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El tuit de Rafa

 Por Alvaro Ahunchain

(Publicada el 16.3.16 en "El País").

(El autor es empresario de comunicación, docente , autor y director teatro)

 

Un joven de barba, sonriente, al frente de la foto, adelante de sus hermanos y padres

Cuando escuché por primera vez el apellido de la víctima del atentado terrorista de Paysandú, pensé inmediatamente en un talentoso y apreciado alumno que tuve hace unos años en la Universidad ORT, Rafael Fremd.

 

Mis temores se confirmaron: el comerciante sanducero era su padre.

 

 

La insensibilidad que nos acoraza ante la avalancha de noticias truculentas que se difunden cada día, hace que muchas veces perdamos la capacidad no ya de asombro, sino de espanto. En cambio, cuando tangibilizamos la tragedia en el dolor de alguien que conocemos y estimamos, esta recobra su verdadera dimensión.

 

De todas las explicaciones que se escucharon en estos días sobre el crimen, la más irritante fue la que redujo su causa a una mera perturbación mental del agresor. Incluso se llegó a puntualizar que estaba demostrado que el asesino no participaba de ninguna red terrorista. Sorprendente ironía: el sujeto mató con idéntico modus operandi al que utilizan los “lobos solitarios” en Europa y Oriente, invocó al mismo dios, gritó a los cuatro vientos su antisemitismo, pero algunos parecieron congratularse de quitarle la etiqueta de terrorista y colgarle la de simple desquiciado. ¡Como si todos estos asesinos no lo fueran! Como si no lo hubieran sido los que estrellaron aviones contra las torres gemelas. O los que se filman decapitando personas o empujándolas al vacío. Como si no lo hubieran sido a su tiempo Hitler, Stalin, Ceacescu, Saddam Hussein y Pinochet. Como si no lo fuera hoy mismo Kim Jong-un. La enfermedad psíquica no exculpa al criminal ni lo independiza del sistema terrorista en que se encuadra.

 

En la galería del horror que exhibe a menudo la corrección política yorugua, tampoco faltaron en estos días quienes relativizaron la saña criminal del terrorismo fundamentalista, recordando que la Iglesia católica torturaba y quemaba gente. ¡Estúpido argumento, justificar la insanía actual con otra de hace siglos, de la que Occidente ha sabido evolucionar! También me tocó cruzarme con imbéciles que difunden opiniones de judíos extremistas, pretendiendo probar con eso que todos son iguales, y olvidando que el integrismo islámico no es obra de dos locos sueltos, sino de un autodenominado Califato de gran poder económico que pretende avanzar sobre el mundo libre. Tal y como lo fue en el siglo pasado la Alemania de Hitler, y con aún peor vocación genocida.

 

Uno se va poniendo viejo y empieza a asumir la propia intolerancia ante las explicaciones de clisé que sepultan el sentido crítico e instalan interpretaciones falaces, sustentadas en ideologías de cartón.

 

Por eso me iluminó el alma el único mensaje que leí proveniente del querido Rafa Fremd. Ni siquiera necesitó los 140 caracteres del tuit para decir su verdad: “el odio se combate con luz”. En un momento como este, hay que disponer de una gran fuerza espiritual para aventar el riesgo de responder a la injusticia con revanchismo. Entiendo lo que Rafa quiso expresar. No hay bombas ni ejércitos que puedan contra el odio que anida en las conciencias corrompidas por el fanatismo y la ignorancia. La única esperanza es confrontarlo con la luz del humanismo, con una educación que libere a las nuevas generaciones en lugar de seguir embruteciéndolas. Promoción de valores, cultura y persuasión para la libertad: únicas armas posibles para ganar de verdad esta trágica e inevitable guerra.

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