En comunidad

Un sabio misterioso llamado Mardoqueo Shoshani

Shoshani es el misterio que nos tocó por padrón. Su nombre me sonaba con estudios talmúdicos, en clases para privilegiados.Vi en facebook esta película y me pareció interesante compartirla con nuestros lectores.

La tumba de Shoshani es una tumba que recibía época pre pandemia de visitantes que se acercan allí para conocer donde yacen los restos mortales . Entre otros valores, se le reconoce haber sido el inspirador de personalidades como el filósofo francés Emmanuel Lévinas; y el Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel, quien eligió el epitafio escrito en su tumba del Cementerio de La Paz, Salmo 139. Ambos reconocieron a Shoshani como una de sus principales inspiraciones y fuente de conocimientos.

Foto: Lauro Benedykt

Me comuniqué con mi estimada compañera de este portal Ana Jerozolismki que tiene un acervo histórico muy valioso de la comunidad judía uruguaya y le consulté que artículo tenía sobre el gran Shoshani y me envió esta columna maravillosa de Isaac Gliksberg.


Mardoqueo Shoshani: un enigmatico sabio renacentista judio que vivio y murio en Uruguay

Por Isaac Gliksberg publicado en Semanario Hebreo en octubre de 2009

 

     Conocimos personalmente a Shoshani en nuestra adolescencia y juventud. Vivía en el mismo barrio montevideano que nosotros, Barrio Sur, muy cerca de nuestro hogar, vivía en una casa de inquilinato, en una pieza, en la calle Maldonado 1093, esquina Paraguay y cerca de  donde vivía el recordado  Rabino Laschover. Nosotros vivíamos a pocas cuadras de ese lugar, en Isla de Flores y Rio Branco, actualmente, Carlos Gardel y Wilson Ferreira Aldunate.

     Por las décadas de los años cincuenta y sesenta, con muchísima frecuencia, solíamos encontrarlo, allá por los años cincuenta, en la i librería de don Blechman, en la esquina de Andes y Canelones. Detrás del mostrador – a punto tal que pensábamos que era un empleado de Blechman – , siempre inmerso entre los libros

    Años más tarde, por los sesenta, lo veía pasar por las calles de la zona, Andes, Soriano, Canelones, a veces lo veíamos salir de la Escuela “Yavne” en Andes entre Maldonado y Canelones. Pero siempre por ahí y, donde hubieron   sinagogas o instituciones educativas, religiosas o culturales judías. Su ámbito era el  judío. Y escribo ex - profeso “su ámbito” y no “su mundo” judío, porque Shoshani no fue un hombre de este mundo. Fue un hombre, por su aspecto,  por su forma de ser, y su manera de vivir, de otro planeta, de otro mundo…Tal vez, de otra galaxia…

Shoshani, no dejó, por voluntad propia, huellas escritas o fotográficas de su pasaje por este planeta. Indagamos durante más de un año, silenciosamente, en todos los archivos y bibliotecas donde pudieran tener alguna referencia gráfica sobre Mardoqueo  Shoshani y, no obtuvimos nada.

    Eso sí, un periodista francés, Salomón Malka, que pasó hace algunos años por Montevideo y se entrevistó con varias personas que estuvieron relacionadas a Shoshani, y que además, viajó especialmente a para obtener información de primera mano, incluso estuvo en Jerusalem con nuestro Director José Jerozolimski , que lo había conocido en Montevideo y que le dibujó, a Malka, a lápiz, un detalle del rostro de Shoshani que el francés destaco en su libro sobre Shoshani y que, reconoce también que, tras las  numerosas entrevistas que realizó, poco es  lo que pudo saber sobre la vida de  este fantástico genio renacentista judío.

   Lo recordamos a Shoshani, muy  mal vestido, algo desprolijo y desalineado, con un sombrero negro de ala e ancha sobre su cabeza, caminando lentamente, con un portafolio de cuero- “de los de antes” – colgando de su mano derecha, cabizbajo, , a paso lento, como si no caminara sobre esta tierra.

   Alguna vez, al entrar a la librería Blechman, hablamos con él, sin saber, por nuestra juventud,  que esa persona, era el gigante de la cultura tradicional judía que, realmente era, y que había dejado huellas, en muchos sitios del planeta

    Mardoqueo Shoshani fue maestro, en Francia, entre muchos otros, ni más ni menos, que de Elie Wiesel, Premio Nobel, y de Emmanuel Levinas, mundialmente famoso filósofo judeo-francés. 

    Elie Wiesel, en tres de sus obras: “El canto de los Muertos”(“El judío errante”), “Palabras de Extranjero” y “Silencio y Memoria de Hombre”, evoca a Mardoqueo Shoshani y lo menciona como su Maestro. Es más, Wiesel usa permanentemente, cuando se refiere a Shoshani, del siguiente modo: el Rab (Rabino) Shoshani.      

   Shoshani fue Maestro, sin ser maestro, fue Profesor, sin ser profesor, fue Rabino sin ser rabino ¿qué fue entonces Shoshani? Fue un erudito, un hombre de una memoria excepcional y prodigiosa, dominaba muchos idiomas, casi a la perfección todos ellos: alemán, árabe, arameo, español, esperanto,  francés, griego, hebreo, idish, inglés, latin, polaco y en los últimos años de su vida se propuso  aprender el idioma ruso. Alguna vez dijo que no concocía el idioma polaco y, resultó que sí, lo sabía y, al preguntársele por parte de esa persona por qué razón negó saber polaco dijo que, al no conocer la literatura polaca, para él significaba que no sabía el idioma.  Fue un talmudista, un cabalista, un filósofo, un matemático, un físico y un astrónomo...

   Fue Shoshani  religioso y racionalista a la vez, fue un filósofo y un matemático, viviendo en Estrasburgo, enseñó física nuclear, antes de la guerra, por los años treinta, al Dr. Shnurman y, años más tarde,  el Profesor Jacques Goldberg, Profesor de Física en el Tecnión de Haifa, quiso construir una Casa de Estudios en nombre y homenaje de, “de su querido Maestro Shoshani”, en la cima del Monte Carmel, en Israel.

    Aunque en el único documento suyo que se pudo hallar al fallecer se consigna que nació en Marruecos, hay testimonios de que tampoco ese hecho sea definitivamente cierto. Para algunos, nació en Lituania, para otros en Francia, hubo quienes aseveraron que nació en Argelia o en Tánger, tal vez en la India y no faltan quienes aseguran que Shoshani nació en Palestina, más precisamente, en Safed.

    Dictó cursos en Versalles y en Taverny, Francia, vivió en distintos lugares del planeta, inclusive en un kibutz de Palestina. Vivió en Francia durante la ocupación nazi y hay fantásticas anécdotas sobre sus actuaciones y respuestas frente a su apresores nazis.

     Nunca se le conoció relación alguna con alguna mujer, ni siquiera se le oyó hablar al respecto. Siempre, se le vio sólo, sin familia, sin pareja, , nunca tuvo hijos, vivía como podía y dónde podía, no guardaba valores materiales consigo, sino libros y objetos religiosos judíos. 

     Era un judío orgulloso de sus raíces. Con firmeza afirmaba su condición de tal. 

     Por los años veinte del siglo pasado, fue inmensamente rico por la fortuna que había logrado siendo aún muy, muy joven. En su deambular por distintos lugares del planeta se fue a vivir a Estados Unidos de América y allí, usando sus dotes científicas, si es que fue así según cuentan algunos de sus conocidos, invirtió en la Bolsa de Valores de Nueva York y ganó una fortuna realmente considerable. Luego, lo perdió todo, absolutamente, todo.

    Mientras vivió en Estados Unidos de América, dictó clases particulares a Profesores universitarios en sus respectivas especialidades, tal era su erudición en variadas materias, tanto humanísticas, como religiosas y  científicas.

     Algo que siempre destacan quienes lo conocieron, fue su extraordinaria memoria. Sabía de memoria, todo el Talmud. Si se le pronunciaba no más de tres palabras del Talmud, él de inmediato repetía todo el texto que seguía a las mismas o manifestaba a que parte del texto correspondían.

        Encontraba fórmulas y relaciones matemáticas que tenían que ver con los números de las chapas de los autos que pasaban cerca suyo, para dictar una clase sobre algún tema religioso en particular, ya fuera de la Biblia o del Talmud, dedicaba semanas enteras al mismo único tema, tal era su erudición al respecto.

      Dictó clases, en los años sesenta del siglo pasado,  en la Escuela “Yavne” de la calle Andes, visitaba al Rabino Milevski en la “Kehilá” o en el “Vaad Hair”, varios uruguayos pasaron por las clases suyas, entre ellos León Schimmel y el Contador Isaac Margulies, entre otros, y lo recuerdan con muchísimo amor, respeto y cariño. Solía visitar casi todos los días al recordado Dr. Meir Wszebor, en su Estudio de Abogado en la calle Soriano entre Andes y Convención, quien le ofrecía diariamente un litro de leche y unas galletas dulces frescas, porque Shoshani, nadie supo nunca cómo, cuándo ni de qué se alimentaba. Hombre a quien le gustaba la gente, pero solía vivir en soledad aparente, porque en realidad vivía acompañado de su sabiduría y de sus libros –gastaba el poco dinero que disponía para sí en comprar libros sobre religión, filosofía y, al fallecer, se encontraron en su habitación cajones con más de cuatro mil libros y numerosos papeles escritos sobre los temas de su interés, particularmente, sobre la Biblia y el Talmud.

   León Schimmel, lo había conocido previamente en Alsacia y vino a reencontrarse con Shoshani en Montevideo. Le contó al escritor francés Malka que, “Shoshani solía visitarlo a su fábrica textil en Goes  y “nos aislábamos, cuenta, en uno de los despachos que hay aquí y leíamos juntos el periódico en hebreo, creo que el Yedioth Ajronot, que él mismo traía. O bien hablábamos de finanzas, que dominaba, o de política y de economía que le interesaban mucho. Yo le servía –cuenta Schimmel – un vaso, pero, ¡cuidado!, había que ofrecerle su bebida teniendo cuidado de mantener la boca cerrada: de no ser así, la rechazaba. Lo aterrorizaba cualquier riesgo de contaminación. Si uno tenía la desgracias de bostezar delante de él, ¡era como si lo escupiese a la cara!”

    En más de una ocasión, fue despreciado por su desprolijidad y el estado de la vestimenta que solía portar e incluso, solía considerársele, por parte de algunos, como un “chiflado”. 

    Toda la obra del filósofo  Bergson, la sabía, absolutamente de memoria. Pero era un erudito en Platón, Sócrates, Kafka y, por supuesto, Maimónides.  

     Falleció, inesperadamente, mientras dictaba clases sobre Talmud y Biblia, en el Departamento de Durazno, en Uruguay, el 26 de enero de 1968, de un  ataque cardíaco, a los 63 años de edad, siendo soltero, figurando como de origen marroquí y fue atendido en el momento de su deceso por el Dr. Amilcar Casas Mello.

      Su tumba en granito gris, ubicada en el Cementerio Viejo de la Comunidad Israelita del Uruguay, en la ciudad de La Paz, Canelones, está ubicada en la Fila 82, chapa 21240 y, en la misma, está inscrito lo siguiente:”El Rabino y Sabio Shoshani, que su recuerdo sea bendito, su nacimiento y su vida están envueltos en un enigma. Fallecido el día del Santo Shabat, el 26 de Tevet de 5726.”

   La Partida de Nacimiento que pudo hallarse después de su fallecimiento, perteneciente a Shoshani, dice que su nombre era: Mardochée Bensoussan, nacido en Casablanca, en el año 1904, hijo de Joseph Bensoussan y de Freha Ohnona.

    ¡Honor a su bendito recuerdo y memoria!

Janet Rudman
(21 Julio 2021 , 09:31)

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