Cultura

Acción y viejos clichés en De ninguna parte de Julia Navarro

 “Nunca he dormido con ninguna mujer. No puedo permitírmelo. Podría soñar, decir en voz alta cualquier cosa que me pudiera delatar. Mi vida se resume en matar y huir. Matar y huir. Matar y huir”

 Así comienza “De ninguna parte”.

Es el primer libro que leo de Julia Navarro, en dos días lo he devorado.  Está muy bien escrito.  Julia Navarro con su experiencia como escritora y periodista, escribe en un lenguaje ameno, fácil. 

 Leí en entrevistas que le preguntan a la autora, una periodista muy consagrada sobre las mujeres de Afganistán y su destino. Responsabiliza a la salida de Estados Unidos del destino de las mujeres afganas en el mundo de talibanes. Hago referencia a esto por lo fácil qué es hablar de situaciones muy complejas, multifactoriales de una forma simple y políticamente correcta. 

Lo recomiendo a mis lectores. Leí algunas reseñas del libro y me hicieron ruido. Julia Navarro construye un best seller con muchos clichés. Los personajes centrales de esta novela, Abir y Jacob, están dibujados de manera muy superficial. Un muchacho libanés musulmán  se hace terrorista porque ve al ejército israelí que en la búsqueda de un jeque terrorista, dispara y mata a su madre y hermana. Es un recurso narrativo bastante utilizado ya, no por eso pierde efectividad. Entender al mundo musulmán con mentalidad de Occidente no funciona y es lo que hace este libro.  

En  la serie Fauda, encontré pequeños detalles que hacían el relato real, aunque fuera ficción. Siempre hay un Doron en los grupos, los amigos de su unidad y sus rivalidades los hacían ver reales. Mostraban a los habitantes de Cisjordania y Gaza como seres reales, de carne y hueso, porque nadie es bueno ni malo, siempre hay grises.

 En un artículo de prensa, leí esta frase de la autora “Pese a lo esperable, el desarraigo heredado de los padres inmigrantes empieza a hacer mella en las segundas generaciones, tal y como ocurre en la novela. Los disturbios en las ‘banlieues’ parisinas son un grito desesperado de unos jóvenes que se sienten descolocados, gente de ‘ninguna parte’”.

¿La explicación de convertirse en terrorista es la falta de integración a la sociedad occidental? Es un problema de Occidente querer mirar con una mirada amorosa y de inclusión a gente que quiere instalar la sharia en Occidente. Aún  en musulmanes moderados, se puede ver que si colaboran con los movimientos yihadistas pueden pasar de una vida tranquila a formar parte de un movimiento terrorista que no tiene respeto alguno por la vida humana. 

La autora dice que el tema de la novela es la búsqueda de la identidad y el desarraigo. Los dos personajes centrales hacen recorridos bien distintos. Abir, en París, nunca con deseos de ser uno más, sino que  es un buen caldo de cultivo para ser captado por organizaciones terroristas. Por el contrario, Jacob está visto en la novela como el “israelí bueno” porque no quiere ir a Judea y Samaria a hacer operaciones. 

¿Qué sucede con un joven en el servicio militar que no obedece? Va a prisión y es mirado con recelo por el resto del grupo. La sociedad israelí tiene suficientes ong que militan y los apoyan. 

La comparación de los destinos de los personajes no es válida. Abir elige ser terrorista, y vivir con odio, matar y despreciar a todos los que no piensan como él. Jacob, se convierte en un ingeniero que trabaja con su computadora al servicio de quien requiera sus servicios y con su perra Luna lleva una vida solitaria en Tel Aviv. Sus conflictos, sus pesadillas lo hacen buscar ayuda psiquiátrica. El abordaje a la identidad judía de esta novela da bastante pena. Israel es un crisol de gente que ha venido de todas partes, algunos por idealismo, otros por necesidades económicas y ha conformado lo que es, una sociedad pujante y conflictiva. Lo que queda claro que la famosa “chutzpah” israelí le hado muchas start up tecnológicas y muchas series exitosas. 

Los personajes de esta novela femeninos dan para pensar. Son estereotipados a más no poder. Nora, la rebelde, que deja a su familia para ser cantante y es despreciada por su familia. La madre, Fátima, sojuzgada por su marido e hijos varones, que calla por miedo. Esta es la mirada que tenemos en Occidente de las mujeres musulmanas. Los hombres son todos sin excepción, déspotas que no preguntan ni una vez la opinión de sus esposas. En este tipo de best seller se refuerzan los estereotipos y luego sobrevienen los ismos. Esto funciona a nivel narrativo en la novela, pero no es así en realidad. Seguramente hay muchos buenos esposos que tratan con afecto a sus mujeres. En los talleres de escritura te dicen:  “escribi de lo que conoces, situa a tus personajes en callecitas cuyos recovecos conoces”. 

Janet Rudman
(26 Septiembre 2021 , 11:16)

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