Cultura

Eduardo Halfon: Hay una parte de nuestra identidad que es líquida y otra que es estable o sólida. Esa esencia me interesa

Fuente: wmagazin.com Por Winston Manrique  Sabogal

 

El escritor guatemalteco publica 'Canción', una novela en la cual a través del secuestro de su abuelo narra la historia de su país. Una nueva obra para su proyecto literario en marcha donde explora temas como la identidad, la familia, la infancia y la violencia.

Eduardo Halfon es un escritor nómada que siempre vuelve al mismo lugar para inspirarse: su infancia. No tanto para hablar de él directamente como de la historia de sus abuelos, que son parte del siglo XX con el Holocausto, de su país, Guatemala con los horrores de la guerra, y aquellos episodios familiares, ajenos y propios donde está parte de la búsqueda incesante de su identidad.

Lo hace en un proyecto literario en marcha a través de novelas cortas que a medida que publica ganan en intensidad, manejo del lenguaje, serenidad y una voz narradora cada vez más sigilosa y contundente. Un detalle o un episodio sencillo sirven para iluminar todo. Decir, contar todo.

El destino de Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971) empezó por una ruta distinta a la que finalmente tomó. De ancestros judíos polacos y judíos árabes fue un niño criado en Ciudad de Guatemala, un adolescente y joven formado en Estados Unidos y un hombre recién estrenado en su adultez como Ingeniero industrial que regreso a su país sin dominar el español, hasta que a los 27 años se topó con el deslumbramiento de la lectura, de la literatura. Primero el placer de leer, luego el de escribir y desde entonces nada cambia su rumbo. Con una característica: sus novelas son breves, no necesita muchas páginas para expresar y contar lo que quiere contar.

Su última parada a su vida, vivida y heredada, es Canción (Libros del Asteroide), una novela en la que aborda algunos de sus temas como la identidad, la familia, la infancia y la violencia, pero aquí al servicio de un elemento nuevo: un pasaje de la historia de Guatemala a través del secuestro de su abuelo paterno a manos de la guerrilla en 1967.

La novela tiene un fondo potente y la forma es ideal en una historia dramática poblada de ternura, humor, curiosidad y el asombro lento ante el descubrimiento del niño.

En poco más de cien páginas, Eduardo Halfon convoca su mundo personal e íntimo para iluminar el de su país. Cita al ingeniero que fue, y sigue ahí, y al escritor que es para crear una alianza entre el arte de contar a través de un mecanismo literario en círculos de historias que se abren y se cierran para encadenarse unas a otras hasta formar un gran collar.

Una manera de entender su concepción de la literatura y la escritura se trasluce en cómo lo cuenta en el siguiente vídeo en esta entrevista por una plataforma digital:

Este semestre el nómada Eduardo Halfon está en Forcalquier, al norte de Marsella, en Francia, el pueblo donde vive su hermano, al que llegó con su mujer y su hijo pequeño Leo a pasar el verano de 2020 tras el confinamiento en París por el covid-19, pero al empeorar la situación del coronavirus decidieron quedarse e inscribir al niño en el colegio.

Es un lugar de paso tras haber vivido en París, La Rioja, Iowa, Nebraska, Ciudad de Guatemala  Ya casi empieza a hacer las maletas para volar a Berlín una vez Leo termine sus clases. El nomadismo continúa… Empezó en Centroamérica. Él mismo cuenta su vida y así se entiende parte de su obra literaria:

Eduardo Halfon: “Nazco en Guatemala en 1971 y, en el 81, cuando cumplo diez años, nos vamos para Estados Unidos. Olvido el español, me vuelvo muy norteamericano y llevo una vida de estudiante donde el inglés se convierte en mi lengua fuerte. Cuando en la universidad terminé ingeniería industrial me vi obligado a salir y regresé a Guatemala a trabajar como ingeniero con mi padre. Llego a un país que desconozco con un español que entiendo, pero medio hablo. Estaba frustrado y con 23 años.

Entiendo que es el momento de buscar trabajo, son días de incertidumbre y verme obligado a vivir en un país que no es el mío.

Mi sensación de angustia empeora cuando cumplo 27 años. Decido buscar ayuda, pero en mi búsqueda racional en vez de ir al psicólogo o al rabino voy a la universidad y me inscribo en Filosofía y Letras. Fue un flechazo inmediato, me enamoré de la literatura, de la ficción y el cuento. No fue por un autor en concreto, fue el concepto, la idea de la ficción, el poder contar un mundo y unirlo a otro mundo.

Yo quería huir de mi mundo. La ficción me ofreció un refugio y salvavidas, aferrarme a algo. Tuve entonces un sueño recurrente: soñaba que caía, que me hundía, pero caía en espiral y nadie se daba cuenta.

Me convierto en lector por accidente. Empiezo a leer como un drogadicto, como un yonqui. No podía hacer otra cosa más que leer.

Empecé a trabajar solo por las mañanas, medio tiempo, y leía por las tardes. No sabía que uno podía hacer carrera con la literatura, menos ser escritor.

Me lleno de libros durante dos o tres años. El resultado de tantas lecturas fue empezar a escribir. La escritura fue una consecuencia de demasiadas lecturas. Empecé a escribir en un idioma que no dominaba, pero tenía mucha sed por aprender a expresarme, a contar una historia.

Eso, combinado con que tuve un poco de suerte de encontrar a dos profesores filósofos que me ayudaron con la artesanía de la escritura. Lo cuento en El ángel literario, de 2004, mi segundo libro.

Mi destino era ser un hijo obediente ingeniero. Pero en 2003 publico mi primer libro, Esto no es una pipa, Saturno”.

Unos años antes Eduardo Halfon había resuelto un misterio de la infancia relacionado con su abuelo materno: el número 69752 que este llevaba tatuado en el antebrazo izquierdo y cuya historia novelaría en El boxeador polaco, publicada en 2008, un años después de que fuera uno de los autores latinoamericanos de Bogotá 39, la selección del Hay Festival con 39 autores más prometedores menores de 40 años.

Las raíces de un pasado que también recrea en Oh gueto mi amor, un cuento ilustrado por David de las Heras (Páginas de Espuma) en el que un hombre vuelve a Łódz, en Polonia, en busca de una procedencia e identidad perdidas donde el nazismo con su inhumanidad convirtió todo en odio y muerte. Este hombre es el nieto de aquel muchacho que estuvo en Auschwitz y sobrevivió. Es la memoria como parte esencial:.

Eduardo Halfon: “Crezco con la visión de un número de mi abuelo tatuado en su antebrazo izquierdo. De niño le preguntábamos qué era y él decía que era para que no se le olvidara el teléfono. Crecí con la imagen de ese número y su mal chiste como diciendo no me pregunten porque no les voy a contar, y la idea de que no hay que hablar de eso. Cuando empiezo a leer le pregunto a mi mamá en qué campo de concentración había estado mi abuelo. Nadie en la familia sabía la historia. En 1999, cuando yo estudiaba Filosofía y Letras, le pregunto y él acepta hablar. Lo hizo durante unas cuatro horas, de manera desordenada, pero en un minuto me contó una anécdota de un tal boxeador y yo supe que esa era la historia que tenía que escribir. Y finalmente la escribí, en 2008, en la novela El boxeador polaco.

De ese mundo trágico pasó diez años después a escribir otro episodio, pero del otro abuelo, el materno, secuestrado durante 35 días por la guerrilla guatemalteca en 1967. Eso es Canción donde en poco más de cien páginas narra la historia de su país de la segunda mitad del siglo XX donde está involucrada una reina de belleza.

Eduardo Halfon: «El tema de la guerra siempre lo he evitado. Una guerra que no consideraba mía, pues viví esa guerra siempre de lejos. En los años setenta era en las montañas, no en la capital. Y a nosotros, los niños de cierta clase social, nos mantenían en una especie de burbuja. Hasta finales de los setenta que los enfrentamientos entre el ejército y la guerrilla empiezan a entrar en la capital, y yo de pronto me doy cuenta: tiroteos a medianoche, una pistola en casa, un guardaespaldas siempre con mi papá. Y finalmente nos vamos del país, lejos de la guerra. Paso los años ochenta allá, con mi familia, en Estados Unidos.

Literariamente veía el tema de la guerra muy lejos. Pero fue un hecho muy íntimo de mi abuelo libanés el que funciona casi como puerta de entrada a esa realidad mayor que fue la guerra”.

Medio siglo después, Eduardo Halfon cree que pocas cosas han cambiado en su país:

Eduardo Halfon: “Diría que no solo no ha mejorado la situación en Guatemala, sino que ha empeorado. La desigualdad, la corrupción, la pobreza, la falta de educación, la falta de salud y demás problemas que quisieron corregir con la revolución, desde finales de los cincuenta, han empeorado.

Hay una gran cantidad de tierras y riqueza en manos de pocas familias. Lo que ha cambiado es que aunque el poder sigue en manos de la oligarquía y los militares, son los militares quienes protegen de manera más solapada que las cosas no cambien. Antes los militares estaban en el frente, ahora quizás están en segunda fila, pero siguen muy vinculados al gobierno y al narcotráfico”.

Canción recoge parte de las raíces de todo esto, de un mundo donde nada es del todo blanco o negro, ni son buenos ni malos del todo:

Eduardo Halfon: “En una guerra es muy difícil la claridad de buenos y malos, de víctimas y verdugos. Depende a quién le preguntes. Si le preguntas por un guerrillero apodado Canción, algunos dirán que fue un delincuente, otros un revolucionario, aun otros un héroe. Es difícil entender una guerra”.

El pasado vivido y el de sus seres más próximos está en Halfon en cuyas novelas viaja al interior del ser humano a la búsqueda de la identidad, de algo que está en movimiento, que nunca es fijo:

Eduardo Halfon: “Existen las dos, hay una especie de matrimonio entre Parménides y Heráclito. Todo es fijo y todo está en movimiento. Me parece que hay una parte de nuestra identidad que es líquida y otra que es estable o sólida. Es esa esencia la que me interesa. No me interesa la verdad racional. No me interesa la verdad histórica de Guatemala. Me interesa llegar a un tipo de alma o esencia. Herzog la llamaba la verdad extática, la verdad del éxtasis. Esas, creo yo, son las estables o fijas. Aunque nunca la pueda uno agarrar del todo. Son más un sentir, un vibrar,una música. A medida que te acercas se aleja.

La identidad es volátil y cambia, se va adaptando”.

Y en la infancia parece encontrar las respuestas a algunas preguntas, por lo menos se aclaran un poco aunque de allí surjan más interrogantes. Son años de puerto de salida y llegada para su vida personal y literaria.

Eduardo Halfon: “La infancia es el terreno donde busco vivencias y evidencias. Voy buscando ahí pistas de la historia de un niño ahogado, pistas de qué paso en el caso del secuestro de mi abuelo. Regreso constantemente a escenas de mi infancia, a sus imágenes y voces.

La memoria no es rígida. No está escrita con tinta. Hay en ella un elemento líquido que fluctúa, que cambia, especialmente en esas improntas de la infancia que son tan fuertes.

Llego ahí a través de lo íntimo y pequeño.

Para escribir sobre el Holocausto necesitaba algo muy cercano a mí. Igual me pasó con la guerra de Guatemala. No me veía entrando en esa guerra, hasta que conocí en detalle la historia de mi abuelo”.

Halfon busca episodios personales e íntimos como espejo de algo más grande en una narrativa que transmite más emoción que el deseo de dictar cátedra sobre la Historia:

Eduardo Halfon: “Sin duda. Pero sin saber bien cómo lo hace. Ese es un gran misterio. Es totalmente emocional. El acto mismo de escribir es un misterio. Mientras lo haces es algo intuitivo, vas en la oscuridad, caminando sin brújula ¡Y esto te lo dice un ingeniero!

Yo soy muy ingeniero, muy neurótico, muy ordenado en todo salvo cuando escribo un primer borrador. Luego viene los dos años de trabajo y ahí sí hay una ingeniería. Cómo llegar a ese estado es algo absolutamente intuitivo. Nunca sé hacia dónde va la historia o de qué escribir. Y siempre se me imponen los finales. Cuando llegan, lo sé de manera lapidaria, no negociable.

El humor no debe faltar. Un humor natural, no rebuscado o impuesto, en episodios cotidianos que te hacen sonreír. El humor para mí sucede en lo espontáneo e inesperado. Casi siempre en momentos de gran solemnidad. El humor como válvula de escape”.

Y todo con una escritura sigilosa, en una voz narradora sin estridencias:

Eduardo Halfon: “Lo sigiloso que mencionas tiene que ver con el lenguaje depurado que busco”.

Rogelia Cruz fue una reina de belleza de Guatemala que se dice estuvo involucrada en el secuestro del abuelo:

Eduardo Halfon: "Rogelia Cruz fue una mujer famosa en los años sesenta, primero como reina de belleza y luego como mujer asesinada y torturada por los militares por estar involucrada con la guerrilla. Mi abuelo siempre dijo que ella estuvo presente durante su secuestro. Ella me llamó mucho la atención, como figura histórica y literaria, como un ejemplo de lo que pasó y aún pasa en Guatemala. Llama la atención el nivel de crueldad de su asesinato. Es un nivel de brutalidad que se dio hacia mujeres e indígenas, casi como si fueran algo subhumano. Seguimos viviendo un nivel alto de violencia contra las mujeres. En los primeros dos meses del año, se registraron 10.500 casos de violencia contra las mujeres"

Eduardo Halfon parece escribir variaciones de un mismo libro que va enriqueciendo:

Eduardo Halfon: “Agregaría que quizás son capítulos de un mismo libro en marcha sobre ese otro Eduardo Halfon que nace en El boxeador polaco, en 2008, y desde el cual han ido emanando otros libros. Canción es el sexto. En las traducciones se publican juntos, y acaso esa es la evidencia de que son un solo libro, escrito y publicado por entregas.

Más que reescribir vuelvo sobre ciertos temas, pero desde otra madurez o desde otro punto de vista.

Siento que hay un paso importante en Duelo, en 2017, y que continúa con Canción, en la manera de contar fragmentaria, apuntando a un cuento largo o a una novela corta muy destilada. Creo que no es casualidad que desde Duelo ya no publico un libro al año. No hay prisa en la voz narrativa, acaso porque hay mucho más cuidado con el lenguaje”.

Todo esto contado en una voz narradora que funde el yo de Eduardo Halfon con el yo del narrador sin ser una autoficción al uso y que él trabaja y pule desde hace mucho tiempo creando un tercer personaje en territorio nuevo y a explorar. Uno diferente y que es todos a la vez.

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