Mundo Judío

Un Hoshana Rabá en Tahití

Por la Escr. Esther Mostovich de Cukierman

En Setiembre de 1989 , mi marido y yo estábamos en la ciudad de Papeete, en la isla de Tahiti, al Sur del Océano Pacífico. A media mañana dejamos las valijas con el conserje del hotel y le dijimos “volveremos a buscarlas hoy de tarde  y de aquí salimos al aeropuerto”. Teníamos libres unas cuantas horas y queríamos buscar una sinagoga. La referencia que traíamos desde Montevideo era de una comunidad de judíos argelinos en la isla. En el hotel no tenían idea de qué les estaba preguntando, pero llamaron por teléfono a la oficina de Turismo . Allí una voz de mujer me preguntó : ¿ Fiestas judías? Le dije que si. “ Hace unos días me dejaron aquí datos para quienes buscaran dónde asistir a fiestas judías” . Y me dio un número de teléfono. 

 

En el teléfono una voz  en idioma francés me preguntó cuántos éramos. 

-Somos dos, mi marido y yo, les dije. 

-“¿Ustedes son judíos? ” 

-Si. Quisiéramos conocer su Sinagoga. ¿ Es posible que vayamos ahora?  ¿Puede decirnos dónde es? 

-“ Estamos muy cerca del hotel desde el que nos llaman. En pocos minutos los pasaremos a buscar”, contestaron. 

              David y yo nos miramos. 

-Hoy es Hoshana Rabá, el servicio religioso es corto, debe haber terminado hace poco, comenté con David. Por eso ofrecieron venir a buscarnos. 

 

     David no me contestó. El vestía de short, yo tenía puesto un vestido sin mangas que apenas me tapaba las rodillas. Ropa normal para turistas.  En pocos minutos, llegó un auto y subimos . Al entrar a la Sinagoga, vimos que era un simple salón donde habían acomodado lo imprescindible para llevar a cabo los rezos. Recién en ese momento   comprendimos la razón de tanta amabilidad : allí había  nueve judíos reunidos, el servicio de Hoshana Rabá ¡todavía estaba por empezar!  Necesitaban al décimo hombre para completar el minian ,(el mínimo de hombres judíos con el cual se pueden pronunciar las oraciones ) . 

 -“Vos y tus ideas” me dijo David. Pero a esas alturas, no había posibilidad de discutir. ¡ David era el décimo hombre! Se tuvo que unir a la congregación para los rezos de Hoshana Rabá, leyendo como podía el hebreo en ese libro de rezos algo extraño. Yo  me quedé del lado de atrás, en el espacio reservado a las mujeres. Era la única mujer ahi, le pedí al gabay,  (cuidador) si tenían algo del museo que pudiera ver.  

-“Oui madame” , me dijo. Lo que me trajo fue un enorme libro con fotos del viejo hogar: Irán, la antigua Persia. Y qué me encuentro allí. Entre tantas  fotos, hay una de color sepia desvaído, que muestra un pequeño mausoleo de piedra, cuadrado, con la leyenda: “ Hamadan. Tumba  de Ester y Mordejai” .  Me quedé con la boca abierta. Era la primera vez que me encontraba con la foto de ese mausoleo. Terminado el servicio de oraciones, pregunté a los presentes si alguno de ellos había estado en Hamadan. No, ninguno había estado, esa ciudad está muy al  Este del Tigris y el Eufrates. ¿ y esa foto?  Era realmente de la tumba de Ester y  Mordejai? Ellos sonrieron  y se encogieron de hombros.

-“ La tradición dice que sí, ” me contestaron . “En todo caso, ese ha sido un lugar de peregrinaje de los judíos de Irán desde hace siglos. Hamadan se llamaba antes Ecbatana y era la capital del reino de los Medos, que luego pasó a ser parte del Imperio Persa.” 

-¿Piensan que la reina Ester de la Meguila pudo vivir en el reino de los medos  y Mordejai pudo ser un consejero de ese reino? 

-“¿Quién puede saberlo? El Tanaj (Biblia)  es el Tanaj y la historia es la historia.   Nuestros abuelos contaban que visitaron Hamadan, fue el gran viaje de su juventud. Nuestros padres  no fueron, las  épocas se volvieron peligrosas para viajar, nosotros tampoco estuvimos, éramos unos niños cuando la familia salió de Irán”. 

-Así que ustedes son de Irán… el folleto de turismo dice que aquí en Papeete hay una comunidad judía que viene  de Argel. 

-“Si, existe aquí una comunidad de judíos argelinos … pero son muy liberales. Nosotros cuidamos mucho la kashrut y ya vieron que  tenemos nuestra propia sinagoga.” 

 

Insistieron en invitarnos a almorzar. Nos llevaron a una  residencia junto al borde del mar, con un yate enorme amarrado  al embarcadero de la playa. Entramos todos por el garage. Una fila larga de grandes congeladores estaba al costado de esa entrada.  

-“Traemos carne y vino casher , especias y matzá cada vez que hacemos una importación de mercaderías para la venta. Este es el depósito para toda nuestra comunidad”, nos dijo el dueño de casa. 

 

         La mesa estaba puesta en el jardín del fondo de la residencia y allí esperaban un montón de niños y varias señoras, todas con blusas de manga larga y falda hasta los tobillos. Las mujeres y los niños se sentaron juntos en una punta de la larga mesa y no dijeron ni una sola palabra durante toda la comida. Los hombres fueron a la otra punta de la mesa y yo al lado de David. Toda comida de sabores y colores extraños. Algunas tan picantes como fuego. Otras muy, realmente muy dulces.

- “No hay nada de carne en la mesa. Todo son verduras, quesos y frutas secas”, nos aseguraron. 

- ¿Todos aquí son familiares? , les preguntamos.  

-“ De alguna manera, si” , nos contestaron . “A veces nos peleamos pero volvemos a hacer negocios juntos”. Y todos rieron, palmeándose la espalda.  

          Después quisieron saber dónde quedaba Uruguay y cómo era la comunidad judía uruguaya.  Tuve que sacar la hoja del mapamundi de mi cartera para  mostrarles dónde vivíamos. 

- “¿Qué idioma se habla en su país ?”, preguntaron.

- Español. 

- “¿Ahí viven judíos sefarditas? (de la península ibérica) 

- Si. Hay judíos ashkenazim (procedentes de Europa Oriental)  y sefarditas. No sabemos si hay judíos iraníes. 

-  “¿Están cerca de Colombia? ¿Hay esmeraldas en su país?”

- Estamos lejos de Colombia. No tenemos esmeraldas pero en el Norte del Uruguay hay algunas minas de amatistas.

 - Ah! ¡Amatistas! ¡Qué interesante! 

 

        Tuvimos poco rato para explicarles porque nos esperaba un vuelo en pocas horas. 

-         ¡Gracias por el almuerzo! 

-         “Gracias por acompañarnos en la sinagoga”. 

                  

                     Nos llevaron en auto hasta el hotel donde  teníamos nuestras valijas.  Les preguntamos dónde estaba la comunidad de judíos argelinos  de la ciudad  pero ninguno puso  interés en contestarnos.  

 

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