En comunidad

Un dolor familiar que trasciende lo personal

En la bendita memoria de César Jerozolimski (z"l)

Este viernes 23 de abril falleció en Montevideo nuestro adorado tío César, de bendita memoria. César Jerozolimski (z”l)-que su recuerdo sea una bendición- nos dejó a los 90 años de edad, tras un repentino problema de salud que en pocos días se lo llevó físicamente . Sólo físicamente, porque alguien como él, quedará vivo por siempre en nuestra memoria y corazón.

Foto: Ariel Jerozolimski

Quiero escribir estas líneas en su bendita memoria, no sólo por lo que él significaba en mi vida-la nuestra, la de toda su familia que tanto lo amaba-sino porque en gran medida, su historia es la de no pocos miembros de la colectividad judía uruguaya.

Llegó de niño a Uruguay, tras el largo viaje en barco, con su madre, nuestra Bobe (abuela)  Mindl, y sus dos hermanos mayores: Sara, la primogénita, y José, mi papá. Su padre había salido ya años antes de la Polonia en la que no parecía haber futuro promisorio ninguno para los judíos. Mi Zeide (abuelo)  Shloime Yankel (Salomón) dejó su pueblito, (shtetl)  de Makow, para probar mejor suerte en Sudamérica. En las historias familiares siempre escuchamos-la que mejor recordaba todo era la tía Sara (z”l))- que su barco debía llegar a Venezuela, pero algún levantamiento u otro problema similar en el país, obligó-afortunadamente – al capitán a desviarse. Debemos estar agradecidos de que finamente haya llegado a Uruguay. Cuando mi abuelo logró ahorrar para traer a su esposa y sus tres hijos, la familia emprendió el viaje para reunirse en Montevideo.

El tío César creció en Emilio Reus y toda la vida recordó la vida comunitaria entre los inmigrantes, la buena relación con los vecinos no judíos, y los valores en los que los criaron sus adorados padres. Su hogar era humilde, pero rico en amor, que era la base de la unión familiar, lo cual  los hizo felices con lo que tenían.

Una faceta muy clara de su personalidad, era su profunda conciencia sobre el significado de pertenencia al pueblo judío, su orgullo por el legado judío, su condición de eslabón en una cadena de generaciones.

En un Seder de Pesaj-la cena de la Pascua Judía- en familia. A su lado, su querido amigo el Dr. Jacobo Pollakiewicz. Foto: Ariel Jerozolimski.

 

 

No había tema relacionado a la colectividad judía uruguaya, el mundo judío en general y muy especialmente el Estado de israel que no le interesara al tío César. Esto, mientras al mismo tiempo siempre estaba actualizado de las noticias nacionales, interesado en leer el diario y mirar los informativos de televisión.

Toda su vida recordó con profundos sentimientos sus años en el movimiento juvenil Hanoar Hatzioni, donde también fue madrij, guía, líder de grupos más jovenes. Fui testigo en diversas oportunidades de comentarios que quienes de niños habían estado en sus grupos como janijim, educandos, y ya de mayores recordaban muchas cosas buenas de quien aún tenían presente como gran ejemplo.

Activó  durante muchos años en el Centro Recordatorio del Holocausto varios de cuyos miembros, queridos amigos judíos y no judíos, nos escribieron estos días a expresarnos su pesar por la triste noticia de su fallecimiento.

Los mensajes que recibimos, numerosos y tristes todos,tenían un común denominador. Todos recordaban la forma de ser amable y alegre del tío César, su encare positivo de la vida, su buena disposición siempre a ayudar, su diálogo interesante y lleno de energía, sus ganas de interactuar con la gente, siempre sociable y de buen talante.

El tío César ayudó a papá en numerosas oportunidades tanto en Semanario Hebreo como en la audición radial Voz de Sion en el Uruguay. Siempre de buen talante, con entusiasmo, con abnegación  y por sobre todo, con un profundo amor por su hermano mayor, que fue siempre también su mejor amigo.

Los hermanos, de jóvenes

 

Eso, combinado por cierto con la compenetración absoluta de su parte de las causas que papá defendía, en pro de un Israel con derecho a a vivir en paz y seguridad.

Locutor en Voz de Sion en el Uruguay junto a su hermano
Feliz siempre que podía visitar Israel y palpar la dinámica de su vida. Aquí, conversando con dos jóvenes policías de la Guardia de Fronteras.
Foto: Ariel Jerozolimski.

 

Lo que nos transmitieron nuestro tío César y sus hermanos mayores –papá y la tía Sara- todos ellos de bendita memoria, fue un valor que vale la pena compartir: el amor y la unidad entre los hermanos, el apego a la familia como base de la vida. Fue ese fuerte mensaje, esa realidad que ellos crearon, la base de la relación de gran cercanía desde siempre entre todos los primos, compartiendo vivencias desde niños, alegrías y pesares también ya de grandes.

Los tres hermanos: César, Sara y José, que no están, pero aún viven en nosotros. 
Foto: Ariel Jerozolimski

 

El tío César, del que nunca podré realmente hablar en pasado,es un ser humano de aquellos que embellecen el mundo en el que vivimos. Enamorado de su familia, orgulloso con razón de sus dos hijas, tres nietas y los tres bisnietos que alcanzó a conocer y que sin duda crecerán oyendo muchas historias de los bisabuelos con los que no alcanzaron a crecer pero que los cuidarán desde arriba.  En plural escribimos, sin poder aún creerlo, porque hace tan solo unos pocos meses falleció también nuestra tía Hela tan querida, su compañera de toda la vida. Ambos, pilares de nuestra vida, tíos presentes como padres.

Y no puedo dejar de tocar también la dimensión estrictamente personal. Sin que nadie me lo haya encomendado, estoy segura que estas líneas representan el sentir de todos sus sobrinos. Era un tío abnegado, compañero, amigo, compinche, con quien podíamos compartir conversaciones muy personales, feliz con los encuentros familiares, feliz con cada llamada de los varios sobrinos que estamos en Israel y de compartir reuniones con los que están en Uruguay. Del lado Jerozolimski Kelijman y del lado Garfinkel. Solíamos reirnos con él por lo especiamente expresivo de sus reacciones cuando nos veía o lo llamábamos por teléfono. Siempre irradiando amor, felicidad por el contacto, siempre abrazando aunque sea a la distancia, como si nos tuviera a todos cerca.

Es que en realidad, siempre estaremos cerca. Es imposible concebir otra cosa.

Aunque suena demasiado formal, no podemos terminar estas líneas sin agregar lo evidente e ineludible: nuestro abrazo fuerte y apretado a nuestra queridas primas Fanny y Mónica y a sus hijas, las adoradas nietas del tío César y la Tía Hela, Karen, Andrea y Pauli, por esta pérdida irreparable que causa tanto dolor.

Hela y César con sus hijas Fanny y Mónica.
Foto: Ariel Jerozolimski
Con sus nietas Pauli, Andrea y Karen
Foto: Ariel Jerozolimski

 

Me consuelo no sólo pensando que el tío César vivió rodeado de amor sino que ahora, al llegar al reino de los Justos en el que seguramente descansa, se habrá reencontrado con sus padres y hermanos que tanto quería, y con su compañera de toda la vida que partió poco antes que él.

Pero esto duele mucho. Por lo que era el tío César, como ser humano y como tío adorado. Y porque al irse él, siento que se vuelve a morir papá.

Ana Jerozolimski
(25 Abril 2021 , 16:18)

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