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El último adiós a Alberto Sonsol

 

Cada muerto por COVID-19, en cualquier parte del planeta, es un mundo entero que se va. En Uruguay ya pasaron el millar y en Israel hace ya rato que pasaron los 6.000. Cada uno, un cúmulo de sueños, planes, logros, frustraciones, alegrías y tristezas, que se terminan cuando ya no se puede respirar. Y aunque resulte increíble, también Alberto Sonsol (z”l) se fue. Su energía, su polenta, su pasión para todo, nos hacía pensar que él derrotaría al virus. Que él saldría de lo peor.

Pero no. Se fue.

Y el cortejo fúnebre que su familia organizó, que simbólicamente partió del club Atenas del que Alberto era hincha y llegó a la tribuna América del Estadio Centenario, fue una forma de permitir que la gente que lo quería, que lo tomaba como un referente como periodista deportivo y mucho más, pudiera darle su último adiós. Se exhortó explícitamente a mantener estrictamente los cuidados. Y de más está decir, que participaba en el cortejo sólo quien quería. Desde el Centenario, seguía solamente la familia, en camino al Cementerio Israelita de La Paz.

Fue una forma de maniobrar entre los cuidados y el deseo de la gente de transmitirle el cariño que inspiraba.

Claro que también inspiraba críticas. Tal como dijeron algunos de sus propios compañeros, era “calentón”, algunos decían “cascarrabias”, por la pasión que ponía en toda discusión. Pero también dijeron todos que era honesto, directo, sincero, que podía discutir con energía, pero jamás ofender,  fiel amigo , buen compañero de trabajo, además de excelente en lo que hacía.¡Y cuánto hacía! Un dínamo que se fue cuando tenía motor para rato.

La partida física de Alberto Sonsol debe ser una luz roja para todos aquellos que subestiman los peligros, que creen “que a mí no me va a pasar”. Su fallecimiento es un empuje a mantenerse en la burbuja y entender que esto es en serio.

Cada uno, naturalmente, recuerda a sus muertos, a los que conoció en vida, a los que les oyó la voz y los vio sonreir. Por eso lloramos hace poco a Andrés Abt (z”l) y pocos días después a Alberto Sonsol (z”l). Pero también somos conscientes de los otros 1.000 y poco que se fueron en Uruguay, aunque nunca los conocimos. Todos querían vivir, tenían sueños y planes, y el Coronavirus se los frustró.

La lección es vivir teniendo siempre claro qué es lo importante y qué lo superfluo. Y no dejar de decir a los tuyos que los amas, y no dejar de mostrárselo, porque no se sabe cuándo ya no podrás. Y cuidarse siempre, porque el peligro acecha a la vuelta de la esquina.

Vayan aquí en estas líneas nuestras condolencias a Patricia, Diego, Lali y Mica. Que no sepan más de dolor. Y que en esa singular memoria de su esposo y padre, hallen consuelo. Que logren sonreir cada vez que escuchen alguna de sus apasionadas transmisiones y cada vez que miren Polémica en el Bar o Subrayado. Aunque lloren, que también sonrían.

Seguramente lo habrán hecho si les llegó la foto que anda circulando hace días, de un ómnibus de CUTCSA con un papel pegado en el vidrio frontal: “La gente quiere vivir”. Qué sencillo y fuerte el legado de Alberto con estas palabras que lo resumen todo.

Él también quería vivir. Seguirá vivo en nuestra memoria.

Que descanse en paz.

Ana Jerozolimski
(02 Abril 2021 , 17:11)

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