tenía colgada en su pecho una estrella de David.

 

La relación entre judíos, negros y el jazz es aún más significativa. En un acto de resistencia frente al nazismo, el judeo-estadounidense Benny Goodman, músico y director de una orquesta de jazz, agotó las entradas para una presentación que él y sus músicos (un alto porcentaje de los cuales eran de raza negra), ofrecieron en enero de 1938, en el Carnegie Hall de Nueva York, legendario escenario de música clásica ubicado en el corazón de Manhattan. Una de los temas que interpretaron fue el clásico “idish” Bay mir bistu sheyn (“Para mí eres divina”).

 

En 1982 regresó a Montevideo donde continuó con los trabajos en mecánica y empezó a organizar “sábados a la tarde de bailables”, como el mismo los define, en el Hotel Ermitage formando el conjunto Guanabara y luego, junto al pianista Daniel Damiano, el grupo Ducato. En 1985 dirigió y condujo un programa de jazz en la emisora Galaxia FM y ese mismo año organizó un festival en la Plaza del Entrevero festejando el primer año de emisiones, en el cual participaron todos los grupos de jazz relacionados con el Hot Club uruguayo, organización decana del jazz nacional formada en 1950.

 

El teléfono suena. Es un seguidor, de 96 años de edad, de Schuster y su banda. La entusiasta música de la Memphis Jazz Band se escucha de fondo. La imaginación vuela y hasta parece que Louis Armstrong despierta y grita a viva voz: “El jazz vivirá por siempre” 

 

 

 

Y hoy,nosotros, desde este portal, agregamos: Rodolfo también.

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